martes, 21 de febrero de 2012

Amenazas sobre la enseñanza

Para que una enseñanza sea de calidad, creo yo, ha de reunir tres factores: contar con recursos suficientes, estar bien gestionados dichos recursos y tener un cuerpo de profesores preparados científica, pedagógica y didácticamente. 
 
Vamos por partes: si se quiere que la enseñanza sea universal, es decir, que no segregue a unos niños y adolescentes de otros por razón de su renta o familia, se necesitan recursos suficientes; negar estos recursos es suicida para la integración social, sabido es que un adulto de dentro de cinco o diez años defenderá mejor sus derechos si está formado que si no lo está. A no ser que se quiera que tal adulto no sepa defender sus derechos, que también es una opción. Si se quiere atender a la diversidad (niños y jóvenes con problemas emocionales, sociales, familiares, motrices, intelectuales, de todo tipo) son necesarios recursos en forma de profesores de pedagogía terapéutica; no vale con tenerles en un aula diciendo que está escolarizado el 99% de la población en edad escolar. Se necesitan recursos para los agrupamientos específicos, es decir para impartir clases a alumnos cuyas capacidades son parecidas y necesitan adaptaciones curriculares específicas también. Se necesitan recursos para que los centros cuenten con instrumentos musicales, plásticos, deportivos, bibliotecas bien fundamentadas, aparatos para la formación en las técnicas de información y comunicación. Se necesitan recursos para los seminarios de idiomas: no tiene sentido que el alumno esté triadocenado en un aula intentando aprender gramática francesa, inglesa o italiana sin ESCUCHAR nunca una conversación en la cual pueda interactuar. Esto se consigue con equipos que tienen los centros privados de elite, pero no muchos centros públicos y concertados. 
 
Gestionar bien estos recursos es requisito indispensable para que los mismos no se vayan por la alcantarilla o no se rentabilicen adecuadamente. Para ello es necesario que los equipos directivos de los centros reciban instrucciones gerenciales que puede tengan que ser acompañadas por personal especializado (dentro o fuera de los centros educativos). Diez minutos de retraso en el encendido de la  luz en un Instituto (cada día) representan, por término medio, 3.000 euros de ahorro al año, y es solo un ejemplo. Gestionar bien los recursos tiene también que ver con la reforma de la Inspección Educativa, que no está cumpliendo el cometido al que está llamada. Ningún ministro, desde José María Maravall en los años ochenta pasados, se ha ocupado de éste asunto. Gestionar bien los recursos consiste, entre otras cosas, en no enviar a los centros material que no necesitan y dejar de enviar el que se solicita por los centros justificadamente. Se amontonan en los almacenes materiales que no se usan y no se reciben aquellos que se necesitan, y de los que ya he hablado arriba. 
 
El profesorado bien formado es el que ha pasado por las pruebas que todo Estado moderno tiene establecidas; no el que entra en un aula por el favor de éste o aquel personajillo, como ocurre en muchos centros concertados y privados; menos en los públicos. El profesor formado es el que se ha ido formando ya por su iniciatia o por las exigencias de una Administración consciente de sus obligaciones para con los jóvenes y niños de España. Los cursos que el profesorado debe seguir no deben ser los que el capricho imponga, sino los que el propio profesorado demande: lo que no se hace. El profesorado debe de estar en todo momento en contacto con la Inspección Educativa siempre que ésta tenga como misión el asesoramiento y control de la calidad de la enseñanza; no como ahora, un recipiente de quejas que se envian al poco honroso destino de la papelera. El profesorado bien formado es el que está considerado por la Administración y por la sociedad; es el que se siente observado (no vigilado) y se ve impelido a cumplir con su obligación porque es una pieza básica en el rompecabezas social moderno. 
 
A fuer de sintético no quiero seguir abundando en más casos y argumentos; pues creo hacerme entender con lo dicho. Además hay mucho escrito sobre este asunto, pero el ministro Wert no lo sabe; si lo sabe no lo entidende. Yo creo que el ministro Wert no está en el Ministerio de Educación para esto que he dicho -y que es discutible- sino para otra cosa: está para parar todo intento de que las reformas educativas emprendidas hace casi treinta años en España prosperen; está para evitar que se invierta más dinero en educación; que se destinen fondos públicos a la formación y perfeccionamiento del profesorado. Por eso ha anunciado que se recortarán los recursos en investigación, en becas, en material para centros, en libros para bibliotecas, en laboratorios de idiomas y no se convocarán oposiciones para que más alumnos tengan que se atendidos por menos profesores; no vaya a ser que la mujer o el hombre de dentro de diez años en España sepa tanto de sus derechos, del mundo, de los progresos en Dinamarca, Finlandia o Japón que quiera imitarlos. El ministro Wert está para atender en el Gobierno de España otros asuntos que no son los de la enseñanza y la educación: a las pruebas me remito.

L. de Guereñu Polán.

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