domingo, 11 de marzo de 2018

Espejismo



Esto es lo que puede ser la gran movilización del pasado día 8 de marzo (me pilló en Madrid y vi el gentío como pocas veces) si no hay un cambio de gobierno en España cuanto antes (no se prevé) y no se complementa con una verdadera lucha contra los principales responsables de la discriminación de la mujer en el mundo del trabajo: los empresarios. Hay que tener en cuenta que muchos de ellos no lo son realmente, sino más bien patronos al estilo del siglo XIX. Sobre ellos no he oído denuncias, quizá ocultas por la tontería de que el movimiento feminista es transversal y no debe politizarse. La lucha contra la discriminación de la mujer es un problema político y necesita respuestas políticas (en el Parlamento y en la calle) porque es un asunto público.

En primer lugar, y salvando la época de las sufragistas, el feminismo ha estado ligado siempre a la izquierda y a movimientos progresistas y transformadores. La derecha lo ha combatido en cada momento como le ha parecido mejor, y solo ahora dice que no es justo se discrimine a las mujeres. El Presidente del Gobierno de España dijo hace unos días que en la brecha salarial entre hombres y mujeres era mejor no meterse, otros dirigentes del Partido Popular han dicho que la huelga del 8-m ha sido planteada para erosionar al Gobierno, etc.

En cuanto a la huelga creo que debemos ser certeros: la planteada por el movimiento feminista no ha triunfado sino en algunos sectores públicos (enseñanza, por ejemplo, donde es fácil al contarse con la entusiasta colaboración de los alumnos) y sí pudo haber tenido cierto éxito la planteada por los sindicatos de parar dos horas. Podríamos estar ante otro ciclo movilizador como el de hace unos años si se unen las reivindicaciones por la igualdad a favor de la mujer con las justas reclamaciones de los pensionistas.

Pero no nos engañemos: la izquierda está desunida en el Parlamento y el Gobierno sigue haciendo de las suyas en minoría. Llegará el momento en que las gentes se pregunten como es posible esto, y no quedará más explicación que recordar la grave responsabilidad que la izquierda en su conjunto está teniendo. El Gobierno (al tiempo me remito) no va a hacer políticas de conciliación familiar porque ha de dar contento a los empresarios; no va a implementar la inspección de trabajo porque este mundo no está entre sus prioridades, como no va a reconocer el derecho de las mujeres pensionistas a un pago justo porque no lo va a hacer ni con los hombres. En esto, el Gobierno de España cumple exquisitamente con la igualdad: tratar mal a nuestros mayores sin miramientos.

En el plano legislativo, por lo tanto, queda mucho por hacer y este Gobierno no lo va a hacer (ya hemos visto como se encuentra la oposición). El papel que debe jugar la educación se verá mermado porque el Gobierno (como se puso de manifiesto estos días) no está dispuesto a dotar al “pacto” de lo recursos necesarios: reformas sin dinero, en materia tan delicada, no son reformas. Ello ha motivado que socialistas y otros abandonasen la comisión correspondiente, por considerar que el Gobierno la ha planteado como una tomadura de pelo más.

Leí hace unos meses que la violencia de género obedece a una sociopatía que no está suficientemente estudiada, por lo que no seré yo el que intente desentrañar causas y medios para combatirla. Tengo el temor de que hayamos de convivir con ella durante algún tiempo (ha existido siempre) y cabe desear que las mujeres denuncien con más frecuencia los casos de acoso y violencia que sufran.

Falta, en todo esto, el análisis de clase: no son lo mismo las mujeres pobres, la miríada de ellas que tienen rentas bajas y sostienen familias menesterosas, que las mujeres patricias, las bien situadas y que incluso tienen comportamientos machistas como no pocos varones. ¿O me van a decir a mí que la señora Botín sufre la misma opresión que la barrendera de mi barrio? Las mujeres, en su conjunto, no forman una clase; entre entras hay clases sociales como entre los hombres, por lo que es a la mayoría de las mujeres a las que hay que tener en cuenta, no a las que se prestan a que las cosas sigan como están.

Las cadenas de televisión incurren con no pocos programas (dirigidos por mujeres) en un machismo aberrante: chicos y chicas se dicen bobadas con la intención de idiotizar a los oyentes y enriquecer a los dueños de las cadenas. El mismo día 8-m, en medio de un programa informativo sobre el feminismo, se interrumpió el programa para la publicidad: un joven apolíneo y casi desnudo se perfumó y apareció sorpresivamente ante un conjunto de mujeres que, al verlo, se desmayaron al unísono (rendidas ante el macho). El anuncio –huelga decirlo- financiaba el programa.

La prostitución ha existido siempre y es de una dificultad extraordinaria combatirla, pero hay países que tienen políticas muy interesantes de penalización al varón que paga por prostituir a mujeres (o a varones). ¿Qué es eso de “trabajadoras sexuales”? Tras esta expresión está la figura del proxeneta que se queda con las plusvalías de la explotación femenina (o masculina). La prostitución no puede ser considerada como un trabajo convencional; es una lacra que se sustenta en el machismo más antiguo, antes incluso de que existiese conciencia de tal concepto. Los periódicos publican anuncios sobre mujeres que se ofrecen a los hombres (o a otras mujeres) para acrecer sus ganancias. No ser papanatas, en tema tan serio, es fundamental. Caer en espejismos puede ser peligroso y hacer todo el camino andado, inútil. 

L. de Guereñu Polán. 

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