viernes, 14 de septiembre de 2012

El Ministro y la Xunta

Separar alumnos por sexos, pero no separarlos por edades o niveles: esto es lo que están haciendo el ministro Wert (quizá el peor ministro de Educación del siglo XX y lo que va del XXI) y el Conselleiro de la Xunta de Galicia. La falacia de que las niñas rinden académicamente más que los niños no se sostiene y se usan ciertas estadísticas para justificar una opción ideológica, la del sexismo, que en España es anticonstitucional. Las niñas se desarrollan físicamente antes y, por lo tanto, adoptan roles de adolescentes y luego de adultos antes que los niños; de esto no hay duda y sobran estudios que lo demuestran. Pero el rendimiento académico depende de muchos otros factores: familiares, sociales, económicos, intelectuales, el propio ambiente académico y los profesores de turno. 

Dos alumnos de distinto sexo con la misma edad (por ejemplo, 14 años) pueden dar resultados académicos iguales o parecidos, superiores los de la niña o superiores los del niño; por la sencilla razón de que no todos los seres humanos tienen las mismas aptitudes, ni las mismas actitudes, ni las mismas motivaciones; no todos tienen las mismas oportunidades sociales y familiares. Ya pensadores y educadores como Pestalozzi, Froebel, Montesori, Freire y otros defendieron la mayor integración posible de los alumnos en los sistemas de enseñanza: no segregar al torpe, ni al tímido, ni al que demuestra un coeficiente intelectual privilegiado, ni por lo tanto a los alumnos respecto de las alumnas. Estudios hay sobrados sobre lo que representa de socialización del alumno el que comparta el aula con personas de sexo distinto; sobrados estudios hay sobre el grado de represión que se produce en alumnos y alumnas que están en centros y aulas diferentes.

El Conselleiro en Galicia no dice nada sobre la segregación de alumnos por sexos, pero sí de que en un aula estén alumnos de seis años con otros de diez, compartiendo un mismo profesor que no puede desdoblarse para atender programaciones distintas, objetivos distintos, criterios de evaluación distintos. El ministro y el conselleiro se cargan el principio de la atención a la diversidad, se cargan el principio de los agrupamientos didácticos, se cargan literalmente la Ley Orgánica de Educación. 

¿Habrá quien, teniendo capacidad para hacerlo, recurra estas medidas ante el Tribunal Constitucional? ¿Se movilizará la sociedad ante tal desafuero? El peligro que representan el ministro y el conselleiro va má allá de la coyuntura: es un ataque frontal a derechos, a prácticas consagradas por el avance de la pedagogía y la didáctica; entra en el terreno del delito psicológico (si es que vale esta expresión). 

¿Por que no se atreve el ministro a establecer universidades según el sexo de cada cual? Porque sería el admerreir del país. ¿Por que no escuelas, institutos y universidades para homosexuales? Es el despropósito mayor que hayamos tenido desde los tiempos del cruel general. 

L. de Guereñu Polán.

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