sábado, 3 de febrero de 2024

BOTIFLERS - ANTONIO CAMPOS

Que al Sr. Puigdemont y sus adlateres no le preocupan lo más mínimo los intereses del conjunto de la ciudadanía con la que comparte el Estado, no es ninguna novedad. Que no derramarían una lagrima por las tribulaciones que puedan afectarles tampoco. Ahora bien lo que es una gran novedad es que al fin se ve que ante su interés personal, tampoco Cataluña les importa un bledo.

No hay peligro de escucharle expresar no ya propuestas, sino su preocupación por la emergencia por sequía, el funcionamiento de Rodalies, la política frente a las migraciones, la eliminación de las desigualdades sociales, el fortalecimiento de una sanidad publica hoy francamente deficiente, o cualquier otra las acciones que comportan la convivencia satisfactoria de un país.


No dudan en pronunciase sobre una ley pactada, acordada y votada. Que no cesan de manosear para acomodarla a su personal inseguridad y temor a los amagos de un mundo judicial curiosamente activo en temas que llevaban años en el fondo de algún cajón. Y con reprobable hipocresía sacan pecho diciendo que es para no dejar nadie atrás. Para frenarla hacen bloque con PP y VOX.


Una ley que una voz nada sospechosa para el separatismo, D. Oriol Jumqueras califica como “una buena ley que garantiza que centenares de personas dejen de ser perseguidas. Que es una ley robusta para superar las prejudiciales en Europa y para superar los filtros, por ejemplo, del Tribunal Constitucional". No parece osado presuponer que el caballero que optó por el maletero del coche a la hora de afrontar su responsabilidad mientras el citado Sr. Junqueras pasaba varios años en la cárcel, se aferra a un patético, “que hay de lo mio”, y “si no hay de lo mio a mi personal conveniencia...pues al resto que le den “ajo y agua”.

Dña. Laura Borrás una de sus incondicionales y presidenta de JUNTS exige sin abochornarse el todo o nada “aunque desborde el marco constitucional”. Es obvio decir esto no estaba en ningún lugar del pacto. Por si cupiera alguna duda “el todo”, es el Sr. Puigdemont. “El nada”, son el millar y pico de ciudadanas y ciudadanos que verían canceladas sus cuitas con la justicia en aras de avanzar en la convivencia. Quizás la encendida postura de la Sra Borras concilie con el rechazo que sufrió a incluir en la amnistiá sus tropiezos con una facturas y amistades peligrosas cuyo tratamiento legal está en las antípodas de ser un caso vinculado alprocés”. Decia el finado D. J. Luis Sampedro hombre de exquisita elegancia moral, que en la política, “En estos tiempo es más fácil divulgar la inmoralidad que la decencia”.

Botifler es un termino puesto en uso en la Guerra de Sucesión en Cataluña en relación con el bando “borbonico”. Hoy se usa liberalmente por los”hunos” contra los “otros” para descalificarles como traidores. ¿Seria ilógico que le tildasen a el y a su grupo de botiflers, los centenares de funcionarios, profesores, directores de colegio, ciudadanas y ciudadanos del común afectados por el “proces” sintiéndose traicionados por quien para su exclusivo interés personal y al amparo de sus incondicionales, prefiere cargarse una Ley de Amnistiá útil para normalizar la vida de muchas familias y contribuir a una armonía de convivencia?

Voces sensatas como la del lendakari Sr. Urkullo invocan la gobernabilidad y la estabilidad. Todos, los partidos del bloque de la investidura están estupefactos antes las erráticas posturas del Sr. Pugdemont y su circulo afín. Seguramente el seny que distingue al pueblo catalán, también.

Ha sido un esfuerzo arduo. Que exigió valentía, y que ha pasado un factura altísimo. Donde el gobierno de coalición y quien lo lidera sufrieron un severo costo. La propuesta es un paso arriesgado pero decido en la normalización de Cataluña y devolver a la pollita, la convivencia. A partir de ahí el Gobierno, cumplido pulcramente su trabajo con el texto formulado. ha de ser firme en su resolución de mostrar que el Estado de Derecho no está ni puede estar sometido a los caprichos, groserías ó las ridículas destemplanzas de quien se siente Pigmalión en su república de fantasía.

miércoles, 6 de diciembre de 2023

¿SE QUIERE CAMBIAR LA CONSTITUCIÓN? ¿COMO Y CUANDO?

