jueves, 15 de junio de 2017

Cuarenta años no es nada

Aunque soy de los que considero que la transición política española a la democracia no fue modélica, sí valoro el esfuerzo que se hizo para que no quedara todo en agua de borrajas, para que se estableciera un régimen homologable a los más avanzados del mundo y gocemos hoy de la libertad, la prosperidad y el bienestar (no todos, ni mucho menos) que algunos siguen intentando robarnos.

Es cierto que los primeros años de la democracia española estuvieron vigilados por un ejército no profesionalizado, cautivo de la guerra civil y añorante de la dictadura anterior (me refiero, claro, a los generales y oficiales de más edad, pero también a algunos cachorros irredentos). Se pusieron todo tipo de frenos por parte de Alianza Popular (luego PP) para que la democracia no avanzase, para que se quedase en un sistema parecido al de la "restauración" de finales del siglo XIX, pero los sindicatos, la ciudadanía, la mayoría de los partidos, sobre todo la izquierda, consiguieron poner al país en su sitio.

Los siete primeros años del mandato socialista, pilotado por el señor González, fueron extraordinarios, sobre todo con los ministros Maravall, Lluch y otros, pero tras saberse lo de los GAL aquel presidente debió de haber dimitido, no tanto por estar implicado en los crítimes cometidos, sino por haber obstaculizado la acción de la justicia cuando esta perseguía a subordinados suyos. Así no hubiéramos llegado al endiosamiento que tanto ha perjudicado al país con la corrupción de los años noventa y -¿quien sabe?- el señor González podría redimirse para el futuro habiendo dado ejemplo. No lo hizo.

No siempre he tenido esta opinión, porque no siempre he tenido la información de que ahora se dispone. Por lo demás el país se modernizó, se disciplinó al ejército, se le dotó de una profesionalidad que no tenía, se extendieron la educación y la sanidad universales, se puso en orden la Hacienda del Estado, se allegaron muchos más recursos y se pudieron atender muchas más necesidades. La ley de pensiones no contributivas, muy olvidada, fue un logro extraordinario, pero también la revalorización automática de las pensiones, sin dejarlas al albur del Gobierno de turno. Con más recursos se hicieron muchas infraestructuras, que crearon empleo y riqueza, la cual no siempre fue bien repartida, pero el Estado intervino de forma más decidida que en ocasiones anteriores y posteriores. 

La incorporación de tecnócratas a los gobiernos socialistas, más allá de sus aportaciones como personas preparadas, no sirvió de mucho, pues se careció de la sensiblidad social que sí se tuvo, sin embargo, cuando se llevó a cabo la reconversión industrial, operación de gran calado que solo los gobernantes de altura saben llevar a buen puerto. Es cierto que comarcas enteras quedaron muy afectadas, pero no tenía sentido seguir construyendo buques -por ejemplo- cuando la cartera de pedidos había descendido drásticamente en nuestro país, así como mantener unos altos hornos en Sagunto, cuyo origen estuvo en una decisión sin fundamento durante el franquismo.

Los años noventa, como he dicho, y el acceso del señor Aznar al Gobierno, fueron una ruptura de la transición, a mi parecer, privatizando sin sentido patrimonio del Estado, entregando la política exterior a los intereses del presidente Bush (ni siquiera de Estados Unidos) y haciendo participar a España en una guerra ilegal e injusta, cuyos resultados han sido en forma de numerosas víctimas en Atocha y otros lugares. Lo pernicioso del dirigente "popular" está por escribir, pero se verá que no ha servido sino para su medro personal y para satisfacer un ego solo comparable al de cierto político actual, que anda presentando mociones de censura para lucirse en vano.

Éramos jovenes muchos en los años setenta y ochenta, los mejores, los más ilusionantes, los de la entrada de España en la Unión Europea, los de las grandes manifestaciones sindicales, desoidas por aquellos tecnócratas del PSOE a los que antes cité. Luego vinieron desengaños, al menos para los que tenemos la piel política fina, que es la peor que se puede tener según ya explicó en su día Maquiavelo. 

La recuperación del Gobierno en la época Zapatero sirvió, sobre todo, para dos cosas: para extender los derechos civiles a minorías a las que se les habían negado y frenar los ímpetus de una derecha española siempre dispuesta, o a echarse al monte a a deshacer lo conquistado. La crisis económica, negada y mal gestionada por el Gobierno socialista acabó con muchas ilusiones, además de caer el PSOE en un marasmo que de lejos aún pilotaban los dinosarios, que ahora han aprendido una lección con la vuelta del señor Sánchez. 

Los cuarenta años se nos han echado encima como si nada, y sin embargo se han hecho muchas cosas, se ha destinado mucho a educación y a sanidad, a pensiones y al paro, se ha modernizado España y ahora solo queda recuperar para la izquiera un poder político que no será suficiente si, a la vez, no se endereza a banqueros, corruptores y sinvergüenzas de postín, que los hay en España.

L. de Guereñu Polán.