Aunque no se produzca,
si bien es cierto que estamos orlados por una serie de guerras de las que casi
nadie habla, prueba de que en los países con mayor bienestar, además de este,
interesa solo lo que está a las puertas, en este caso Ucrania.
Quizá no se pueda decir
que la guerra es consustancial a la naturaleza humana, pero sí desde el momento
en que surgió el concepto de riqueza, cuando se empezaron a cultivar los
primeros campos en Anatolia, Palestina, Siria y Mesopotamia; también en las
cuencas de los grandes ríos chinos e indios y en el altiplano mexica. Con la
agricultura vino la domesticación de animales, primero los ovicápridos y el
perro, luego otros mamíferos… Los poblados que tenían las tierras más fértiles
y mayor producción que les permitía excedentes, fueron atacados por los vecinos
con menos suerte. Surgieron así los primeros y rudimentarios ejércitos, se
fortificaron los poblados y se hicieron zanjas en torno a ellos.
Luego vinieron los
primeros imperios, que no tenían tanto el interés en el dominio del territorio
(con fronteras volátiles) cuanto la sumisión de reyezuelos y jefes guerreros al
pago de impuestos, primero en grandes cantidades de especies y luego en
metálico. Surge entonces una administración de estos bienes, una exigua
burocracia y los emperadores, generalmente aupados al poder por la violencia, que
lo engrandecieron.
La reciente reunión de
los máximos dirigentes de los países miembros de la Organización del Tratado
del Atlántico Norte ha venido a dar respuesta –si esta no estaba ya en marcha-
a la necesidad de que “occidente” se defienda de las ambiciones del autócrata
ruso y su camarilla, del terrorismo islámico (de gran vigor en el norte y el
sur del Sahara) y de la gran potencia china, que tiene sus ojos puestos en todo
el mundo.
Más gasto militar, lo
que los ingenuos critican (o bien lo hacen para la galería), más beneficios
para la industria de guerra, sobre todo estadounidense, más presencia de
ejércitos extranjeros en los países miembros, etc. Es el signo de los tiempos:
el ser humano no ha dejado de ambicionar, de arrebatar territorios al vecino,
de distorsionar el comercio internacional, de provocar sufrimiento, de poner
por encima viejos vicios sobre el valor de la virtud.
El hecho de que una
cláusula que ha impuesto Turquía, para consentir la incorporación a la OTAN de
Suecia y Finlandia, sea la extradición de los kurdos huidos de la justicia
turca es mala en parte: algunos seguramente son terroristas (aunque la causa
que defendieran fuera legítima) y otros no, pero ponerlos a todos ante la
justicia de un país donde no existe división de poderes, y los jueces actúan al
dictado del poder político, solo formalmente democrático, es una violación de
los derechos humanos, al menos para los que estuviesen libres de culpa y solo
se hubiesen opuesto, legítimamente también, a un régimen muy vicioso.
Los ingenuos (o los que
tienen en cuenta solo un factor de la poliédrica y compleja realidad)
denunciarán esto, y yo también lo hago aquí, aunque creo que las extradiciones
podrían hacerse con lupa y estudiando los países de acogida caso por caso las
acusaciones que pesan sobre los perseguidos.
Como parece que la
guerra en Ucrania no será corta, que Rusia no va a dejar de contar con el
apoyo, al menos nominal, de China, que la OTAN no va a intervenir militarmente
al menos en el horizonte que hoy nos permite aventurarlo, los años que siguen
parece que serán un permanente prepararnos para la guerra. Ya hay precedentes
de situaciones como la que vivimos ahora: el imperialismo europeo decimonónico
desembocó en la primera guerra mundial, cuando los países occidentales vivían
en un crecimiento acelerado y nadie recordaba ya las largas guerras
napoleónicas (las demás del siglo XIX, en su mayoría, fueron cortas). También
en estos preparativos de la primera guerra mundial estuvieron dos actores que
ahora asoman la cabeza con más vileza que virtud: Rusia y Turquía (entonces
imperio otomano). Pero los resultados económicos de los grandes banqueros e
industriales no fueron suficientes para evitar aquel conflicto.
La segunda guerra
mundial vino precedida, muy al contrario, de una gran crisis económica que dejó
a muchos arruinados y a millones en todo el mundo empobrecidos: fue el caldo de
cultivo para los regímenes totalitarios. Ahora también asoman, incluso con
fuerza, partidos que añoran aquel autoritarismo, con más o menos matices.
Estados Unidos es la
gran fuerza militar y económica de occidente (del mundo) e ignorarlo en
cualquier análisis político es de irresponsables. Pero ahora tiene dos “partenaires”
poderosos y que no tienen escrúpulos, como no los tuvo Estados Unidos cuando
intervenía caprichosamente en Iberoamérica para deponer gobiernos y situar a
delincuentes en el poder de aquellas repúblicas. No solemos aprender de la
historia, por lo que no tengo esperanzas de que dodo lo que se predique sobre
los grandes desastres que en el mundo han sido valgan de algo. Solo una gran
fuerza disuasoria, quizá (con sus contradicciones) podrá paliar el negro
panorama que se ve en lontananza.
L. de Guereñu Polán.
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