Diciembre de 2023, 45 aniversario del referéndum en el que los españoles de entonces aprobaron y aceptaron, de forma muy mayoritaria, como propia la máxima norma que ha venido haciendo posible una convivencia en paz de esa generación, y todas las que han nacido, crecido y razonablemente prosperado en bienestar hasta hoy.

La práctica totalidad de los representantes de los partidos políticos, de otros poderes del Estado, y resto de entidades asistentes al acto de conmemoración que han declarado se han apresurado a decir que hace falta reformarla, modernizarla, actualizarla, etc., de forma mucho más intensa piden hacerlo muchos de los que no asisten. Según alguna consulta de medios de comunicación algo parecido pide más de un 60% de los ciudadanos preguntados, alguna consulta habla que hasta ⅔ del electorado.

Los más entusiastas defensores de que nada se toque coinciden con los partidos y colectivos que la están incumpliendo a diario, impidiendo la renovación del Consejo General del Poder Judicial, incluso abundan jueces y fiscales que reclaman una extraña separación de poderes en la que ellos asumen competencias del Parlamento y del Gobierno (Montesquieu tenia razón cuando mantenía que “… así el poder de juzgar no debe quedar en manos de una clase o profesión”, para no desvirtuar la obligada colaboración entre poderes)

Respecto a colectivos y organizaciones anti-sistema, a los que cualquier norma democrática les sobra, intentan simplemente aprovechar las libertades y derechos que la propia Constitución les concede para derogarla, es más hay representantes de ellos en los escaños del Congreso y Senado y en las asambleas y algunos gobiernos autonómicos y locales.

Tema aparte son las reformas apuntadas o sugeridas, siempre sin entrar mucho en detalles, no tratan de temas menores, afectan a partes del texto que en 1978 se protegieron mediante procedimientos complejos, que exigen amplios acuerdos, muy amplios acuerdos, puntuales y generales.

Empecemos por analizar lo más fácil, comenzar a tramitar la iniciativa: exige el voto favorable de 174 senadores y 234 diputados al mismo texto. Texto que continuara siendo un “Proyecto de Reforma”. Después habrá que celebrar unas Elecciones Generales que darán unas nuevas Cámaras, estas tendrán que aprobar, con mayorías iguales a sus precedentes, el texto definitivo que se someterá a ratificación por los ciudadanos, mediante referéndum.

Analicemos con la actual relación de fuerzas parlamentarias posibles fórmulas viables. Teniendo en cuenta la relación de fuerzas resultante del las últimas Elecciones Generales, solo es posible para iniciar el proceso de elaboración del Proyecto de Reforma, tanto en el Congreso como en el Senado, la suma PP+PSOE, a día de hoy ambas fuerzas proponen direcciones radicalmente opuestas para cualquiera de los temas a incluir o modificar en el texto constitucional, sea en el aspecto territorial como en los económicos y sociales. A nadie se le oculta que en temas como el territorial no contar con un cierto nivel de acuerdo con las posiciones de los partidos nacionalistas conduciría inevitablemente a tensiones cuya salida política, social e incluso legal, sería más que difícil indeseable y problemática. Si el tema es social y económico los llamados interlocutores sociales tienen algo más que voz y voto, la paz social o meramente un ambiente que permita a España crecer y competir un mundo al que la globalización está haciendo cada vez mas impredecible e inestable, el papel de esos interlocutores es de importancia capital.

Juzgue el lector cuales son las posibilidades reales de arrancar cualquier otra cosa que sea diferente a una Comisión de estudio, para preparar papeles cara al futuro. (Yo lo consideraría una buena idea).

Olvidemos las reformas de los temas especialmente protegidos y de algunos casi cosméticos, ¿Se pueden mejorar cualquier aspecto mínimamente progresista con la actual relación de fuerzas parlamentarias?
No, por decisión de los votantes las fuerzas conservadoras tienen en su conjunto capacidad de veto e iniciativa en ambas cámaras. Incluso una sola de ellas, el PP, puede bloquear y vetar en Senado "sine die" cualquier iniciativa de reforma constitucional, que superara el Congreso.

