El mapa refleja los límites entre Bolivia y Paraguay sobre los que solo
hubo acuerdo en 2009 con el arbitraje argentino. Desde la independencia
hasta la década de los veinte del siglo XX el Gran Chaco habia
permanecido sin explorar en la mayor parte de sus 850.000 km2 (téngase
en cuenta que España tiene 505.000 Km2 en números redondos). Hoy nadie
duda de la intervención de dos grandes empresas petroleras en la
instigación mayor o menor de la guerra del Chaco por intereses puramente
económicos e imperialistas.
Después de la imposibilidad de que Bolivia tuviese una salida al
Pacífico, que se truncó por la negativa de Perú y Chile, el acceo al
Atlántico podría realizarse si Bolivia obtenía la soberanía sobre una
porción del Chaco, que le permitiría enviar sus mercancías por el río
Paraná. Ante la oposición de Argentina a la construcción de un
oleoducto, la opción que le quedó a Bolivia era el acceso al río
Paraguay. Los gobiernos de Bolivia y Paraguay mandaron a sus soldados a
luchar en una guerra que tenía, no obstante, otros intereses muy ajenos a
los de ambos pueblos. La norteamericana Standard Oil (hoy Exxon)
fundada en 1870, con el apoyo de las autoridades bolivianas y
brasileñas, se interesó por la solución del conflicto en favor de
Bolvia, mientras que la Royal Dutch Shell, de capital inglés y holandés
(fundada en 1907), apoyó las pretensiones paraguayas y argentinas.
Los gobiernos paraguayos de Eusebio Ayala y Rafael Franco, así como los
bolivianos de Daniel Salamanca, José C. Tejada, Germán Busch y J. Daniel
Toro no fueron más que instrumentos de intereses muy poderosos ajenos a
los de los bolivianos y paraguayos. La mayor parte del Chaco es de
soberanía argentina, siguiéndole Paraguay, Bolivia y Brasil, pero la
contienda enfrentó a los ejércitos boliviano y paraguayo, en una
contienda muy cruel y cruenta que se llevó la vida de miles de personas,
militares y civiles, mientras los dos nacionalismos -alimentados sobre
todo por los militares- estaban ciegos sobre los intereses petroleros de
aquellas empresas.
Es interesantísimo el libro de Julio José Chiavenato titulado "La
guerra del petróleo", porque no otra cosa fue, mientras los pueblos
actuaron como agentes ciegos de un destino que ellos no marcaron. Y no
lo hicieron porque las oligarquías nacionales de Paraguay y Bolivia
estuvieron más atentas a un patrioterismo caudillista que al esfuerzo
para buscar una solución negociada al conflicto. No eran tiempos para
remilgos: los fascismos estaban en alza en Europa ¿por que no
extenderlos a América? Las tentaciones totalitarias se impusieron, los
militares gobernaron de facto -como en otras muchas ocasiones en
América- y los grandes accionistas de Standard Oil y Shell, expectantes,
alimentaban a éste o aquel bando en espera del botín.
El Gran Chaco era una región bastante inhóspita, pero muy variada en
cuanto a su vegetación y pasiaje. Zonas lacustres, vegetación tropical,
desierto... Pero bajo el suelo se encontraba el petróleo objeto de
disputa. No fue pues, la guerra entre 1932 y 1935 un conflicto por el
control de un vasto territorio tan solo; fue una guerra por intereses en
los que no estaban -entonces- los pueblos sometidos al hambre, a la
dictadura y, eventualmente, a la muerte.
La victoria de Paraguay en la guerra se vive en el país como una
reafirmación de su nacionalidad, mientras que en Bolivia se pone el
acento en la valentía de sus soldados. ¿Puede hablarse de guerra civil?
Simón Bolívar sí lo habría hecho, pero lo cierto es que, contrariamente a
las colonias atlánticas de Gran Bretaña y Portugal, que agrandaron su
territorio a partir de sus respectivas independencias, las colonias
españolas de América se divieron en múltiples estados rivales entre sí.
La gran extensión meridiana de las colonias españolas, donde los pueblos
no se conocían entre sí, los particularismos de las oligarquías
locales, que fueron las que fijaron fronteras en función de sus
intereses, hizo que hoy hablemos de Bolivia, Paraguay, Perú,
Colombia..., en vez de unos Estados Unidos de América Latina, objetivo
que, si se planteó alguna vez, no pasó del papel de algún idealista,
incapaz de imponerse a una realidad terca y distante. Al fin y al cabo
¿hubiese sido posible un gran estado desde Tierra del Fuego hasta Nuevo
México?
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