La
venta de armas a Arabia Saudí, estado con un régimen criminal, puede
considerarse como una complicidad inadmisible para cualquier país que se
califique de democrático, y da igual que esté gobernado por un partido
socialista o por otro consevador. España, por lo que ha dado a entender la
Comisión de Defensa del Congreso, ha claudicado en toda regla de su obligación
de defender los derechos humanos y de la lucha contra el terrorismo de estado.
Ya
sé los argumentos de los que defienden que se vendan armas, corbetas y otros
materiales bélicos a Arabia Saudí: que los contratos ya estaban firmados por el
gobierno anterior, que están afectados muchos puestos de trabajo vía la carga
del mismo para los astilleros españoles y otras milongas. No sé si la “hermandad”
entre la familia real saudí y la española tiene algo que ver en este asunto,
pero si así fuese solo comprometen a dichas familias, aunque se vea arrastrado
el Estado español y su población.
Un
partido socialista no puede caer en este tipo de políticas si no es a cambio de
que se le acuse de claudicar de sus principios, de que parte de su electorado
se defraude y busque otros caladeros en las próximas elecciones. Por mi parte
el voto no irá a ningún otro partido que el socialista, pero ya he votado nulo varias
veces cuando me repuganan ciertos candidatos; en este caso el asunto que nos
ocupa.
¿Cómo
se puede decir que los contratos de trabajo valen más que las vidas humanas que
van a perecer en la guerra de Yemen? Esto es pensar lo mismo que el señor Trump,
pero yo creí que el socialismo español se diferenciaba de ese personaje también
en esto. ¿Cómo se puede decir que los contratos están ya firmados con
anterioridad cuando, ante evidencias criminales, se pueden denunciar sin más
miramientos? Perder a un climiente como Arabia Saudí es, económicamente,
malísimo, pero peor es tenerle como socio en la comisión de crímenes.
Alemania,
que tiene más poder que España en la esfera internacional, que tiene una
industria más saneada que la española, puede permitirse el lujo de cancelar sus
ventas armamentísimas a Arabia Saudí, máxime si, como alguien ha apuntado, ya
no tiene compromisos con tal estado. Pero que Alemania marque el camino, en
cuyo gobierno hay socialistas, debiera servir para que España, y el resto de la
Europa democrática, se uniesen en una finalidad de categoría superior. Cuando
el Pleno del Congreso, como es previsible, confirme la decisión tomada por la
Comisión de Defensa, se habrá tocado fondo en materia de claudicación ante
criminales de postín.
No
insistiré en las alternativas que existen a la venta de armas a Arabia Saudí
porque se han hecho públicas por diversos partidos políticos: se pueden
encontrar otros mercados y el Estado puede asumir al pago de los trabajos que
están realinzándose en los astilleros españoles, planteando a la UE, comandada
por Alemania, esta necesidad moral y económica. No se trata, pues, de tener que
elegir entre puestos de trabjo o colaboración con un régimen criminal; se trata
de buscar alternativas a un problema que no se puede intentar solucionar de la
forma más fácil e inmoral. Clama al cielo la posición del PNV, que se dice un
partido cristiano, cuando argumenta que la solución de este problema ha de
pasar, necesariamente, por el concurso de la UE, sabiendo que no está en
condiciones de hacerlo dada la situación política en Reino Unido, Italia,
Hungría, Polonia y otros estados, por poner algunos ejemplos.
De
una hipocresía superior es también la abstención de Ciudadanos, solo cuando
supo las intenciones del PP, suficientes, con los votos del PSOE, para que la
venta de armas a Arabia Saudí saliese adelante. En situaciones como esta –difíciles-
es cuando se demuestra si un partido, un país, está dispuesto a dar la batalla
por los derechos huamnos y por un mundo justo. Hacer pequeños gestos
electorales no llega, es miserable y una claudicación en toda regla. Por mi
parte me dispongo a escribir –ingenuamente- a la Ministra de Defensa, que quiso
mostrarse pura y casta votando no a la investiduda del señor Rajoy. ¿Qué es
peor, esto último o vender armas a los delincuentes internacionales?
L.
de Guereñu Polán.
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