¿Qué fuerzas serían necesarias para alcanzar las mayorías que permitirían llegar a plantear a los ciudadanos un texto hoy? Con la actual composición de las Cámaras, en el Senado solo es posible con la participación activa del PP y del PSOE, En el Congreso tanto el PP como el PSOE pueden impedir cualquier propuesta, incluso con una simple abstención. Para que prospere una propuesta de iniciar el proceso también sería necesaria al menos la suma del PSOE+ PP, a las que políticamente sería necesario sumar otras fuerzas durante la tramitación para evitar derivadas socialmente indeseables. Conclusión, hoy hablar de reforma de la Constitución es atenerse al dicho: “el esfuerzo inútil conduce a la melancolía".

Es evidente que VOX tiene como objetivo la derogación, así que solamente es de esperar su apoyo a cualquier iniciativa que contribuya a su deterioro. Continuemos analizando lo que sostienen los irreductibles “progrés” más optimistas, como si de verdad se quiere adaptar la Constitución habrá que contar con el PP sí o sí, el nuevo texto solo será más progresista que el actual, si el PP está en franca minoría, en las dos elecciones necesarias. Sí, dos elecciones, además del referéndum, una primera en la que perdiera sustancialmente escaños (Y que no fueran a VOX), en especial en el Senado para que fuera posible iniciar la elaboración del Proyecto, y en caso de reformas de las protegidas por el artículo 168, que las pérdidas se mantuvieran cuando se convoquen las elecciones para las Cámaras, que elaboraran el texto definitivo.

Por otra parte, cualquier político que pretenda que la nueva Constitución, tenga una vida y una aplicación aceptable a medio plazo, deberá llegar a la conclusión que eso solo será posible si es aceptada incluso por fuerzas antagónicas y a la baja, mediante el equilibrio y la ambivalencia.

Diciembre de 2023

Isidoro Gracia

CUARENTA Y CINCO AÑOS DE HISTORIA. Antonio Campos Romay*

 La Constitución Española cumple 45 años. Cinco de ellos, (y sigue), parcialmente secuestrada por la anomalía democrática que promueve el PP al bloquear la renovación de un CGPJ que es hoy apenas triste caricatura de si mismo con algunas actuaciones tan poco entendibles como sorpresivas.


Cuarenta y cinco años cuyo balance es globalmente positivo, especialmente considerando las premisas que acompañaron su nacimiento. En este tiempo los mecanismos constitucionales funcionaron adecuadamente, con la salvedad de la anomalía democrática auspiciada por el PP en su afán de presuntamente tutelar el órgano de gobierno de los jueces.


La Constitución ha sido un buen mecanismo para la convivencia. Ha de continuar siéndolo. Para ello, como cualquier obra humana necesita periódicos ajustes para seguir prestando su servicio. Es oportuno no olvidar que es una herramienta al servicio de la ciudadanía. No una camisa de fuerza para poner la ciudadanía al servicio de ella. Y nunca, un objeto arrojadizo en manos de aquellos que ni creían en ella, ni la votaron, pero que se la apropian con el fundamentalismo del converso.


Se parió en una Cortes Constituyentes y sus representantes la elaboraron por consenso (en algunos casos con calzador) y una agobiante melodía de ruido de sables. No era ni las Tablas de Ley bajadas del Monte Sinaí de la mano Moisés escritas por Yahvée, ni los “inmutables” Principios Fundamentales del Movimiento.


Es entendible que haya algunos políticos que asistieron a su nacimiento que se consideren potestas y auctoritas de la Constitución y pater familias de la misma. Algo muy legitimo que merece reconocimiento a una labor realizada en condiciones sumamente incomodas en lo político, pero también en lo económico y lo social. Pero el sentido común debe advertirles de la desmesura de su sentido patrimonial, recordandoles que la perennidad del documento la dicta su flexibilidad de acomodo a una sociedad en permanente evolución.


La Constitución, poderoso engarce de la sociedad civil, invita o exige para mantenerla plena de vigor algunas reformas del texto. Por lo demás algo habitual en todas las constituciones democráticas. En uno casos de estilo acorde a la sensibilidad actual. En otros, incorporando en ella realidades y demandas que reclama una sociedad que tras medio siglo es sustancialmente distinta.


