lunes, 15 de octubre de 2018

El regencialista Fraga


Creo que fue el historiador Gabriel Cardona el que explicó en una de sus obras el maridaje de Manuel Fraga, como ministro de Franco, con aquellos que, para cuando hubiese muerto el dictador, preconizaban no una monarquía (y muchos menos democrática) sino un régimen regencialista donde una serie de regentes se fuesen sucediendo en la Jefatura del Estado. Los testimonios de muchos de los alumnos de Fraga hablan de cómo este daba nada menos que dieciocho razones por las que España no debía constituirse en monarquía.

Quizá Fraga, una vez aureolado desde 1962 con el nombramiento como ministro, pensó que, llegado el tiempo, podría ser él uno de esos regentes, aunque antes le tocaría el turno a Muñoz Grandes, Alonso Vega, Carrero o algunas otras de las joyas de aquellos gobiernos franquistas. Como desde 1959 se habían incorporado a los gobiernos de Franco personajes procedentes del Opus Dei, que defendían el arrinconamiento de la Falange y la aprobación de una Ley Orgánica del Estado (que se aprobó mediante referéndum en 1966) que terminase de institucionalizar la dictadura, Fraga, opuesto a ellos, se alineó con otras joyas como Solís Ruiz, Jorge Vigón y Nieto Antúnez para desechar toda idea monárquica y optar por sucesivas regencias. 

El mismo Franco debió de ser consciente de la excepcionalidad de su régimen, hasta el punto de que pidió a Juan de Borbón que su hijo se educase en España bajo su vigilancia con el fin de que le sucediese al frente de un país donde la democracia no pudiese tener cabida. Es cierto que también albergó la idea de que fuese Alfonso de Borbón, que se había casado con una nieta suya, el que le sucediese, pero desechó esta idea ante lo forzado de la misma, pues había no pocos monárquicos en el régimen que estaban con el hijo de Alfonso XIII.

La falta de realismo de Fraga pone de manifiesto que, una vez más, se fue adaptando a lo largo de su vida a las diversas situaciones que le permitiesen medrar sin más miramientos. Los sucesivos regentes que sucediesen a Franco, por supuesto, continuarían su obra y nadie mejor dotado para ello que el ya por entonces autoritario y enérgico Fraga. Como Ministro de Información y Turismo, él fue el que organizó la propaganda para que el "sí" a la Ley Orgánica del Estado triunfase, de forma que Fraga explicó a los españoles que votar sí era votar a Franco.

No se ha dicho suficientemente que la Ley de Prensa patrocinada por Fraga, y aprobada también en 1966, tuvo como principal intención permitir que los periódicos y otros medios aireasen cuanto pudiesen los desmanes en los que ya habían caído algunos enemigos políticos de Fraga, particularmente los “tecnócratas” del Opus Dei: véase el caso Matesa, del que Fraga tenía información de primera mano.

Cuando el dictador murió y España se preparó para dar cabida a la oposición democrática, Fraga se hizo acompañar, para fundar Alianza Popular, de joyas como Martínez Esteruelas (que en las elecciones de 1977 ni siquiera fue elegido diputado por Teruel), Silva Muñoz (un reaccionario donde los haya), López Rodó (uno del Opus y tecnócrata que ahora se arrimaba al antes adversario), Thomas de Carranza (quizá la medianía más clara de ellos), Licinio de la Fuente (ministro contra los sindicatos democráticos) y Fernández de la Mora (ideólogo que preconizó con verdadero deseo el fin de las ideologías). Todos ellos habían formado sus pequeños partidillos entre los que aspiraban a un lugar bajo el sol democrático (no se sabía entonces qué democracia) y, en el acto de presentación de la flamante Alianza Popular, Fraga, en el centro, declaró a los periodistas que solo él hablaría y solo él contestaría a las preguntas. Ya que no podría ser regente, al menos caudillo de un pequeño partido que cosecharía no pocos malos resultados.

Y cualquiera puede leer en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, las posiciones laudatorias de Fraga en la ponencia Constitucional a favor de la monarquía… Eran otros tiempos, pero no tan lejanos, para los que el viejo conservador, colaborador de una dictadura criminal, se disponía a una nueva andadura oportunista.

L. de Guereñu Polán.

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