sábado, 13 de octubre de 2018

Brasil amenazado


Si el próximo día 28 de este mes se confirma la elección del señor Bolsonaro como Presidente de Brasil, se habrá dado un enorme paso atrás en la consecución de un estado moderno y justo, que empezó a resquebrajarse cuando miembros cualificados del Partido de los Trabajadores, y otros allegados, incurrieron en graves casos de corrupción.

El 46% de los votos para el señor Bolsonaro solo se explica cuando la derecha de un país se echa en manos de la extrema derecha porque le resulta más rentable que correr riesgos con la democracia. El papel del Presidente Temer no debe ser menor, también, en este fenómeno. Así es como Mussolini consiguió afianzar su régimen en Italia desde 1922, Hitler con el apoyo de von Papen y el general Franco tras su victoria en la guerra de 1936. Cuando un país tiene una derecha democrática que no claudica de los principios que dice defender, no se suelen dar estos fenómenos en los que un dirigente de extrema derecha obtiene tantos apoyos. Los errores de la izquierda también ayudan.

Según he leído el éxito del señor Bolsonaro viene ya de atrás, pues parece que el Brasil rico, el del sureste, le está apoyando contra el Brasil más pobre. He leído también que justifica la tortura para obtener confesiones de los reos, que ha cambiado nueve veces de partido (en lo que demuestra su oportunismo y falta de lealtad) y que justificó la dictadura militar de 1964. Tiene varios asuntos con la Justicia, pero también los tiene el señor Lula da Silva y no pocos políticos siguen ese mismo curso en España, por lo que, en esto, no es novedad.

Pero ¿qué significa apoyar la dictadura brasileña de 1964? Equivale a que algún candidato español se presentase apoyando la dictadura del general Franco. Significa poner por encima el poder de los militares sobre los civiles, aceptar la suspensión de la Constitución, eliminar los partidos políticos o reconocer la legalidad solo a los afines, suprimir la libertad de prensa, no garantizar derechos elementales y dar rienda suelta la violación de los derechos humanos. Aunque la dictadura brasileña acabó con el Presidente Sarney, lo cierto es que este había sido un colaborador de aquel régimen, por lo que la normalidad democrática no llegó a Brasil hasta el mandato del Presidente Cardoso en 1995, después del corrupto Collor de Melo.

Bolsonaro puede que sea fascista, cuyo mandato, de producirse, traerá inestabilidad a Brasil y grandes movilizaciones por parte de la población que no se sienta representada con aquellas ideas. La izquierda brasileña, por su parte, tendrá que hacer un esfuerzo titánico para que las instituciones democráticas no sean desmanteladas, lo que es propio de personajes como Bolsonaro a lo largo de la historia. 

Poner en manos de Bolsonaro la administración de un país con más de 200 millones de habitantes, con una riqueza anual de 1,8 billones de euros, es apostar por mayor gasto en defensa y menos en educación y sanidad y apostar por el aumento de la economía sumergida para falsear la actual tasa de desempleo (a principios de 2016, poco más del 8%). Poner en manos de Bolsonaro una balanza comercial muy favorable en la actualidad equivale a poner en manos de unas pocas familias la administración de los intereses públicos…

¿Por qué, entonces, la población brasileña, mayoritariamente, da su voto al señor Bolsonaro? Las causas están en el arcano de la sociología electoral que no estoy en condiciones de aclarar, pero en los errores de la izquierda, sobre todo con la corrupción como telón de fondo, se explica parte de ello.

¿Y si el candidato de la izquierda, el señor Haddad, fuese capaz de concitar todos los apoyos para superar el 50% de los votos? Entonces sería como una segunda oportunidad, como un rearme de la democracia contra el fascismo en un estado importantísimo no solo de América sino del mundo. Haddad necesita el apoyo de los electores de muy distinto color político, que debieran apostar por mantener a Brasil en la democracia contra el fascismo. También podría ocurrir que el abultado resultado de Bolsonaro en la primera vuelta asustase a algunos de sus votantes que, en la segunda, se quedasen en casa. Difícil. Brasil tiene ante sí un futuro amenazado por fuerzas que, siendo originariamente europeas, se permiten ahora amenazar la democracia en todos los continentes.

L. de Guereñu Polán.

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