Bertrand Russel, estaba
convencido de que el mundo jamás dejaría de sorprendernos. Afirmaba que “está
lleno de magia que espera pacientemente a que nuestro ingenio se afine”. Por su parte García Lorca, con su optimismo
vital desbordante insistía en “no recrearnos en los pensamientos que nos alejan
del bienestar”. Ambos de alguna forma
coinciden en que las personas aboguen por el romance optimista con la vida
desechando las tristezas y melancolías, aherrojando de su lado los aspectos y
personas toxicas. Lo que parece inteligente si tenemos presente que nuestro
paso material por estas tierras, que no de promisión, (con perdón de Abraham y su “pacto”), es relativamente corto, y semeja que hemos de
gozarlo lo más posible, pues las amarguras vienen de oficio.
De nuestros errores, nacen
acunados por la necesidad, auténticos prodigios. Quien nunca ha fallado, no es
que sea perfecto. Simplemente es que no ha vivido. Iluminar la oscuridad es la
respuesta mejor a un problema y la paciencia el arma más importante. Algo tan
liviano como una risa es la terapia más oportuna para mitigar heridas... Y
sobre todo la paciencia. “La paciencia es amarga, pero su fruto es dulce.
Incluso la noche más oscura terminará con la salida del sol”, nos decía muy cabal, Víctor Hugo
Oscar Wilde estaba convencido que
“la gente positiva cambia el mundo, mientras que la negativa lo mantiene como
está”. Es matizable. El optimista puede
en algún momento caer en pecado de exceso mientras el pesimista es el que
valora la necesidad de cambio por que en su desazón, percibe las taras
existentes.
Quizás el término medio es el que aconseja
perseguir metas y esforzarse al máximo, como una de las claves para sentirse
orgulloso y conciliado con la vida.
Nadie que haya dado lo mejor de sí mismo lo ha lamentado. La fuerza motriz es la voluntad. Su impulso es ineludible
para dar cuerpo a toda clase de proyectos. Nunca es tarde para fijarse
metas, lo que es indispensables es saber modularlas. Respetando la sensatez y
la prudencia, no debemos perder la ambición. No olvidemos lo que se decía en
las paredes parisinas en mayo del 68, “seamos realistas y hagamos lo
imposible”. Incluso en los deseos y las fantasías más irracionales hay planes y estrategias factibles. No cabe
hundirse ante un fracaso. A fin de cuentas, es apenas un éxito no logrado. Y a la vez acicate. Los
sueños se pueden volver realidad si tenemos la valentía de
perseguirlos.
El fracaso debe ser solo punto de partida para
retomar un proyecto con más
inteligencia, La mejor manera de olvidar
las malas cosas que la vida depara es poner en valor lo bueno que aporta.
Teniendo presente que cuando una puerta se cierra, otras se abren Las ventanas
de oportunidad varían constantemente, y hay que saber detectarlas. Lo más
positivo suele ocurrir porque lo
precede una situación adversa. Ante cada reto no importa lo lento que se camine
al afrontarlo. Lo trascendente es seguir en pié y caminando...
Soñar es una manera de hacer
planes y estrategias que puede transformarse en realidades. Los tiempos que
corren andan exangües de lírica, y escasamente glorifican el trabajo, el
esfuerzo, menos la razón y el pensamiento, prefiriendo hacer eje, “el triunfo”…
Ganar no los es todo. Aunque suene en algún oído a caduco el lema, lo
importante es participar. Tiene plena vigencia la frase del barón de Coubertin,
que aunque pasó al conocimiento público como creador de los Juegos Olímpicos
modernos, era un brillante pedagogo e historiador, “Lo más importante no es
ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino
esforzarse por conseguirlo.
La vida es bella, es una película
sumamente laureada y de obligado visionado. Magistralmente dirigida e interpretada
por un polifacético Roberto Benigni en el papel de Guido, es un canto a la
ternura y el optimismo vital...La
imaginación mediterránea del protagonista es la coraza en que envuelve a su
hijo para aislarlo de los horrores de la infamia de los nazis, a los que
termina ganando la partida...Guido usa el optimismo que cabalga sobre la
fantasía para justificar la realidad que le rodea...al final de la película lo
plasma en la frase...”Esta es mi historia. Ese es el sacrificio que hizo mi
padre. El regalo que tenía para mí”.
Antonio Campos Romay
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