Abarcando aspectos relacionados con nuevos derechos sociales, criterios medioambientales, limites de la inmunidad del Jefe del Estado, o referidos al Titulo VIII. Tras una larga experiencia previa de descentralización, cabe avanzar con decisión en el federalismo. Sopesando por vía de ejemplo algunos aspectos como la racionalidad de la existencia de los entes provinciales, o la supervivencia del Senado si no responde a un carácter y función de Cámara territorial.


A lo largo de estos cuarenta y cinco de régimen constitucional España adquirió una experiencia democrática de la que carecía. Avanzó con amplia paz social de forma muy notoria en aspectos sociales, económicos y de derechos civiles. Adquirió un peso propio muy significado en el seno de la UE. Elevó a sus gentes de la categoría de súbditos de una dictadura a la categoría de ciudadanos. Los derechos de las ciudadanas se han convertido en reto común y prioritario de la sociedad. Y se cultivó un poderoso espíritu solidario con aquellos pueblos en situaciones difíciles.


Sería injusto renegar de las mas de cuatro décadas de armonía y convivencia que posibilitó la Constitución del 78. El mejor homenaje que cabe rendirle en 2023 es habilitarla adecuadamente para que pueda seguir siendo útil otro medio siglo al menos. Con altura de miras y sentido de estado.


Y por cierto, para reflejar en plenitud los derechos de la ciudadanía en la Constitución, sin dejar ningún espacio oscuro, es obligado convocarla para que decida libremente sobre la forma de estado. Algo que se ninguneo al consagrar un modelo determinado sin razón de mas peso que el del “bunquer franquista” implementando una decisión del dictador sobre el futuro colectivo.


* Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.


domingo, 5 de noviembre de 2023

EL DESAMOR EN TIEMPOS DE CÓLERA . Antonio Campos Romay*


Un mundo hostil, colérico, en proceso acelerado de un cambio donde lo que se avizora es un progresivo menoscabo de derechos acompañado de una brecha insalvable que separa económica, intelectual y socialmente a los seres que lo habitan. De forma dramática se ahonda creando espacios divergentes. En uno crece la desesperanza y la baja estima, (una gran mayoría). En el otro, prosperan elites endogamicas, con puestos estratégicos en la sociedad, la economía, la justicia, la comunicación o la política convertida en ariete de sus intereses. Encastillados en su soberbia, su peculio y capitalismo montaraz, se divorcian de cualquier conciencia social.

Tomás Moro a mediados del siglo XVI acuño la utopía, como convicción moral de la posibilidad de crear una sociedad mas justa capaz de erradicar sus peores lacras. Seis siglos más tarde el riesgo es deslizarse por su antonimia, la distopía, alejando la posibilidad de una sociedad ideal. La distopía es la dehumanizaciónn, el autoritarismo, el declive de la sociedad con la inestimable ayuda de guerras, crisis ecológicas o reiteración de desastres humanos. Algo que es posible escutar en muchas de las paginas del primer tercio del siglo XXI.


El acento literario con inquietante augurio lo pusieron en sus novelas , Orwel (1984) , Huxley (Un mundo feliz) o Bradbur (Farenhait 451). Naciendo como ficción, semejan profecía sorprendente.


Nos dice Albert Camus en su novela “La peste”, “Pensaba que un mundo sin amor es un mundo muerto, y que llega un momento en que se cansa uno de la prisión, del trabajo y del valor, y no exige más que el rostro de un ser y el hechizo de la ternura en el corazón”. Invoca Camus “el hechizo de la ternura” como asidero desesperado de los seres que pululan una sociedad victima del desamor. Donde frente al amor se instala el odio de la mano del egoísmo, los fundamentalismos, la mezquindad, y los suprarrealismos.


La sociedad amenaza convertirse en un páramo, agostadas las flores que la ornan. Amor, bondad, compasión, solidaridad, justicia social... Se propicia la indiferencia o el odio mas cruel hacia vecinos que dejan de serlos por rayas trazadas con sangre que llaman fronteras, el producto mas elaborado del nacionalismo. El expolio, el atropello salvaje de los seres humanos, el genocidio, la corrupción endémica, el cortejo siniestro de hambre, miseria y muerte, resbalan sobre corazones acorchados, como gotas de agua sobre el vidrio.


