La gran empresa Alcoa ha decidido prescindir de sus trabajadores para
irse a no sé dónde. Es una obviedad que un empresario o grupo de ellos
establecen sus empresas cuando quieren y las liquidan según sus exclusivos
intereses, y esto, que es tan claro para todo el mundo, no tendría,
necesariamente, por qué ser así si la lógica de la economía fuese otra, por
ejemplo, que los Estados fuesen fuertes ante situaciones como la de Alcoa.
No
entro en la historia de esta empresa norteamericana, que es antigua, ni en la
compra por su parte de una empresa pública española que, entre otras
localidades, se encontraba en A Coruña y Avilés, las dos afectadas ahora por la
decisión de los dueños de Alcoa de irse. Pero si a la postre se va, como es
previsible, lo será de rositas, porque dicha empresa ha recibido no pocas
ayudas para que su producción de aluminio y otros productos le saliese más
barata (el Estado español, en el caso que nos ocupa, ha sido el pagano).
Es tan
antiguo el Estado y aún no se ha fortalecido lo suficiente ante depredadores
como los propietarios de Alcoa, que opera en varios países. Cuando se ubicó en
las localidades españolas fue porque interesó a sus propietarios y los
españoles pusimos recursos en beneficio de la producción de esta empresa. Ahora
se va y los recursos de los españoles no se quedan. ¿Cómo no ha sido posible
llegar a una política industrial en la que se condicione a las empresas ciertas
garantías para sus trabajadores? Ya sabemos que estos van a percibir los
subsidios a parados que están establecidos en función de su antigüedad y
cotizaciones, pero esto no puede ser satisfactorio para los empleados. Algunos
habrán alcanzado una edad que no les permitirá reengancharse en el mercado
laboral; habrá que pensar en prejubilaciones y de nuevo el Estado (la Seguridad
Social) tendrá que intervenir subsidiariamente porque los dueños de Alcoa han
decidido irse con sus beneficios a otra parte.
¡Ah! Es
que si se condiciona el establecimiento de empresas en España –no siendo así en
otros países- las empresas no vienen. No ignoro que la lucha por estados
fuertes ha de ser planetaria, pero esto, hoy por hoy, está lejos, máxime
teniendo en cuenta que muchos estados están en manos de los amigos de Alcoa,
otros empresarios que quieren manos libres para hacer y deshacer. Para ellos,
el Estado debe cumplir solo la función de subvencionar a las empresas para que
el negocio sea más rentable. Una visión leonina de las cosas que es la que
impera después de muchos milenios de humanidad.
Según
leo los ingresos de Alcoa fueron nueve veces más que las pérdidas en 2009, un
año de los de la crisis mundial. Sé que los ingresos no equivalen a los
beneficios, pero sería bueno que estos se hiciesen públicos, que el Estado
entrase a su verificación, que se conociesen las “razones” de Alcoa para
decidir irse de A Coruña y de Avilés y, en todo caso ¿qué hay de lo nuestro,
las subvenciones públicas a favor de la citada empresa?
Los
estados podrían intervenir en la economía de las empresas por medio de los
trabajadores, lo que ya existe en otros países a la cabeza de los cuales está
Alemania; los estados podrían condicionar el establecimiento de empresas al
cumplimiento de ciertos fines sociales entre los que está la garantía del
empleo, y ello no es obstáculo para el principio comunitario de la libre
circulación de capitales. Los estados debieran hacerse fuertes ante las
empresas, que no tienen patria y, en todo caso, unir la influencia y la fuerza
de sus instituciones para defender los puestos de trabajo, como intervenir en
su favor cuando una empresa bien gestionada ha tenido dificultades.
No creo
que el sistema económico mundial mejore si, al tiempo que el capitalismo ha conseguido
sus objetivos máximos, los estados no se hacen fuertes para defender a los
asalariados en circunstancias como la de Alcoa. Con estados débiles no hay nada
que hacer salvo manifestarse, denunciar… lo de siempre.
L. de
Guereñu Polán.
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