viernes, 1 de julio de 2022

Preparémonos para la guerra

Aunque no se produzca, si bien es cierto que estamos orlados por una serie de guerras de las que casi nadie habla, prueba de que en los países con mayor bienestar, además de este, interesa solo lo que está a las puertas, en este caso Ucrania.

Quizá no se pueda decir que la guerra es consustancial a la naturaleza humana, pero sí desde el momento en que surgió el concepto de riqueza, cuando se empezaron a cultivar los primeros campos en Anatolia, Palestina, Siria y Mesopotamia; también en las cuencas de los grandes ríos chinos e indios y en el altiplano mexica. Con la agricultura vino la domesticación de animales, primero los ovicápridos y el perro, luego otros mamíferos… Los poblados que tenían las tierras más fértiles y mayor producción que les permitía excedentes, fueron atacados por los vecinos con menos suerte. Surgieron así los primeros y rudimentarios ejércitos, se fortificaron los poblados y se hicieron zanjas en torno a ellos.

Luego vinieron los primeros imperios, que no tenían tanto el interés en el dominio del territorio (con fronteras volátiles) cuanto la sumisión de reyezuelos y jefes guerreros al pago de impuestos, primero en grandes cantidades de especies y luego en metálico. Surge entonces una administración de estos bienes, una exigua burocracia y los emperadores, generalmente aupados al poder por la violencia, que lo engrandecieron.

La reciente reunión de los máximos dirigentes de los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte ha venido a dar respuesta –si esta no estaba ya en marcha- a la necesidad de que “occidente” se defienda de las ambiciones del autócrata ruso y su camarilla, del terrorismo islámico (de gran vigor en el norte y el sur del Sahara) y de la gran potencia china, que tiene sus ojos puestos en todo el mundo.

Más gasto militar, lo que los ingenuos critican (o bien lo hacen para la galería), más beneficios para la industria de guerra, sobre todo estadounidense, más presencia de ejércitos extranjeros en los países miembros, etc. Es el signo de los tiempos: el ser humano no ha dejado de ambicionar, de arrebatar territorios al vecino, de distorsionar el comercio internacional, de provocar sufrimiento, de poner por encima viejos vicios sobre el valor de la virtud.

El hecho de que una cláusula que ha impuesto Turquía, para consentir la incorporación a la OTAN de Suecia y Finlandia, sea la extradición de los kurdos huidos de la justicia turca es mala en parte: algunos seguramente son terroristas (aunque la causa que defendieran fuera legítima) y otros no, pero ponerlos a todos ante la justicia de un país donde no existe división de poderes, y los jueces actúan al dictado del poder político, solo formalmente democrático, es una violación de los derechos humanos, al menos para los que estuviesen libres de culpa y solo se hubiesen opuesto, legítimamente también, a un régimen muy vicioso.

Los ingenuos (o los que tienen en cuenta solo un factor de la poliédrica y compleja realidad) denunciarán esto, y yo también lo hago aquí, aunque creo que las extradiciones podrían hacerse con lupa y estudiando los países de acogida caso por caso las acusaciones que pesan sobre los perseguidos.

Como parece que la guerra en Ucrania no será corta, que Rusia no va a dejar de contar con el apoyo, al menos nominal, de China, que la OTAN no va a intervenir militarmente al menos en el horizonte que hoy nos permite aventurarlo, los años que siguen parece que serán un permanente prepararnos para la guerra. Ya hay precedentes de situaciones como la que vivimos ahora: el imperialismo europeo decimonónico desembocó en la primera guerra mundial, cuando los países occidentales vivían en un crecimiento acelerado y nadie recordaba ya las largas guerras napoleónicas (las demás del siglo XIX, en su mayoría, fueron cortas). También en estos preparativos de la primera guerra mundial estuvieron dos actores que ahora asoman la cabeza con más vileza que virtud: Rusia y Turquía (entonces imperio otomano). Pero los resultados económicos de los grandes banqueros e industriales no fueron suficientes para evitar aquel conflicto.

La segunda guerra mundial vino precedida, muy al contrario, de una gran crisis económica que dejó a muchos arruinados y a millones en todo el mundo empobrecidos: fue el caldo de cultivo para los regímenes totalitarios. Ahora también asoman, incluso con fuerza, partidos que añoran aquel autoritarismo, con más o menos matices.

Estados Unidos es la gran fuerza militar y económica de occidente (del mundo) e ignorarlo en cualquier análisis político es de irresponsables. Pero ahora tiene dos “partenaires” poderosos y que no tienen escrúpulos, como no los tuvo Estados Unidos cuando intervenía caprichosamente en Iberoamérica para deponer gobiernos y situar a delincuentes en el poder de aquellas repúblicas. No solemos aprender de la historia, por lo que no tengo esperanzas de que dodo lo que se predique sobre los grandes desastres que en el mundo han sido valgan de algo. Solo una gran fuerza disuasoria, quizá (con sus contradicciones) podrá paliar el negro panorama que se ve en lontananza.

L. de Guereñu Polán.

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