martes, 22 de mayo de 2012

La ayudita

Cuando el Presidente del Tribunal Supremo, que además es Presidente del órgano de gobierno de los jueces, gasta en viajes privados dinero público, estamos ante un caso de currupción flagrante; esto no lo puede poner en duda nadie. Otra cosa es que cuando alguien le acusa, en éste caso un fiscal que forma parte también del órgano de gobierno de los jueces, presenta pruebas, y estas se estudian por otro fiscal, éste ultimo considere: sí, el dinero del órgano de gobierno de los jueces no está bien controlado, pero no veo causa para castigar al que se ha corrompido (y total por unos cuantos miles de euros).

El secretario del órgano de gobierno de los jueces, según informa la prensa, no quiso firmar la autorización para que se considerasen dichos viajes como oficiales, todos ellos a una ciudad costera en Andalucía y en fines de semana, con gran despliegue de lujos y ostentaciones. A mí se me ocurre que cuando esto ocurre es que el Presidente del Tribunal Supremo no debe tener vergüenza en hacer esto, y si no la tiene debe de ser un hombre sin vergüenza. Creo que tampoco debe de tener dignidad, y si no tiene vergüenza ni dignidad no debiera ser Presidente del Tribunal Supremo ni Presidente del órgano de gobierno de los jueces. 

Ahora bien, si un fiscal a quien se le encomienda el caso le quiere echar una mano, una ayudita, entonces ya estamos en otro asunto. Pero lo que el Presidente del Tribunal Supremo no va a poder evitar ya en toda su vida es la convicción moral de cualquier persona que tenga cabeza para pensar, de que se ha corrpompido, que ha usado dinero público para su disfrute privado y no merece el respeto que se le debiera de no haber incurrido en tal práctica (repetidamente). Las ayuditas de los colegas pueden servir para salir del paso, pero no sirven para salir del lodazal. 

L. de Guereñu Polán.

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