martes, 5 de junio de 2018

El caso del PNV



El Partido Nacionalista Vasco, que si no me equivoco es el más antiguo de España con la excepción del socialista, es peculiar. ¿Recuerda alguien la celebración de un congreso por parte de estos nacionalistas vascos? Más allá de la crisis que sufrió, con división subsiguiente, por las diferencias entre los seguidores de los señores Garaicoetxea y Arzalluz, que ya ha sido superada hace bastantes años, el PNV suele tener tres cabezas con los papeles muy definidos, con poderes distintos pero muy influyentes: el lehendakari (cuando ha gobernado, que es casi siempre), el Presidente del Bizkai Buru Batzar, y el portavoz en el Congreso de los Diputados. Este es el encargado de procurar en Madrid los beneficios que, en cada caso, deba recibir Euzkadi, pero también es el negociador con el Gobierno y otros grupos parlamentarios, lo que da una gran cantidad de información y, por lo tanto, influencia.

He dicho “procurar” porque los diputados de los partidos nacionalistas o regionales se comportan, en no pocas ocasiones, como los antiguos procuradores medievales en las Cortes, iban a la capital a procurar beneficios para los grupos sociales a los que representaban en sus respectivos territorios. A cambio, en el caso de los medievales, ofrecían su apoyo al monarca para exigir el pago de impuestos; en el actual régimen español, al Gobierno de turno sin importar de que signo político es. Ello les hace aparecer como partidos bisagra que permiten formar y desformar gobiernos cuando no hay mayoría absoluta. Recuerdo un debate en la televisión pública de la transición, donde el señor Arzalluz fue preguntado por la situación del PNV en el espectro político español: en el centro, dijo, o centro izquierda, lo que muestra una indefinición muy buscada, pero con la que no estoy de acuerdo y a los hechos me remito.

No sé en que medida aquella división del poder (asimétrica) entre tres cabezas, que siempre son hombres, es lo que explica la innecesariedad de congresos o elecciones primarias (estas últimas suenan a chino en el caso del PNV). Es un partido conservador, tanto por sus orígenes carlistas y clericales como por su comportamiento a lo largo de la historia, pero casi siempre ha estado al lado de la democracia en España. Lo que no le puede tocar Madrid al PNV (según este) es el cupo que nació en el siglo XIX y los intereses que defiende, que son los del empresariado vasco, un empresariado atomizado en forma de pequeñas y medianas empresas con una tradición gerencial bastante moderna, lo que contrasta con los caseríos y el mundo rural tradicionalista (por nacionalista) que aún conserva muchos resabios del pasado, vivero de votos del PNV y que explica su conservadurismo.

El PNV tiene, a su vez, un importante sindicato (ELA-Solidaridad de Trabajadores Vascos) que mantiene junto con la patronal de pequeñas y medianas empresas un consenso bastante reconocible en las relaciones laborales, que se complementa (para beneficio del PNV) con su defensa de posiciones nacionalistas casi siempre legalistas. Es una articulación del país, en lo social y en lo político, que ha hecho –junto con razones históricas- un gran instrumento para el PNV. La Iglesia vasca, en su mayoría, también está con el nacionalismo, por lo que ya tenemos el conglomerado que ha permitido gobernar casi siempre al PNV, no pocas veces con el apoyo socialista, como en la actualidad. Recuerdo al socialista Enrique Mújica decir que, en Euzkadi, el PSOE debía contar siempre con el PNV salvo en aquello que repugnase, procurando con ello una gran estabilidad que rompió el PNV con el señor Ardanza y la salida de los tres consejeros socialistas del Gobierno vasco. El tema de la violencia etarra estaba de por medio.

En el momento actual se acusa al PNV de haber “traicionado” al PP con motivo de la moción de censura al señor Rajoy, pues aquel partido acababa de apoyar los presupuestos del Estado presentados por el último con importantes partidas para Euzkadi. Tal cosa, de ser cierta, habría que extenderla a los otros diputados que apoyaron los presupuestos y luego no apoyaron al señor Rajoy: los dos regionalistas canarios. En todo caso el PNV y los “procuradores” canarios están a lo suyo: recursos para sus territorios.

Cuando hablamos de Euzkadi no debemos olvidar dos casos particulares: la provincia de Álava, muy castellana por su geografía e historia (tanto que incluso conservó sus foros durante el franquismo) y el mundo industrial de Vizcaya, tantas veces denostado por los antiguos nacionalistas, no por los nuevos. Por lo tanto, como en el caso de Cataluña y cualquier otra comunidad, no hay que confundir la preeminencia del PNV en Euzkadi con la uniformidad, que no existe, como no existe unanimidad nacionalista en Cataluña muy a pesar de sus partidarios.

Históricamente Bilbao nunca ha jugado el papel de Barcelona en cuanto a conflictividad social se refiere: no hubo allí un rechazo a la intervención en Marruecos como en Barcelona, no hubo allí un sindicalismo anarquista como en Cataluña, no hubo en Euzkadi (excepción hecha de ETA) una propensión a la ilegalidad como sí en Cataluña, ilegalidad que se remonta a la guerra de los “matiners” a mediados del siglo XIX y así sin solución de continuidad, incluso durante momentos muy diversos del franquismo (ilegalidad, en este último caso, legítima).

L. de Guereñu Polán.

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