Lorca apellidaba con tal calificativo a la sociedad reaccionaria, enemiga de la cultura y contraria al progreso. Feroces tridentinos, insolidarios, usureros, elitistas, mezquinos y ramplones. Caldo de cultivo del golpe de Estado que se llevó por delante la República.
Hoy los putrefactos que nos decía Lorca emponzoñan la política y todas las áreas de la vida colectiva. La azuzó Aznar de la mano de M. Angel Rodríguez, alias Mar. M punto Rajoy corrompió las entrañas del estado democrático. Casado, aprendiz de brujo, no hizo ascos a la doctrina putrefacta, pero quedó varado en aprendiz al cruzarse con una fruta que resultó bruja diplomada.
Y en esto llegó el comandante Feijóo y NO mando parar. Quia!. Taimado, le duró la careta moderada hasta que la frutera de la Puerta del Sol y su tutor le explicaron de que iba la cosa. Tras poner la cabeza de su antecesor en la pica, se mimetizó en la derecha mas extrema sumergiéndose entusiasta en el lodo. Calumnias, bulos, difamaciones, noticias falsas, la mentira como argumento, y en la nuca los esqueletos que pueblan Génova. Nada que le resultase nuevo. Venia enseñado.
Se esmeró en corromper la política hasta hacerla repudiable para la ciudadanía. Desestabiliza las instituciones con evidente desprecio. El honor a la verdad y su palabra están reñidas. Convierte el Senado en pista circense de erráticas estrategias para derribar el Gobierno. Descalifica la representación del Congreso y de las Agencias estatales de control y supervisión incluyendo la Guardia Civil y su División de la UCO cuando sus informes no se ajustan a su deseos. Considera al Tribunal Constitucional “cáncer del Estrado de derecho”. El Fiscal General del Estado es una “una pieza a cobrar”. Blanquea a VOX y lo introduce en las instituciones hasta que estos le dan calabazas en un desencuentro amoroso. La Constitución para el es algo a manosear e incumplir cuando no acomoda a sus intereses. En su estulticia, burdo enemigo del Estado de Derecho, se cree estadista.
No cabe sorprenderse que con estos antecedentes y tras la feroz labor coral de zapa deshumanizando la figura del Presidente del Gobierno asistamos en el Palacio de la Moncloa a la ordinariez de un pazguato cuya único merito es cocear el balón con acierto. Muestra la grosería del virus putrefacto con mirada torva, carente de gallardía para ver a los ojos a su interlocutor.
Es comprensible que haya quien sospeche que se está peinando un golpe de estado “blando”. Blando como el pliegue de una toga. De los que sin despeinarse obligan a dimitir por vía de ejemplo al ex-primer ministro portugués Antonio Costa, hoy Presidente del Consejo Europeo. A posteriori un Tribunal desmontó la operación judicial que forzó su dimisión. Un lamentable “error” que propició un nuevo gobierno, “por supuesto conservador”.
Golpe largamente orquestado en discretas capillas, y con el encargo añadido de, “quien pueda hacer que haga”, Eficazmente ambientado con la indispensable cobertura mediática. Cabe recordar lo dicho por Ansón, monárquico, derechista y ex-director de ABC, La Razón, etc: "Había que terminar con Felipe González, ésa era la cuestión. Al subir el listón de la crítica se llegó a tal extremo que en muchos momentos se rozó la estabilidad del propio Estado. Eso es verdad. Tenía razón González cuando denunció ese peligro. Pero era la única forma de sacarlo de ahí (La Moncloa)”
Rotundo y bien peinado, el juez Aguirre proclama “Al Gobierno le quedan dos telediarios alemanes. Y ya está. A tomar por el culo”. (sic). ¡No hay más preguntas Señoría!…
PD. Es penoso ver a un otrora respetado González, jaleado y formando parte de la jauría que contribuyó a su salida de La Moncloa, afanado en apuñalar al Presidente de España, por presidir, que horror, un Gobierno de Progreso. “Cosas veredes amigo Sancho, que farán fablar las piedras”.
*Antonio Campos Romay ha sido diputado en el Parlamento de Galicia.