Si el próximo día 28 de este mes
se confirma la elección del señor Bolsonaro como Presidente de Brasil, se habrá
dado un enorme paso atrás en la consecución de un estado moderno y justo, que
empezó a resquebrajarse cuando miembros cualificados del Partido de los
Trabajadores, y otros allegados, incurrieron en graves casos de corrupción.
El 46% de los votos para el señor
Bolsonaro solo se explica cuando la derecha de un país se echa en manos de la
extrema derecha porque le resulta más rentable que correr riesgos con la
democracia. El papel del Presidente Temer no debe ser menor, también, en este
fenómeno. Así es como Mussolini consiguió afianzar su régimen en Italia desde
1922, Hitler con el apoyo de von Papen y el general Franco tras su victoria en
la guerra de 1936. Cuando un país tiene una derecha democrática que no claudica
de los principios que dice defender, no se suelen dar estos fenómenos en los
que un dirigente de extrema derecha obtiene tantos apoyos. Los errores de la
izquierda también ayudan.
Según he leído el éxito del señor
Bolsonaro viene ya de atrás, pues parece que el Brasil rico, el del sureste, le
está apoyando contra el Brasil más pobre. He leído también que justifica la
tortura para obtener confesiones de los reos, que ha cambiado nueve veces de
partido (en lo que demuestra su oportunismo y falta de lealtad) y que justificó
la dictadura militar de 1964. Tiene varios asuntos con la Justicia, pero
también los tiene el señor Lula da Silva y no pocos políticos siguen ese mismo
curso en España, por lo que, en esto, no es novedad.
Pero ¿qué significa apoyar la
dictadura brasileña de 1964? Equivale a que algún candidato español se
presentase apoyando la dictadura del general Franco. Significa poner por encima
el poder de los militares sobre los civiles, aceptar la suspensión de la
Constitución, eliminar los partidos políticos o reconocer la legalidad solo a
los afines, suprimir la libertad de prensa, no garantizar derechos elementales
y dar rienda suelta la violación de los derechos humanos. Aunque la dictadura
brasileña acabó con el Presidente Sarney, lo cierto es que este había sido un
colaborador de aquel régimen, por lo que la normalidad democrática no llegó a
Brasil hasta el mandato del Presidente Cardoso en 1995, después del corrupto
Collor de Melo.
Bolsonaro puede que sea fascista,
cuyo mandato, de producirse, traerá inestabilidad a Brasil y grandes
movilizaciones por parte de la población que no se sienta representada con
aquellas ideas. La izquierda brasileña, por su parte, tendrá que hacer un
esfuerzo titánico para que las instituciones democráticas no sean
desmanteladas, lo que es propio de personajes como Bolsonaro a lo largo de la
historia.
Poner en manos de Bolsonaro la
administración de un país con más de 200 millones de habitantes, con una
riqueza anual de 1,8 billones de euros, es apostar por mayor gasto en defensa y
menos en educación y sanidad y apostar por el aumento de la economía sumergida
para falsear la actual tasa de desempleo (a principios de 2016, poco más del
8%). Poner en manos de Bolsonaro una balanza comercial muy favorable en la
actualidad equivale a poner en manos de unas pocas familias la administración
de los intereses públicos…
¿Por qué, entonces, la población
brasileña, mayoritariamente, da su voto al señor Bolsonaro? Las causas están en
el arcano de la sociología electoral que no estoy en condiciones de aclarar,
pero en los errores de la izquierda, sobre todo con la corrupción como telón de
fondo, se explica parte de ello.
¿Y si el candidato de la
izquierda, el señor Haddad, fuese capaz de concitar todos los apoyos para
superar el 50% de los votos? Entonces sería como una segunda oportunidad, como
un rearme de la democracia contra el fascismo en un estado importantísimo no
solo de América sino del mundo. Haddad necesita el apoyo de los electores de
muy distinto color político, que debieran apostar por mantener a Brasil en la
democracia contra el fascismo. También podría ocurrir que el abultado resultado
de Bolsonaro en la primera vuelta asustase a algunos de sus votantes que, en la
segunda, se quedasen en casa. Difícil. Brasil tiene ante sí un futuro amenazado
por fuerzas que, siendo originariamente europeas, se permiten ahora amenazar la
democracia en todos los continentes.
L. de Guereñu Polán.
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