Estulticia es equivalente a necedad o ignorancia por no querer aprender.
Estoy seguro que no
es necesario que yo aporte ninguna propuesta de nombre, para que ya esté en la
mente del lector el personaje que hoy mejor refleja este tipo de actitud, en
sus escasas comparecencias públicas.
Cuando se afirma que
es objetivo del gobierno mejorar cualquiera de las condiciones de los
ciudadanos a su cuidado, se está expresando una perogrullada, para apoyar la
expresión el personaje, no nombrado, suele utilizar el argumento que eso es de
sentido común. El problema surge cuando se contrasta el medio legal o la medida
aprobada por el Consejo de Ministros con sus consecuencias sobre la sufriente
realidad de los destinatarios de esas propuestas de “mejora”.
¿Dónde está la bondad
de la “Estabilidad y reformas para el empleo” comprometidas en el programa 2011
del PP, si el empleo cae en picado? ¿Cómo casa el resultado con el sentido
común? No darse cuenta de cuáles son las consecuencias, constatables, sobre sus
ciudadanos, de las reformas aplicadas por muchos gobiernos,
especialmente por el español, es estulticia voluntaria.
Anunciar
repetidamente lo imprescindible, para el bienestar ciudadano, de la
sostenibilidad de los sistemas públicos de educación, salud y pensiones, son
repetidas perogrulladas. Ignorar en las
medidas tomadas cada semana que privado y público son términos antagónicos,
incompatibles, es incluso algo más que estulticia maliciosa.Los gobiernos que, en contra de sus propios predicamentos y promesas escritas, toman continuamente decisiones que perjudican los intereses de la inmensa mayoría de los ciudadanos a su cargo, de acuerdo con lo que Rousseau proponía para respetar en contrato social, entran en el terreno de la ilegitimidad.
Mayo 2013
Isidoro Gracia
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