La única monarquía
De
todos los estados europeos España es el único que ha mantenido o
reinstaurado la monarquía después de haber pasado -como los demás- por
varios regímenes. Y es también el único en el que su monarquía ha
traicionado al país en connivencia con dictadores, violando la ley y
permitiendo que la Constitución en vigor, en un momento dado, haya sido
pisoteada. Los demás estados han mantenido sus sistemas monárquicos
porque las dinastías reinantes han estado antes con sus respectivos
pueblos que con el invasor nazi, por ejemplo, o han respetado en
líneas generales la legaliad constitucional. Cuando no ha sido así la
monarquía ha sido sustituída por la forma republicana, como es el caso
de Italia, Alemania, Rusia, Francia, Grecia, Portugal... Otros ejemplos
puede que no sean los mejores para añadir aquí, ya porque algunos
estados no existen (Yugoslavia) o porque las monarquías han caído a
partir de la intervención soviética durante la II guerra mundial. Pero
una vez restaurado el sistema constitucional con mayor o menor
credibilidad democrática, ningún otro Estado, salvo España, ha vuelto a
la monarquia.
Esto se explica facilmente: las características
de la transición política española, durante los años setenta del pasado
siglo, consistió -entre otras cosas- en un pacto más o menos tácito
entre los reformistas de la dictadura franquista (traidores al fin a su
causa) y la oposición democrática a dicha dictadura. Han tenido que
pasar décadas para que los sentimientos republicanos de una parte de la
población española afloren de nuevo, precisamente cuando la dinastía
reinante en España ha cometido varios errores de bulto y la racionaliad
sobre el sistema republicano se ha puesto de nuevo sobre la mesa.
Las legítimas y razonables aspiraciones al establecimiento de una
república en España chocan en primer lugar con los graves problemas que
vive el país, que logicamente estarán por delante de cualquier otra
propuesta a corto plazo. A pocas personas se podrá movilizar para un
objetivo abstracto cuando las necesidades más elementales están sin
cubrir: trabajo, vivienda, etc. Como la economía en todo sistema
capitalista es cíclica, es decir, a épocas de bonanza vienen otras de
penuria y al revés, es previsible que la actual crisis económica se
superará (sobre el sufrimiento de buena parte de la población) y se
pueda plantear con más serenidad la forma de Estado: si monarquía o
república. Pero si se llega otra vez a la bonanza económica, al
consumismo y a la recuperación del empleo ¿continuará la efervescencia
republicana? A una república difícilmente se llegará si no es previa
descomposición de la monarquía y sin el compromiso de las grandes
organizaciones políticas, que a la postre son las que arrastran al
electorado a sus posiciones, aunque también puede ocurrir que las
organizaciones políticas sean las que sigan a la opinión pública
¿Cuantos españoles estarían dispuestos hoy a dar la pirueta de cambiar
la forma de Estado sin que se les asegure la estabilidad?
En
otro orden de cosas ¿son todos de izquierdas los que se manifiestan
republicanos, como generalmente se presenta este asunto? ¿No habría una
derecha republicana -como hoy mismo señala el profesor Ignacio Sotelo en
un periódico de tirada nacional- en cuanto se presentase la mínima
oportunidad? Es a partir de la lectura del autor citado cuando se me ha
ocurrido la reflexión que me ha llevado a estas letras..
L. de Guereñu Polán.
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