martes, 20 de diciembre de 2011

¿Quien es Don Mariano?


Entre los años 1983 y 1985 tuve el honor de ser el portavoz del grupo socialista en la Diputación Provincial de Pontevedra (ya entonces me dí cuenta de que era una institución que recogía lo más granado del caciquismo institucional forjado durante los siglos XIX y XX).

Presidía la institución el ahora Presidente del Gobierno, un joven todavía no horneado que había sido reclutado en las filas de Alianza Popular (luego Partido Popular) para defender los intereses conservadores en la provincia. Ha sido una costumbre muy propia de estos partidos: allí donde haya un aventajado hijo de un juez conservador, de un empresario enriquecido, de un alto funcionario ennoblecido por la toga, de un intelectual sin escrúpulos que prefiere la paz a la justicia, allí pescan los dirigentes de los partidos conservadores. Así ha sido desde el siglo XIX hasta nuestros días, si bien desde la CEDA, la derecha en España se ha habituado a algo que antes era exclusivo de los partidos obreros: ser un partido de masas. 

Primo de Rivera fue el primero que hizo un partido de masas desde el poder con la Unión Patriótica, que se disolvió como un azuracillo cuando el dictador fue despachado por el rey. Pero los que habían formado la Unión Patriótica luego se integraron en los partidos católicos, fascistas y conservadores durante la II República española (basta ver la repetición de sus nombres en ambos regímenes). 

Don Mariano es un ejemplo redivivo de aquellas costumbres, pero aggiornado para las nuevas necesidades. Como Presidente de la Diputación tuvo enfrente a un grupo socialista de ocho diputados, mientras que los suyos eran un conglormerado de advenedizos a la política, ejemplares del más rancio franquismo y mediocridades de la economía provincial. D. Mariano me dijo un día (había testigos en la conversación, lo que me exime del secreto) que estaba rodeado de delincuentes (refiriéndose a sus compañeros). Le dije que podría desprenderse de ellos, pero pagando un precio. Ahí quedó la cosa. 

En efecto: uno blasonaba el apelativo de "Ligero" por la rapidez que se daba en practicar el contrabando en la raya portuguesa desde su natal A Guarda. Había sobrevivido a varias intrépidas acciones. Otro había participado en el hundimiento ilícito de la empresa "Regojo" en Redondela, dejando en la calle a buen número de obreras y obreros. Otro fue condenado por la justicia a seis años de inhabilitación para ejercer cualquier cargo público por prevaricación y algún otro delito que ahora no recuerdo. Otro, alcalde impeniente de O Grove, había practicado el contrabando de tabaco, luego de drogas, y por ello fue condenado "a divinis". Este último, como un día le dijese yo que lo vería "muy a la diestra" me contestó que el prefería eso que no "ser la siniestra", que es como consideraba al Partido Socialista. Otros también se vieron envueltos en conflictos menores que escandalizaban a nuestro prócer, pero no es el caso de hacer aquí un sumario de casos ya casi olvidados. 

Don Mariano se manejaba en aquella Diputación amparado por algunos funcionarios más que en sus compañeros diputados; algunos de aquellos luego prosperaron efímeramente en la Xunta y en una Delegación Provincial. Recuerdo una ocasión en que el ahora Presidente del Gobierno me dijo ante la selección de un Oficial Mayor: "el elegido por mí es el tercero en la valoración baremal y tal cuestión no tiene discusión". En otra ocasión ocurrió algo parecido para la selección de un médico del hospital provincial. No tenía escrúpulos D. Mariano en conculcar las normas, a pesar de su formación jurídica. En cambio no se puede decir que tenga un pelo de tonto. En cuanto a los problemas, prefiere que se pudran por sí mismos al paso del tiempo; tanto si se trata de corruptelas como de asuntos políticos de mayor altura. El caso es salir del asunto a corto plazo. 

D. Mariano tiene su lógica: no arriesga nunca, mide sus decisiones (las toma pocas veces, pues cuando llega el caso ya no queda otra opción que la que más obvia). Le gusta que se cuente con él: por eso aceptó ser (muy poco tiempo) Vicepresidente de la Xunta de Galicia; luego fue también muy poco tiempo ministro de Administraciones Públicas, del Interior y de Educación. En ninguna de estas carteras dejó huella... salvo para sustituir a los Gobernadores civiles por Subdelegados del Gobierno... a petición de CiU. No se espera de él -creo yo- medidas audaces, más bien pausadas, meditadas mil veces, de acuerdo con aquellos que le puedan sacar del atolladero (léase los partidos conservadores en los gobiernos europeos). Es un nacionalista español moderado y no ha tenido incoveniente -eso sí- en avalar a un Presidente que ha metido a España en una guerra ilegal e injusta de la que hemos salido por la valiente decisión de otro Presidente, en este caso socialista. Si le hablan de eso dirá que es toro pasado; si del franquismo y de Fraga, que también; que el no pregunta de donde se viene, sino a donde se va. Organizaciones como los sindicatos le parecen obsoletas y cosa de otros tiempos (lo ha demostrado de forma implícita en más de una ocasión).

Don Mariano es un buen parlamentario (no brillante, pero bueno) y no ha tenido empacho en practicar cierto nepotismo al colocar a familiares suyos en el Parlamento Europeo y en cargos de ámbito provincial. Esto, que es vicio nacional, y si se me apura del género humano, no debe ser aceptado de un Presidente del Gobierno. Sus políticas no las conoce nadie; las irá improvisando a medida que la política de regate corto se lo aconseje, y por eso nada se ha sabido durante la campaña electoral y el debate de investudura sobre el futuro que tiene pensado para España. Lo que sí sabemos es como está necesitada España de un liderazgo verdaderamente capaz como el que tuvo Alemania con Adenauer o Brandt; Austria con Kreisky; Francia con De Gaulle o Miterrand, Suecia con Palme, Estados Unidos con Roosevelt... No creo que se dé aquí el caso. Ojalá me equivoque, pero lástima.

L. de Guereñu Polán.

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