lunes, 9 de julio de 2012

La nueva colonización agraria

Ya son muchas las empresas agrarias que están comprando tierras en países con grandes extensiones sin cultivar: Argentina, Túnez, Colombia, Marruecos, Congo... Esto puede tener efectos positivos, pero también negativos. Empresas chinas, estadounidenses y brasileñas han invertido capitales en la explotación de tierras de otros países, pero también empresas españolas lo han hecho, particularmente en los sectores vitivinícola, aceitero, frutícola, maderero o de biocarburantes. Aparte la polémica existente respecto de estos últimos, pues hacen aumentar los precios de ciertos cereales al destinarse parte de ellos a la obtención de carburantes, las empresas inversoras lo harán con el objeto de obtener el mayor beneficio, empleando mano de obra con salarios muy bajos, de acuerdo con las legislaciones de los paíes teóricamente beneficiarios. En algunos países se ofrecen tierras a 10 dólares la hectárea, mientras que en los países desarrollados el precio está entre 10.000 y 15.000 euros. Rumanía se ha sumado a los países que venden tierra para que los capitalistas agrarios inviertan, pues como otros países africanos y sudamericanos carece de medios para el control de plagas o el llamado "know how" (saber como, literalmente). En efecto, la globalización de los mercados agrarios exige una serie de conocimientos para los que muchos países no están preparados. La empresa San José, gallega, ha comprado unas 300.000 hectáreas en el Chaco paraguayo para dedicarlas a la ganaderia y a la explotación maderera, pero también las catalanas Codorniú y Freixenet; Ebro se dedica a la explotación arrocera, empresas norteamericanas, australianas, chinas, se han lanzado al enriquecimiento a base de bajos costes en tierra y en salarios. Las dos preguntas claves son: las subvenciones que la FAO (organismo que se ocupa de combatir el hambre en el mundo) da a los países subdesarrollados, ¿terminarán en manos de las empresas explotadoras de tierras ahora sin cultivar? El trato que van a recibir -que están recibiendo- los campesinos nativos es el acorde con las solemnes declaraciones de los derechos humanos y con lo estipulado por la OIT? ¿Van a vigilar los organismos internacionales etos asuntos o van a permanecer en la inopia como ha ocurrido con la crisis financiera que ahora ahoga a muchos paíes? Los partidos socialistas y los sindicatos, conocedores de esto, debieran desplegar toda su influencia en el control que las actividades económicas descritas -en principio inocuas- pudieran tener de negativo en los países más pobres, y sobre todo sobre la población campesina. L. de Guereñu Polán.

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