Las medidas políticas y
económicas que nos impone la llamada Troika (FMI, BCE y Comisión Europea)
responden a los intereses de las multinacionales, los grandes bancos y las
grandes fortunas del mundo. Sus consecuencias para los trabajadores y las
clases medias están siendo perversas y desastrosas porque extienden la pobreza
y la miseria, a la par que están haciendo más ricos y los que ya lo son.
Desastre para los trabajadores y
las clases medias sí, pero también para muchos miles de pequeños y medianos
empresarios, que han desaparecido o se han arruinado. Nuestro tejido
empresarial es el que es: pequeñas y medianas empresas en su inmensa mayoría,
ahogadas por la caída del consumo, la falta de crédito o la subida del IVA,
entre otros males. Pequeñas y medianas empresas a las que la reforma laboral del gobierno no le ha
servido de mucho, pues salvo poder cerrar con un menor coste en algún caso, ya
venían pagando salarios bajos, con contratos temporales y en precario, de modo
que para ellas el despido ocasional y sus costos no era en modo alguno el
problema. La reforma laboral ha beneficiado y mucho a la banca, a la
reconversión de las cajas de ahorro en bancos, y a las multinacionales
instaladas en nuestro país con fuertes exportaciones. Empresas multinacionales
que, sin negar su importancia para la economía española, en muchos casos solo
dejan en el país lo que pagan por unos salarios cada vez más bajos,
cotizaciones sociales, y unos impuestos también bajos que además consiguen evadir
fácilmente. El resto es ganancia que se llevan, bien a paraísos fiscales o a
inversiones en otros lugares. Nuestras mejores empresas, después de ser
saneadas financieramente con dinero público y con despidos, se las está
quedando el capital extranjero. Otras se cierran para evitar competencia.
Hemos de preguntarnos si la causa
de la falta de crédito a muchas pequeñas y medianas empresas es de tipo
técnico, o más bien algo premeditado, pensado, y por lo tanto de carácter
ideológico y político, en línea con el objetivo de “reestructurar la economía”
concentrando la producción en menos empresas y propiciando la rápida
desaparición de las menos eficientes. Esto unido a la pérdida continua de su
valor, es lo cierto que favorece a las multinacionales extranjeras a las que el
Gobierno se esfuerza en pedir que inviertan en España, y parece que lo están
haciendo pero no para crear nuevas actividades sino para quedarse a bajo precio
con lo mejor que tenemos.
De hecho, casi el 40% del volumen
de negocio de la industria española está ya en las manos de empresas
extranjeras. En los últimos tres años han desaparecido más de 20.000 empresas y
600.000 empleos solo en el sector industrial. Y en los dos últimos dos años han
desaparecido en España 90 empresas cada día, hasta alcanzar en este período la
cifra de 65.800 las que han dejado de cotizar a la Seguridad Social.
Podemos afirmar sin error a
equivocarnos que en la CEOE
quien manda en realidad es la banca, no los empresarios y menos aún los pequeños
y medianos. La banca manda por una doble vía: por sus cotizaciones e influencia
a través de la poderosa AEB, la Asociación Española de Banca, y porque la influencia de los bancos en las
empresas es decisiva, bien porque participan directamente en los consejos de
administración de las mas importantes, bien porque a través del crédito y la
información de la que disponen tienen una influencia determinante. También
porque los análisis, estudios, propuestas, etc. que elaboran los gabinetes de
estudios y las fundaciones de la banca, son la guía que orienta a la CEOE en la toma de decisiones
ante los grandes temas.
Además, los vínculos políticos e
ideológicos de la CEOE
con la derecha española y su principal partido, el PP, son también una
evidencia. Se ha puesto de manifiesto en repetidas ocasiones por el que fuera
su Presidente, Gerardo Díaz Ferrán, y su cuñado el actual Vicepresidente Arturo
Fernández. Las relaciones institucionales privilegiadas con el poder parecen
haber posibilitado importantes negocios a las propias cúpulas de las
organizaciones empresariales, con la consiguiente contrapartida del apoyo
político o el silencio acrítico.
Defender a los empresarios y a la
economía del país, no puede hacerse diciendo amén a los intereses de las
multinacionales y a lo que otros países nos imponen, ni dando coba y apoyo
incondicional al partido político de la derecha también rendido y entregado a
esos intereses. Esa no es la única opción posible, y eso es algo que muchos
empresarios saben bien, lo malo es que no pueden elegir, porque CEOE sola hay una.
Xesús Mosquera Sueiro.
6 de Octubre de 2013
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