Hasta finales del siglo XIX los socialistas
españoles del PSOE no prestaron casi atención a la educación de las clases
trabajadoras en sus publicaciones, quizá porque la organización era pequeña
aún, porque las dificultades eran grandes y porque los primeros resultados de la Institución Libre
de Enseñanza, nacida en 1876, no había dado aún suficientes frutos. En efecto,
comenzado el siglo XX, el socialismo español se acercará a aquella Institución
krausista y la colaboración entre ambas partes será fecunda.
“La Revista Socialista”
existió entonces y en sus páginas se trataron con frecuencia asuntos
relacionados con la educación académica de los trabajadores. También en “La
Nueva Era”, “La Lucha de Clases” y “El
Socialista”, periódicos que sufrirían los avatares de la lucha política, sobre
todo en 1917, durante la dictadura de Primo de Rivera y a partir de octubre de
1934. Nada que decir tras la guerra civil…
El Archivo Histórico Nacional guarda importante
documentación sobre la labor de los socialistas en el campo educativo y otro
tanto puede decirse de la Fundación Pablo
Iglesias. Entre 1928 y 1934 los “Almanaques de El Socialista” también dedicaron
una atención incluso especializada a la educación del obrero.
Pero antes hay que contar con Álvaro Ortiz,
fallecido en 1907, tipógrafo republicano que ingresaría posteriormente en el
PSOE, dirigiendo “La
Ilustración del Pueblo” y “La Ilustración Popular”,
publicaciones efímeras que salieron a la luz solo durante 1897. El aragonés
Joaquín Dicenta publicó una revista, “Germinal” (de resonancias
revolucionarias) también en 1897, donde se trataron temas muy variados sobre la
educación del obrero y donde colaboró Nicolás Salmerón.
Más tarde García Quejido publicó “La Revista Socialista”
entre 1903 y 1906 y, fuera de Madrid, algunas ciudades contaron con
publicaciones vinculadas al PSOE como es el caso de Valencia (“Adelante”), Vigo
(“Solidaridad”), Oviedo (“La Aurora Social”)
y Alicante (“El Mundo Obrero”). La influencia de la Institución Libre
de Enseñanza se materializó por medio de J. Besteiro, L Luzuriaga, F. de los
Ríos y R. Llopis, sobre todo. Este último, que era profesor y la pedagogía fue
su formación preferente, colaboró con muchas publicaciones sobre la educación
del obrero, e igualmente el historiador Ramos Oliveira, J. Zugazagoitia (que
fue director interino de “El Socialista” desde 1932 y confirmado en el XIII
congreso del PSOE en ese puesto) y J. Álvarez del Vayo entre otros.
El trabajo que más tarde realizó la Federación de
Trabajadores de la Enseñanza
está fuera de toda duda, pero muchos autores se han preocupado –a pesar de la
desaparición de mucha documentación del PSOE a causa de la huelga de 1917 y de
la guerra civil de 1936- de los esfuerzos del PSOE por la educación del obrero.
Las casas de pueblo, que no eran la sede de cada agrupación socialista, sino un
centro al que se invitaba a todo aquel que quería acudir, fueron locales donde
se leyó, se discutió, se enseñó y se aprendió lo que la escuela oficial no pudo dar a
los trabajadores hasta 1936.
Particularmente interesantes son las
aportaciones de Víctor Arbeloa, M. Tuñón de Lara, J. C. Mainer, M.
Puelles Benítez y J. L. Guereña, pero no son los únicos, como ha puesto de
manifiesto F. de Luis Martín. Asuntos como la organización obrera, las escuelas
nuevas, la Rusia
de la revolución, el teatro, la escuela laica, enseñanzas sobre tipografía y
metalurgia, la colaboración de maestros y otros muchos aspectos no pueden ser
olvidados, han de ser referentes para un tiempo nuevo, pero con un testimonio
verdaderamente ejemplar.
Cumpliéndose este año el centenario de la muerte de Gumersindo de Azcárate, bueno será recordar no su obra, que ya lo harán otros y es de sobre conocida, sino el vínculo entre sus ideas y las de muchos socialistas que supieron de la ILE.
(Arriba, la Casa del Pueblo en Vigo).
L. de Guereñu Polán.
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