miércoles, 15 de febrero de 2012

Los partidos políticos y los intereses contrapuestos


La izquierda en España, desde el régimen democrático de 1978, ha representado bastante bien los intereses de la clase media, entendido este término en su sentido más amplio, desde la clase media alta hasta la clase media humilde; pero no ha representado tan bien los intereses de las clases desheredadas y marginales. Ha contemporizado mucho con los detentadores del poder económico por varias razones: durante los primeros gobiernos socialistas porque existía el temor de desestabilizar el régimen (se conocía el reaccionarismo y el gran poder de dichos sectores) y ya en la II República española las diversas patronales (agraria, industrial y financiera) fueron un freno para el progreso y un apoyo extraordinario para la derecha y el fascismo (de esto sabe mucho Mercedes Cabrera, porque ha sido objeto de sus investigaciones). 

Durante los últimos siete años y medio tampoco se han lesionado los intereses de las grandes fortunas ni de los grandes detentadores del dinero: en parte, creo, porque no cuadraba con lo que se hacía el en resto de Europa (me refiero a la Unión Europea) y poque se tiene la idea de que atacar a la gran banca, la gran patronal, etc. es anticuado. Todo lo contrario, es tan moderno que está por hacer. Y solo si se hace habrá recursos para atender a necesidades que no están cubiertas. Es cierto que hay minorías en España que han visto satisfechas reivindicaciones seculares de sus derechos (homosexuales, mujeres, pensionistas) pero con tan mal fario que aquellas reformas corren serio peligro de ser desvirtuadas ahora. 

Lo que sí ha descuidado la izquierda, y eso ya desde los primeros años ochenta, es la movilización del electorado afín; sólo los partidos minoritarios de izquierda lo han intentado, con dudoso éxito, pero no así el Partido Socialista, que debió aglutinar a todos los demás para defender determinadas posiciones. Lo cierto es que al gobernar (y lo hizo trece años y medio seguidos) se tiende a cierto adormecimiento porque muchos dirigentes están en puestos institucionales. Ha habido, en mi opinión, una subordinación muy poco conveniente del Partido Socialista a los gobiernos afines. Debió haber más compenetración y menos subordinación. Se abandonó el trabajo con los vecinos, en el sindicalismo (al contrario, la UGT se apartó del Partido Socialista), con las organizaciones cívicas (progresistas o no) con los intelectuales, con los jóvenes, a quienes se ha pretendido captar con un par de ministras jóvenes en los últimos tiempos...

Yo creo que el Partido Socialista tiene que captar el electorado de los sectores pobres de la sociedad (casi ocho millones según ciertas estadísticas, pero si son seis millones también son muchos), de los cuatro millones que no le han votado ahora, de los que pueden dejar de hacerlo si se sigue en el mal camino (y no dejo de reconocer los esfuerzos de algunos socialistas en los campos que se les han asignado) y restar importancia a la connivencia con la Iglesia, con la patronal y otras milongas. Un partido socialista lo es realmente si tiene tras sí a las clases bajas y medias; si consigue hacer llegar un discurso de honradez diferenciado del de la derecha; si la población ve otra vez esperanza para sus desvelos; si el ejemplo que se da es misional (me atrevo a decir) y para ello sobran técnicos y faltan verdaderos políticos dispuestos a un patriotismo que hoy no se ve facilmente.

L. de Guereñu Polán.

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