Una sociedad que construye su nueva secuencia alojada en la espiral del individualismo mas feroz, en la que vencedor es termino de distinción aunque en ello no acumule siempre la mayor calidad o conocimiento. Que auspicia un individualismo selectivo, insolidario, egocéntrico, opacando el humanismo y el valor de lo colectivo. Se desmonta una pieza clave de la convivencia, la solidaridad. Se trastoca la concepción basada en seres humanos iguales y libres que tienen como eje al hombre y la mujer en un proyecto transversal, por un ordenamiento vertical de cúpulas poderosas sobre tristes figurantes esclavizados al servicio de sus utilidades.


El desamor de los seres humanos brilla cruel cuando titubea en llamar genocidio y crímenes de guerra a lo que sucede en Ucrania. A la matanza indiscriminada en Gazza, donde se cumplen las más salvajes fantasías criminales de los nazis. En toda África, que se desangra debidamente surtida de armas por las “potencias democráticas y civilizadas”. Guerras olvidadas, donde la codicia foránea de sus recursos naturales justifica el holocausto de un continente. En cualquier lugar.


El desamor de los humanos afecta las voluntades individuales y la rectitud de su sentido. Es desolador percibir el abotargamiento y el frágil dolor emocional ante tanta infamia diluida por la sensación de ajena y lejana. Aferrados a ello pareciera hacernos fuertes, cuando realmente, no es sino el éxito de quienes manipulan las concienciasm creando seres despreciables.

Lleva mucho tiempo comprender que solo la solidaridad, la generosidad social y los valores cívicos enfrentados a los seres logreros, la practica del amor entre seres humanos mas allá de razas, áreas geográficas, religiones o ideologías, merecen dedicación pedagógica. esfuerzo y tiempo. Que es el gran reto de la Humanidad. Especialmente cuando la contrapartida es un mundo distopico, inhóspito y cruel. Carente de componentes relacionados con el amor y el humanismo. Que relega al ser humano a autómatas que vagan vacios por el Callejón de las Almas Perdidas.



*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.

sábado, 21 de octubre de 2023

LA AMNISTÍA Y EL ODIO


Este mes, cuando paraba a tomar una dosis de café que me sacara de mi ensueño, en ese microcosmos sociológico que son los bares, me encontré con la realidad de que habíamos cambiado nuestro carnet de entrenador por el de colegiado de la abogacía. Hasta Jorge Vilda ha cambiado de aires, pasando de entrenar a la selección femenina de fútbol española a entrenar a la marroquí, donde supondrá que se entenderá mejor su estilo de trabajo. Por eso, ahora que somos todos expertos en amnistías, aunque hasta hace unos días la única que nos sonara fuera Amnistía Internacional (por cierto, denominación de una ONG que trabaja por la promoción y defensa de los derechos humanos), yo no iba a ser menos. Pero más que como leguleyo, lo haré desde mi perspectiva de historiador.

A lo largo de la historia las amnistías han sido una herramienta útil para solucionar conflictos y restablecer la paz entre distintos grupos enfrentados. Contrariamente a lo que se está falseando por ahí, no es nada excepcional. Tenemos las mexicanas de 1937, 1940, 1978 y 1994 (por los sucesos de Chiapas), todas ellas por motivos sociopolíticos y delitos entre los que estaba la sedición, y todas contribuyeron a recuperar la estabilidad política. Merece destacarse la de 1978, donde se ampara el derecho de los amnistiados a defender sus ideales, pero el deber de hacerlo desde la legalidad jurídica, y que nos dejó la acertada exposición del senador Jorge Cruickshank: “Un gobierno que carece del vigor suficiente para permitir el libre cuestionamiento de las ideas políticas irremisiblemente caerá en el terreno de la represión, demostración incuestionable de su debilidad. Por el contrario, es democráticamente fuerte, cuando puede olvidar los agravios cometidos a sus instituciones por los gobernados, máxime cuando provienen de quienes por razones de sangre, de suelo, de tradición, y de historia, son miembros de la misma Nación”.

Pero también están las amnistías de Indonesia en el 2005 (que evitó el conflicto independentista a cambio de una autonomía para Aceh), la de Colombia del 2016 (para alcanzar un proceso de paz con la FARC), las francesas de los años 60 (por el tema argelino) y de 1988 (por el conflicto en Nueva Caledonia), la sudafricana (a través de la Comisión para la verdad y la reconciliación), las portuguesas de 1996 o 2023, entre otras, como la que actualmente se ha aprobado en Gran Bretaña por los sucesos de Irlanda y que ha traído bastante polémica por perdonarse delitos de sangre, algo poco habitual en estos procesos, que suelen dejar fuera los crímenes contra la vida, como estipulan los tratados internacionales.  

