martes, 22 de mayo de 2018

Los republicanos y el rey


G. de Azcárate

En un libro de Javier Tusell que leí recientemente (“Alfonso XIII, el rey polémico”), se habla de las relaciones, deliberadas, del rey con personalidades republicanas del mundo de la cultura y de la ciencia en la segunda década del siglo XX. En todo el libro se nota la evolución del rey desde los primeros años del reinado hasta que se fue convirtiendo en el legitimador del golpe de Estado de Primo de Rivera.

El primer personaje que, habiendo sido republicano blasquista en su juventud, aceptó entrevistarse con el rey, es el pintor Sorolla, el cual incluso habría intercedido para que aquel propiciase cierto nombramiento eclesiástico. El rey trató a Sorolla con mucho tacto, sabiendo que ya había triunfado en Estados Unidos con su obra y se estaba construyendo un palacete (que hoy es la sede del Museo Sorolla) en Madrid.

En 1913 hacía poco que se había fundado el Partido Reformista de Melquíades Álvarez; en ese mismo año se fundó la Liga de Acción Política de Ortega y Gasset y Sorolla había sido nombrado vocal del patronato del Museo del Greco, cuyo creador había sido Benigno Varela, donando al Estado dicha institución en 1910 (no obstante, Varela era monárquico). Al mismo tiempo se había apartado al conservador Maura del poder tras los graves sucesos de la “semana trágica” de Barcelona en 1909. El Partido Socialista ya contaba con representación en el Congreso de los Diputados (un solo escaño) y, en general, se estaba produciendo la eclosión de lo que luego se ha llamado la “edad de plata” de la cultura española, con la generación de 1914.

Otras personalidades que tuvieron cierto acercamiento a la persona del rey (no a la monarquía) fueron Bartolomé Cossío y Giner de los Ríos, ambos de la Institución Libre de Enseñanza. Reconocimiento al rey también tuvo Melquíades Álvarez, que en un mitin en Murcia alabó la postura del monarca al haber apartado a Maura del poder.

En esta época Alfonso XIII recibió, a invitación suya, a Bartolomé Cossío, Director del Museo Pedagógico a la sazón, Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina y a Gumersindo de Azcárate, presidente del Instituto de Reformas Sociales. Todas las entrevistas fueron fructíferas para el rey, que se mostró receptivo a las diversas visiones liberales de estas personalidades, incluso republicanas en la mayor parte de los casos. Azcárate, quizá el más prudente de todos los citados, pidió que la visita que haría al monarca fuese conocida y refrendada por el Gobierno, presidido entonces por Romanones, lo que este hizo con mucho gusto.

En estas entrevistas se habló de la democratización del país, de la necesidad de contar con los partidos republicanos en caso de problemas graves, de educación popular y de otras cuestiones sociales. Las declaraciones que hicieron la mayoría de estas personalidades tras su entrevista con el rey fueron laudatorias y la prensa reaccionó de diversa manera ante el acercamiento de la monarquía al liberalismo cultural, científico y republicano. La conservadora criticó este “maridaje” o se mostró renuente a que se prolongasen los contactos. La liberal y republicana mostró su aprobación, pues permitía avistar una evolución de la monarquía hacia lo que ya se sabía de la británica y la italiana, verdaderas referencias para las izquierdas dinásticas.

La primera guerra mundial demostró que los sucesivos gobiernos (el primero el de Dato) no consiguieron aquella democratización que solo se esbozó en las entrevistas con el rey. La neutralidad española permitió negocios extraordinarios a banqueros, terratenientes e industriales, que se convirtieron en suministradores de productos y receptores de capitales foráneos sin que ello repercutiese en la gran masa de la población, y respuesta a ello fue la gran huelga general de 1917. Precisamente después de esto, y más aún a partir de Annual (1921) la deriva del rey hacia una “solución” militar acabó con toda esperanza por parte de demócratas y republicanos. Fue la tumba política del monarca (y de la monarquía por mucho tiempo).

Cuando algunos aprendices poco afanosos en formarse, ponen el grito en el cielo por la lealtad constitucional de la verdadera izquierda española actual con la institución monárquica (resultado del pacto constitucional) antes de lanzar sus soflamas debieran conocer los intentos de las personalidades citadas aquí, que no fueron las únicas, y distinguir entre los principios y el día a día de la política.

L. de Guereñu Polán.




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