Vicente Blasco Ibáñez |
Por muy novedoso que parezca el movimiento 15-M (y en algunos aspectos
lo es) tiene precedentes tanto en España como en Francia por lo menos.
Entre ciertos grupos republicanos de finales del siglo XIX y principios
del XX existió la tendencia a luchar en favor de una democracia tipo
Rousseau, en la que los representantes políticos tuviesen la mínima
distancia de la población, incluso fueron partidarios de un asambleísmo
que entonces no se llamó así, de un populismo y de cierta demagogia que
derivó en formaciones distintas con el tiempo. No quiero decir que la
demagogia sea la nota dominante del 15-M, pero como no tiene portavoces
oficiales, algunos de sus miembros sí suelen caer en ella.
Aquellos republicanos radicales fueron partidarios, en ocasiones, de la
violencia política, pues el régimen de la Restauración no daba cauce a
todas las formas de entenderla; aunque el 15-M es un movimiento pacífico
sí existe una rebeldía -por ejemplo, en la ocupación de los epacios
públicos- que puede llevar a violencia, en éste caso más provocada que
practicada por sus miembros.
Otro de los parecidos entre el republicanismo radical antiguo y el 15-M
es su implantación abrumadoramente urbana; lo que no debe extrañar
ahora, pero sí hace más de un siglo, con una España mayoritariamente
rural. En realidad aportaron formas de modernidad que solo mucho más
tarde se tuvieron como normales por el conjunto de la población (no
debemos olvidar que mediaron dos dictaduras entre aquel tiempo y la
democracia española actual). Pero hay algo que diferencia al
republicanismo radical del 15-M: la falta de definición de éste (al
intentar abarcar al mayor número) frente a la definición clarísma de
aquel: conta la monarquía, la Iglesia y la burguesía detentadora del
poder económico. El movimiento actual tiene a ésta como su principal
enemiga, pero también a los partidos consolidados, mientras que sobre la
Iglesia se exige -creo haber leído- que pague impuestos como los
demás.
El librepensamiento que tuvo su origen en el siglo XVIII, y que el
radicalismo republicano elevó a la quintaesencia de su actuación
política, está también presente en el 15-M, si bien con menor coherencia
en las formulaciones políticas, pues muchas de llas (las he leído, pero
no las 1.400 que parecen haber formulado) son contradictorias o tan
maximalistas que solo se pueden concebir como un ideal, más que como un
programa político a corto o medio plazo. Mientras que el republicanismo
radical luchó por una educación laica y por una separación clara de la
Iglesia y del Estado, el movimiento 15-M no hace hincapié en éste asunto
(que yo sepa). Obviamente hoy el 15-M cuenta con un instrumento que no
tuvieron los republicanos radicales de antaño: las redes sociales.
Mientras que el movimiento actual huye de líderes que aglutinen las
diversas tendencias existentes, el republicanismo radical contó con
varios; los más importantes Alejandro Lerroux (y ya sabemos cómo acabó
el hombre) y Blasco Ibáñez. Es de esperar que si el 15-M evoluciona en
un sentido organizativo más definido, en una propuesta ideológica más
nítida, se parezca más a lo que significó Blasco que a lo que fue a
partir de los años 20 Lerroux.
L. de Guereñu Polán.
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