sábado, 20 de octubre de 2018

Desinformar: esa es la consigna


Un tribunal de Justicia ha obligado a la empresa donde trabaja la hija del ex presidente Chaves (de Andalucía) a devolver 10,1 millones de euros que había recibido de la Junta. Esta es la noticia que dio hace unos días uno de los periódicos de la caverna, al que no le importa la noticia en sí, sino deteriorar la imagen del ex presidente y del Partido Socialista de paso. La hija del señor Chaves no es directiva de la empresa, sino una simple empleada, por lo que no ha tenido influencia alguna para que se produjese aquella ayuda que ahora ha de repararse.

Este es solo un ejemplo de cómo entienden el periodismo los directores y otros personajes relacionados con el mundo de la información, que emplean sus medios no para informar, sino para todo lo contrario, si con ello contribuyen a la lucha partidaria a favor de la derecha política.

Desde que Thomas Carlyle se refiriese a la prensa, hace casi dos siglos, como el cuarto poder, aquella ha venido ejerciendo una influencia creciente en la opinión y, en ocasiones, ha corregido severamente (incluso para bien) la acción de los gobiernos (recuérdese el caso Nixon). Conscientes de esto, los directores y dueños de los medios de comunicación conservadores, integristas e incluso reaccionarios, emplean el más zafio sectarismo para desinformar a la población. La prensa debe de ser independiente del poder político, pero no lo es de las empresas dueñas, por lo que, teniendo estas intereses, influyen para que sus medios de comunicación hagan todo lo posible para torcer la voluntad de los electores.

Hay en España, como en otros países, buenos ejemplos de prensa de la caverna, que no ha tenido el más mínimo inconveniente en titularse “monárquica” o de otras maneras. Siendo así, esa prensa se convierte no en un medio decente de información, sino en prensa de partido, por lo que suele tener menos lectores que la prensa “independiente”. Esto cabe para las cadenas de televisión, hoy verdaderos emporios que concentran su poder “informativo” y de los periódicos digitales, donde al lado de algunos que hacen gala de una independencia notable, otros no son más que sucedáneos de los periódicos en papel cavernícolas.

Sé que hay un debate, desde hace tiempo, acerca de las funciones de los periodistas, de sus códigos deontológicos y del papel que la información debe jugar en el mundo, pero ese debate se queda, en muchos casos, en pura teoría porque prevalecen otros intereses. Periódicos españoles como ABC, El Mundo, La Razón, OKdiario (este último digital) suelen desinformar con fruición, como lo hacen algunas cadenas de televisión, entre las que TV3 catalana se lleva la palma.

Ello no impide que, en esa prensa de la caverna, trabajen periodistas que hacen gala de una gran profesionalidad, y que no se sienten identificados con los dueños, los directores y con la línea editorial de sus periódicos. Esto se puede ver en los escasos debates televisados, donde periodistas de medios conservadores y cavernícolas tienen opiniones muy independientes y críticas.

La prensa democrática, la más fiel a los principios del periodismo como disciplina social, ha pasado, como todo en la vida, por diversas situaciones, pero en general el saldo es positivo, y en una lucha titánica con las nuevas tecnologías (que también han incorporado) siguen existiendo los periódicos en papel que merecen elogios por su esfuerzo de veracidad.

Hay emporios empresariales, de los que en España cabría hablar de Vocento y el Grupo Prisa, que van más allá del periodismo y lo que les interesa es una gestión empresarial compleja donde lo principal es ganar dinero. Así Vocento, junto a periódicos de ámbito regional, está interesado en potenciar el diario ABC, de gran tradición monárquica y de apoyo al régimen del general Franco. Ahora este diario, que ha resurgido de sus cenizas gracias al capital de Vocento, juega un importante papel a favor de la derecha política desinformando con harta frecuencia.

El Grupo Prisa es otro ejemplo de empresa para hacer dinero a favor de sus propietarios, juntando publicaciones de calidad con otras que adocenan lo que pueden con el deporte (no el de base, sino el viciado por el dinero).

Otros grupos mediáticos tienen la función, más que de informar, de servir a sus amos, como es el caso de la clerical COPE, Atresmedia, Mediapro… No se acaban aquí los medios de comunicación en España, donde el periodista es una gota en un diluvio de dinero e intereses ajenos a la información veraz y contrastada. La libertad de prensa exige, a su vez, lectores críticos, para no dejarse llevar por la marea de la desinformación. Lo contrario es permitir que la democracia se debilite y los carroñeros de la política consigan torcer la voluntad de unos electores no siempre formados en los vericuetos de mundo moderno.

L. de Guereñu Polán.

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