China es una gran
potencia no ya militar, cuyo origen está en el sistema comunista de partido
único; es también una gran potencia demográfica, en recursos naturales, en
tecnología y más concretamente en inteligencia artificial (no sé si por delante
de Japón y Estados Unidos). Y además se trata de un Estado no democrático cuyos
dirigentes administran gigantescos recursos sin control alguno por parte de la
población, nacional e internacional. Solo la diplomacia y el contrapeso de
otras potencias, las citadas y la Unión Europea, pueden servir de freno a los
caprichos de las autoridades chinas.
Además hay muchos
chinos fuera de China que, en una guerra tecnológica, propagandística y
cultural futura (o no tan futura) podrían servir de quintacolumnistas a la
dictadura china. Miles, si no millones, de científicos y técnicos chinos están
trabajando para el Estado, aunque existan empresas privadas que, por su parte,
también están fuertemente vigiladas por el partido único.
En materia de
inteligencia artificial resulta paradójico que se puedan llegar a crear robots
con capacidades neuronales, sabiendo tan poco los científicos sobre el cerebro
humano (lo reconocen todos a la menor ocasión que tienen). Y si sabemos tan
poco de nuestras neuronas ¿cómo será posible dotar a la inteligencia artificiar
de sentimientos? En todo caso creo que antes que temer a los robots debemos
seguir temiendo a los seres humanos.
Ya hay investigaciones
para llegar a superordenadores que ayuden a los oncólogos en la curación del cáncer
en sus diversas variables, pero en varios foros (el más importante, quizá, la
Unión Europea) se lucha para no herir la dignidad del paciente en el caso
citado de la medicina; es decir, los avances tecnológicos, sin la ética, son
una amenaza brutal, definitiva.
¿Qué decir de la
inteligencia artificial en materia de armamentos, incluidas las armas
biológicas? Si dicha inteligencia artificiar no está sujeta a la acción humana,
a la ética ¿a dónde nos conducen estas especulaciones? ¿O es que vamos a
confiar en que los robots creen sus propias normas éticas? Imaginemos la
inteligencia artificial en manos de terroristas o de Estados no democráticos
(el caso de China es el más probable) e incluso de grupos privados con
monumentales intereses económicos.
Por de pronto ya he
podido ver cómo un asistente de Google reserva turno en una peluquería
suponiendo que lo hace a favor de un cliente. ¿Y si actúa autónomamente y no
existe tal cliente? ¿Y si en vez de reservar turno en una peluquería se trata
de acciones menos inocentes? Podría darse el caso de que la máquina de Google hackease a una, a muchas personas,
resultando que estaríamos fuera de control. He leído a uno que forma parte de
un comité de ética en la Unión Europea (no recuerdo el nombre) que debe
legislarse para que cuando alguien hable con una máquina (telefónicamente, por
ejemplo) la persona deba ser advertida de que la máquina no es un humano.
El cine ya imaginó hace
muchos años personas con apariencia humana, con sentimientos, que bajo sus
ropas no eran sino máquinas, por lo que la alucinación a la que podemos llegar
ya fue plantada toscamente hace tiempo. Incluso se han llegado a fabricar
aplicaciones para el ordenador por medio de las cuales podemos hablar con una
máquina a la que se le han “incrustado” las características, la voz, los
sentimientos de una persona fallecida con la que sus deudos desean seguir
teniendo conversación…
Se trata de
alucinaciones que parecen estar a la vuelta de la esquina, como las oraciones o
las creencias en seres y dioses que han existido siempre. Si estas
alucinaciones sociales (aplicaciones que nos hacen ver lo que no es real como
real) se imponen, si al mismo tiempo no hay un buen desarrollo legislativo en
el campo de la ética, estamos muy perdidos, máxime si estas alucinaciones
sociales pueden ser comercializadas por estados como China, o como el hacker Putin…
¿Y si las decisiones políticas
pudieran verse contaminadas por “seres” artificiales inteligentes, capaces
mediante algoritmos y cookies de
conocer lo suficiente para condicionar aquellas decisiones? El ser humano tiene
instrumentos para corregir los terribles vicios que solo han empezado a ser
enunciados, pero con regímenes como el chino –y no es el único- podemos
temernos lo peor.
L. de Guereñu Polán.
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