Ortega
y Gasset, con motivo del debate del primer Estatuto de Cataluña ya reflexionó
sobre el tema y llego a algunas conclusiones interesantes y aún hoy aplicables:
reconozcamos que hay de sobra catalanes
que, en efecto, quieren vivir aparte de España. Ellos son los que nos presentan
el problema; ellos constituyen el llamado problema catalán, del cual yo he
dicho que no se puede resolver, que sólo se puede conllevar. Supongamos, que se
concediera a Cataluña absoluta, íntegramente, cuanto los más exacerbados
postulan. ¿Habríamos resuelto el problema? En manera alguna; habríamos dejado
entonces plenamente satisfecha a Cataluña, pero ipso facto habríamos dejado
plenamente, mortalmente insatisfecho al resto del país. El problema renacería
de sí mismo, con signo inverso, pero con una cuantía, con una violencia
incalculablemente mayor; con una extensión y un impulso tales, que
probablemente acabaría llevándose por delante el régimen.
La
fórmula de conllevarse, como única solución realista, también es de aplicación
como respuesta a los problemas
planteados desde gobiernos, teóricamente socios y amigos, como el alemán, el
finlandés o el holandés, empeñados en imponer sus propias fórmulas. Hay que
recordar que la historia de Europa ha sido, hasta hace bien poco, la de las
guerras de unos europeos contra sus vecinos, con ánimo de convertir a las otras
naciones en entes subordinados. De una Europa que pierde el mando en el mundo,
que ejerció hasta bien avanzado el siglo XX, por su propia decadencia fruto de
esas guerras, de las que la segunda guerra mundial es el ejemplo de donde
pueden llegar los excesos de los distintos nacionalismos. El que la imposición
se intente mediante el uso de la fuerza militar, o mediante el uso de fórmulas
económicas, al final puede quedar en cuestión de matices, por importantes que
sean esos matices, dando así pábulo e impulso a la reacción, que se deriva de
forma casi natural del nacionalismo francés, austriaco, finlandés, italiano,
holandés, sueco, griego, etc., ya expresados en procesos electorales, y, porqué
no del español o el alemán hoy más subsumidos en el sistema.
Para
que las soluciones propuestas por el mismo Ortega, en su Meditación de
Europa, eviten la decadencia total de
Europa en el mundo, es necesario que los hoy más afortunados ciudadanos del
norte también conlleven y respeten las soluciones y opiniones de los que hoy
somos algo menos afortunados, en el sur del mismo espacio geográfico.
Septiembre de 2012
Isidoro
Gracia
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