martes, 21 de noviembre de 2017

Psicología de un Govern

"Concierto en el huevo" de El Bosco
Los miembros de un colectivo tienen una psicología individual, como es lógico, pero también pueden proyectar una psicología que es común a todos ellos, aunque con matices. En el caso de los que hasta hace unas semanas eran miembros del Govern de Cataluña, su presidente parece tener la personalidad de un hombre débil e inconsciente, que puede dudar permanentemente lo que debe hacer y termina decidiendo lo peor, en una especie de huida hacia adelante. Se propuso convocar elecciones si se daban ciertas condiciones que nadie le podía garantizar y entonces decició culminar la serie de violaciones de la ley que había iniciado. Se propuso declarar la independencia con el país atento a las pantallas de televisión y se desdijo a los pocos segundos. Convocó a los diputados afines en una sala aneja para firmar una declaración de independencia pero luego no reconoció que lo había hecho. Un cúmulo de despropósitos de los que Cataluña entera, cuando se piense reposadamente en ello, se avergonzará.

Ese President parece que no era un “primus inter pares”, sino más bien un hombre de circunstancias en su ciudad, hasta el punto de que no había sospechado ser alcalde y mucho menos máximo responsable (irresponsable) de la Generalitat, una institución secular a cuyo frente casi siempre ha habido jerifaltes de la nueva nobleza, la que consigue ese estatus mediante el dinero, y en el siglo XX los que han resultado elegidos democráticamente. El Presidente huido no tiene relevancia alguna como se ha demostrado en su partido (le nombró a dedo el señor Mas, complicado en casos de corrupción mediante su partido, cambiado de nombre para disimular), como se ha demostrado durante su mandato, de una pobreza legislativa y ejecutiva inéditas, y demostrado por el nulo apoyo cosechado en Europa, como no sea algún que otro diputado neofascista.

Otra cosa es el señor Junqueras, que creo sabía sobradamente que el “procés” no tenía salida, pero no podía decirlo porque en su partido existe un grupo de presión muy cercano al talibanismo, es decir, al integrismo independentista sin razón ni reflexión alguna, como una cuestión religiosa. El mismo Junqueras lo ha defendido así con lágrimas en los ojos ante un micrófono, pero advertido por quienes más saben, supo muy pronto que una cosa era el romanticismo y otra la realidad. De ahí su silencio en el Parlament y en todo el proceso (se reunió un par de veces con la gris vicepresidenta del Gobierno en torno a una mesa secundaria de un despacho). En el escaño parecía dormirse, sentir que aquello no iba con él, transido de una meditación espiritual muy acorde con su confesado catolicismo antiguo. Por lo que respecta a su gestión económica fue tan pobre, que a la vista está el comportamiento de los miembros más conspícuos del capitalismo catalán.

Otros se apartaron del asunto porque vieron peligrar sus patrimonios, que son acrecidos porque pertenecen a familias pudientes, porque viven en uno de los países más ricos de Europa (Cataluña) y porque el Govern, como otros, se ha guardado de recompensar a sus miembros pingüemente (recuérdese, por poner solo un ejemplo, el caso de doña Neus Munté). Estos son los prácticos: están con el independentismo pero solo si sus patrimonios quedan asegurados, nunca de cualquier otra forma.

También está el que quiere aparentar respeto a la legalidad para pescar en río revuelto (Villa) cuando ya había firmado aquel documento en el que se declaraba a Cataluña independiente varias veces, sabiendo que dicho documento no valía para nada que no fuese querer engañar marcando un hito, fuera del salón del Parlament, en acto ridículo donde cada uno se retrataba partidario de la independencia si quería seguir en el puesto. Luego, ante el juez, “yo advertí que no era legal, que no era posible, que la solución era yo”, dijo el señor Villa vergonzantemente.

¿Y el comunista que está dispuesto a renunciar a serlo con tal de sumarse a la quimera, a lo que se supone es la marcha de los tiempos? Hace falta ser el señor Romeva, hace falta ser falso para vender el alma a un “procés” ilegal, minoritario, que se quiere imponer con nocturnidad, con mentiras. ¿Y el Consejero de Interior que utiliza a las fuerzas del orden para sembrar el desorden, cuando como los demás, había jurado o prometido acatamiento y lealtad al Estatuto y a la Constitución, incluido el artículo 155? Hace falta ser falaz. Hay uno que siendo Consejero de Empresas y Conocimiento se le van las empresas del país sin él conocerlo…

El Consejero de Cultura ingnoró que el mundo de la cutura, los cineastas, los cantautores, los escritores, los actores, los poetas, estaban en su contra y contra el “procés” con alguna excepción que prefiere comer aparte para comer mejor (la frase no es mía). Doña Clara Ponsatí, Consejera de Educación, se empeñó en mantener la aberración de que los alumnos de educación primaria y secundaria tuviesen solo dos clases de lengua castellana a la semana, con el fin de primar a la catalana con cuatro. Hace falta ser poco educada, poco ecuánime, hace falta participar de un sectarismo tan pernicioso para querer combatir la razón con la sinrazón.

Algunos son de derechas, otros de izquierda, unos republicanos confesos desde siempre, otros monárquicos hasta hace tres días, pero traicionan a la monarquía a la que elogiaron y defendieron (incluso sus abuelos en el más acrisolado carlismo) con tal de sumarse a un “procés” que les llevaría a la gloria –decían- y les ha sumido en desdecirse ante los jueces. No conozco ningún caso reciente más claro de incoherencia.

L. de Guereñu Polán. 


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