jueves, 6 de septiembre de 2012

¡Por fin!

Esto me dije cuando leí el subítulo del artículo firmado por Laia Bonet, "La encrucijada del socialismo catalán". Sé bien que como no catalán (pero no anticatalán) debo andar con pies de plomo ante quienes saben más que yo sobre la realidad catalana, pero ello no me imposibilita para dar -desde fuera de Cataluña- mi opinión.

"Para abordar los retos necesitamos menos pasión nacional y más pasión democrática", dice la articulista citada. Me ilusioné con ello. Por fin alguien desde dentro de Cataluña coincidía conmigo, que estoy fuera. Pero seguí leyendo el artículo y ya se me vino el ánimo abajo: se lamenta la señora Bonet de que se hayan desaprovechado los años de gobierno socialista en Cataluña para ahondar en la reforma del Estatuto que, recordemos, fue plebiscitado y recibió menos apoyos que el anterior, prueba de que dicho asunto no estaba entre las preocupaciones de la mayoría de la sociedad catalana.

La articulista sigue diciendo que el nuevo Estatuto era la prueba de la voluntad de disputarle la hegemonía al nacionalismo: pero ¿en que campo? no en el del modelo de sociedad y desarrollo económico, sino en el campo del nacionalismo que, como ella misma dice, no pertenece a las señas de identidad del PSC; este partido, añade, siempre fue nacional, no nacionalista. Se lamenta de que el socialismo catalán esté en horas bajas e incluso teme que desparezca: proliferan quienes lo dan por muerto. Por mi parte creo que el socialismo catalán no morirá mientras haya en aquel país tantos inmigrantes recientes, tantos llegados hace ya años y tantos que han arraigado después de haber llegado hace décadas. Creo que tampoco desaparecerá mientras haya un álito de aquellas ideas y principios que hicieron al socialismo catalán el adelantado de España. 

Creí que iba a leer un artículo sobre la necesidad de un socialismo catalán volcado en lo social, en el anticapitalismo, en los problemas lacerantes que acechan y martillean a la sociedad catalana y me encontré con un artículo que vuelve sobre las "excelencias" de un Estatuto que corrigió el Tribunal Consticional. Por cierto, este no es una "tercera cámara legislativa", es una institución que cumple su papel y se pronuncia cada vez que se acude a él. Si el Estatut no tuviese aspectos anticonstitucionales ¿por que denostar que se haya pronunciado el alto Tribunal? Este no está para hacer cierta política, sino para lo que está.

L. de Guereñu Polán.

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