En el caso español incluso se puede considerar un derecho de gracia inherente a nuestra historia, dada la cantidad de amnistías aprobadas: 1832, 1837 (conflicto carlista), 1846, 1854 (rebelión liberal), 1856, 1860, 1869, 1870 (rebelión contra Isabel II), 1871, 1873, 1875 (rebelión militar), 1890 (delitos electorales), 1906, 1909, 1914 (huelgas obreras), 1916, 1918 (huelga revolucionaria), 1930 (tras la Dictadura de Primo de Rivera), 1931 (establecida por la II República a delitos político-sociales. Curiosamente la Constitución republicana prohibía los indultos generales, pero admitía la potestad de aprobar amnistías, diferenciando claramente ambas), 1934 (golpe militar), 1936 (revolución de octubre), 1976, y, por supuesto, la de 1977, sobre la que Felipe González y Alfonso Guerra habían comentado, en un documento conjunto publicado por la editorial Albia, que: “La amnistía total es una necesidad imperiosa de la que se deduciría un restablecimiento pleno de la convivencia ciudadana. Olvidando cualquier connotación de perdón en el concepto de dicha amnistía, ésta debería ser considerada como la voluntad superadora del pasado histórico o, en otros términos, como el deseo de superar la confrontación ciudadana. No quiere decir ello que los conflictos de intereses entre los diferentes sectores de la sociedad vayan a quedar resueltos, sino que el marco de solución de dichos conflictos va a ser un marco civilizado y no un marco violento. [...] La estimamos requisito de convivencia, que a nuestro juicio es algo previo y necesario para que se estabilice un sistema democrático [...] en peligro de tensiones violentas”. Está claro que la perspectiva le varía a uno según la tenga desde detrás de una pancarta o desde la popa de un yate. También ha habido diversas amnistías fiscales desde 1977, pero esas, por alguna misteriosa razón, no parecen molestarle a la derecha.

Como vemos, las amnistías han sido un estupendo medio para recuperar la normalidad y la concordia en situaciones sociopolíticas conflictivas, siendo la facultad de amnistiar consustancial al ejercicio del poder y a la responsabilidad que este conlleva para garantizar la convivencia entre ciudadanos. Por desgracia, siempre hay quien prefiere pescar en río revuelto, cuanto peor mejor, alimentando el odio para su propio beneficio. No hay más que recordar al derechista líder de Acción Popular, Gil Robles, arengando en los años 30 que: “nosotros venimos a provocar la revolución para aplastarla”, algo que casaría muy bien con la política llevada a cabo por el PP en Cataluña, judicializándola, coartando artículos de su Estatuto que sí aprobó en el caso andaluz, o creando la policía patriótica; medidas que alentaron el conflicto pero que le dieron réditos electorales en el resto de España, gracias a la vieja táctica de la construcción del enemigo y la implantación del miedo. O recordemos a Blas Piñar, líder de Fuerza Nueva (un ancestro de Vox), en enero de 1972, atronando: “El 26 de enero de 1939 Barcelona fue liberada de la esclavitud y del oprobio separatista y marxista por el Ejército Nacional. Liberada de la mugre, la tiranía a la que había querido subyugarla ese contubernio de fuerzas oscuras. ¿Será necesario liberar de nuevo Barcelona, rescatar de nuevo la Patria?” Nada nuevo, “Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros” decía Montoro, ministro de Rajoy.

El último ejemplo de las consecuencias del rencor y la falta de diálogo y entendimiento, lo tenemos en Palestina, donde se han conjuntado los dos mayores detonantes de conflictos de la historia, la religión y el nacionalismo (no olvidemos que el sionismo es un movimiento nacionalista). Cuan fácil es prender la llama y que difícil apagarla. A Isaac Rabín, 1º ministro israelí, buscar la paz le costó la vida a manos de un conciudadano de ultraderecha. Cuanto aplaudiríamos una amnistía en la región, pero, como decía Robert De Niro en “El corazón del ángel”, hay suficiente religión para que los hombres se odien, pero no la suficiente para que se amen.

 

Guillerme Pérez Agulla