He conocido que en la última revisión de la lengua
la RAE ha incluido la palabra distopía, lo que, a la vista de la situación
mundial, la europea y la española, parece una premonición.
Algunos de los que tenemos ya unas décadas tuvimos
como lectura, para formar opinión cara al futuro que nos podía aguardar,
aquellas obras que intentaban definir sociedades perfectas. El título del
genero en que se encuadraban los libros era “Utopías”. En el diccionario de la
RAE era sencillo encontrar sinónimos como ideal, es decir una sociedad utópica
equivale a una sociedad ideal, o de ensueño, pero no existía una palabra que
por sí sola definiera claramente la situación contraria, es decir el antónimo.
Frente a la perfección del la utopía el total desastre.
Creo que hace pocos meses algún académico cayó en
que existía una laguna e incorporó la palabra adecuada, ya de uso común en la
ciencia ficción y otros géneros literarios de militancia, como el ecologismo,
el término elegido ha sido distopía. Habida cuenta de cómo evoluciona la
humanidad en todos los ámbitos, mundial, europeo y el español, la incorporación
no solo es oportuna y necesaria, es como si mirando una bola de cristal los
académicos hubieran vislumbrado el futuro.
La Utopía más conocida basada en una religión es
la de Tomás Moro, se trata de una República en la que todos sus habitantes han
alcanzado la felicidad. Esta la alcanzan por la organización, que creen que es
la mejor del Estado. Es un país en el que no existe nada privado, todo es común
y por lo que nadie teme carecer de nada. Les aseguro que el comunismo como referencia
tardó casi 4 siglos, el santo se inspiraba en el cristianismo de los primeros
años.
Hoy la respuesta religiosa se apellida “El
califato”, es decir distopía clara, la RAE ha estado oportuna.
Una obra que me impactó basada en el Socialismo
utópico, Noticias de Ninguna Parte (final del XIX) de William Morris, Escrita en los últimos
años de su vida, Morris volcó aquí muchas de sus ideas sobre política y
sociedad, imaginando un mundo anarco-libertario, situado en Londres, en el que
el capitalismo ha sido abolido por una revolución y donde sociedad y naturaleza
han devenido en hábitats confortables para la humanidad.
Hoy en ese Londres los que han triunfado son los partidarios del “brexit”,
y si miramos ejemplos más próximos nos tropezamos con la CUP como alternativa
anarco-libertaria. En este caso la RAE se adelantó por poco a los
acontecimientos, incorporó distopía en 2014.
Aún cuando no fue escrita con esa intención, para mí La Tercera Ola, del
muy recientemente fallecido, Alvin Toffler,
puede calificarse de la utopía de la sociedad post-industrial, los cambios los
iban a traer los avances de la tecnología en general y de las de la información
en particular: se amplificaría la fuerza mental del
ser humano, los medios de producción se desmasifican, las familias se adaptan a
todas preferencia y mejora la convivencia, etc. lo malo es que un experimento
sociológico con el mismo título de Tercera Ola, en una universidad, demostró que incluso las sociedades más
libres, abiertas y mejor informadas, no están vacunadas contra el atractivo de
ideologías autoritarias y dictatoriales. El hecho de que la democracia enfatice
el individualismo se consideró un defecto de la democracia que puede acabar con
ella. Para demostrarlo hoy han venido Donald Trump y todos los renacidos nacionalismos
que crecen en la UE.
Siguiendo con nacionalismos, el catalán tiene su
libro que puede tomarse como su utopía, “El Mecanoscrito del Segundo Origen”, a
los muchos valores que describe: defensa del valor del conocimiento, de la
amistad, el amor, la esperanza sin límite, puede sumarse uno que para los
nacionalistas sería de la máxima importancia: toda la humanidad futura sería
descendiente de catalanes. Lástima que para ello sería necesario un ataque alienígena
que acabara con la mayor parte de los humanos y que el Adam de la nueva humanidad
sería mulato. Probablemente para muchos de los defensores de las tribus puras
eso lo convertiría en distopía.
Isidoro Gracia
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