miércoles, 1 de agosto de 2012

Vivimos en el fango


Ahora nos enteramos de que algunos alcaldes cobran pagas extraordinarias como si fuesen funcionarios, que dichas pagas superan con mucho sus capacidades y dedicación; nos enteramos que los diputados de muchos parlamentos perciben remuneraciones al margen de su salario, que seguramente es ajustado a sus obligaciones, pero que en modo alguno están justificadas las numerosas extras. Ahora nos enteramos de que algunos docentes y funcionarios (pocos) son absentistas, despertando la inquina -injustamente para el resto- de la población en general; nos enteramos de que los enfermos, por serlo o por estarlo, tienen que pagar dos veces sus medicinas (cuando pagan sus impuestos y cuando van a la farmacia: es el pago-pago, como debe llamársele). Nos enteramos de que hay pensionistas que viven con menos de 400 euros y parados a quienes se amenaza con quitarles dicha cantidad, mientras algunos desaprensivos (cúpulas judiciales, políticas, económicas) se ponen sueldos, remuneraciones y pensiones millonarias. 

Algunos especuladores se han hecho dueños de la costa y de nuestros pueblos y la nueva ley de costas les va a primar para que sigan especulando con el suelo. Algunos banqueros (estos son muchos) han estado robando al país y en primer lugar a los ahorradores; ahora el Estado se ve en la obligación de salvar el sistema financiero endeudándose hasta las cejas. El ministro de Justicia quiere hacer sufrir a madres e hijos con deformaciones (flagrante injusticia); el de Educación quiere primar a la enseñanza privada en detrimento de la pública; la ministra de Fomento quiere eliminar servicios ferroviarios que comunican a pequeñas poblaciones en favor de un tren de alta velocidad que -sin funcionar en muchas partes- superará con mucho a cualquier país europeo en kilómetros. 

Llevamos tiempo enterándonos de cómo se ha derrochado el dinero en favor de unos cuantos amigos haciendo aeropuertos donde no hay aviones, centros de cultura en ciudades donde la cultura está en la propia ciudad (el ejemplo de Santiago es paradigmático), grandes obras cuando están desatentidas las pequeñas. Nos enteramos de que se achica la partida para becas y se agranda la partida para asesores que no asesoran; nos enteramos de que se combate a los sindicatos y organizaciones cívicas ignorando el importante papel que han cumplido en favor de trabajadores y la democracia. Nos enteramos de que se amnistía a los que han obtenido dinero por medios ilicitos, de que no se combate a los paraísos fiscales, de que no se persigue a los defraudadores, de que los capitales que han salido de España en los últimos tres o cuatro años superan con mucho la cantidad que el país ha tenido que pedir a las instituciones de la Unión Europea.

Llevamos tiempo enterándonos de que no teníamos casi ningún sabio en el país que percibiese la naturaleza de la crisis que atenaza a parte del mundo desarrollado, de que los máximos dirigentes del Bando de España no cumplían con su obligación, de que los máximos dirigentes de la Comisión Nacional del Mercado de Valores no cumplían con su obligación, de que los Ministros de Economía y Hacienda no cumplían con su obligación, o no sabían, o no se atrevían... Estamos enterados desde hace tiempo de la opulencia en que viven unos cuantos en el país (deportistas de elite -tan alabados- que perciben sus grandes fortunas en paraísos fiscales y que no contribuyen a la prosperidad del país, algunos del espectáculo, hinchados por la fama y el dinero, algunos que se han hecho ricos a base de vaciar las arcas públicas en los Ayuntamientos, en las Diputaciones, en las Comunidades Autónomas y en el propio Estado).

Sabíamos desde hace tiempo que hay corporaciones que no pagan el Impuesto de Bienes Inmuebles (la Iglesia, por ejemplo), que tampoco pagan el Impuesto del Valor Añadido aunque explotan negocios en nombre de Dios... Sabemos que hay unos pocos españoles que se aprovechan de una legislación hecha para ellos (las SICAV) y que están primados fiscalmente. Algunos se valen de su poder para recalificar suelo y favorecerse a sí mismos, a sus empresas o a su club de amigos. Sabemos que la justicia es lenta y que en buena medida conservadora. Sabemos que todo esto es aprovechado por los sectores más retrógrados de la sociedad -entre los que están ciertos medios de comunicación- para poner contra la pared a la democracia (¡veis: la democracia es esto...!). Por eso quieren expulsar a los inmigrantes, desean que "se jodan" los parados (con la disculpa de que unos pocos defraudan al Estado), por eso quieren desprestigiar -si no lo estuviese ya por otros- a la política, una actividad nobilísima en manos de algunos desaprensivos, que van siendo no pocos.

Médicos que quieren desprestigiar el sistema facilitando bajas indebidas, recetando medicinas sin límite (lo he visto con mis propios ojos, lo escriben los lectores en las páginas de los periódicos destinadas a ellos). Los que han esquilmado los bancos y cajas no devuelven el dinero robado; los que han suscrito cuentas "preferentes" no ven satisfechas sus justas reclamaciones (una golondrina no hace primavera). Hay empresarios (sobre todo los pequeños) que no tienen a sus trabajadores en la Seguridad Social; hay empleadores que no tienen a su servicio doméstico amparado por la ley (la familia del Presidente del Gobierno es solo un ejemplo). Hay artesanos que cobran sus servicios sin factura para evitar el IVA; hay tramposos de todo tipo y condición.

Algunos compatibilizan más de una remuneración acrecida aunque una de ellas sea del Estado: expresidentes, ex altos cargos de la Administración. Otros, sin embargo, se quedan sin vivienda porque no pueden hacer frente a la hipoteca que pesa sobre ella. Una legislación hecha en favor de los banqueros y que, gobierno tras gobierno, ha quedado intocada hasta que ha estallado "la burbuja inmobiliaria". ¿Que demonios de burbuja? La gran trampa nacional, diría yo. 

No se oyen voces suficientes contra todo eso: ¿soy demasiado apocalíptico? ¿exagero o me quedo corto? Pues hay mil foros para rebatirme, para aclararme, para exponer lo que cada uno piensa. Los que han salido a las calles de pueblos y ciudades no se dejan oir con la suficiente fuerza, los que piden un cambio radical, sin saber muy bien en qué consista éste, no se dejan oir con suficiente fuerza. No hay dirigentes políticos que hayan alzado la voz con la intensidad y gravedad que reclama el caso. Si estoy en el error dígaseme, pero mientras tanto vivimos en el fango. 

L. de Guereñu Polán.

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