Como en otros países, en España
también tenemos los protegidos del dios Hermes, los ladrones. Los
encontramos convictos y confesos, pero también esquivos a la justicia,
los encontramos en las instituciones públicas y en las empresas
privadas, los encontramos en la palestra pública y en actividades
ilícitas. Pero los encontramos.
En España hay algunos sectores donde
se suelen concentrar estos protegidos de Hermes: en el mundo de la
construcción con las recalificaciones urbanísticas, en los
Ayuntamientos, en los altos cargos de las Comunidades Autónomas, incluso
a la cabeza del Estado y en la propia familia real.
Hermes está orgulloso de ellos;
incluso la población, que de boca para afuera suele escandalizarse,
renueva en ellos su confianza cuando se trata de unos comicios. Hay uno
que ha construído un aeropuerto a donde no llegan ni de donde salen
aviones; además le ha tocado la lotería varias veces. Hay otro que se ha
refugiado en el norte de América a la espera de mejor suerte en el país
de origen, el nuestro, y de que se pronuncie la justicia; otros están
en los bancos, entre los "ingenieros" de las finanzas, entre los mismos
jueces, que no tienen empacho en hacer insinuaciones ofensivas cuando el
reo es débil, por ejemplo, una mujer.
Hermes está contento con la
corrupción, incluso exige más para seguir apoyando a sus protegidos,
mientras los mortales, ante el poder del dios, se ven impotentes. Pero
ese dios puede ser vencido si los mortales se convierten en héroes. Otra
cosa es que quieran.
L. de Guereñu Polán.
L. de Guereñu Polán.
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