Médicos y farmacéuticos
No
me refiero aquí a los consagrados o a los especialistas, sino a los que
han acabado su carrera después del esfuerzo que cabe suponer y ahora se
encuentran en la situación que voy a describir.
En algunas
partes de España el Gobierno ha permitido que los farmacéuticos no
propietarios, es decir, lo que están empleados en una farmacia, sean
despedidos para ser sustituidos por licenciados becarios que, por serlo,
no tienen seguridad social. No tienen un horario acorde con convenio
alguno, pues no son trabajadores en el sentido legal de la palabra, y la
beca -como cabe suponer- es de miseria.
La licencia farmacéutica, que es pública, se vende cuando el
farmacéutico propietario se jubila. Ingresa entonces una gran cantidad
de dinero que, en la mayoría de los casos, no cotiza a Hacienda, es
decir, se trata de dinero negro. No estoy hablando de la propiedad del
local farmacéutico, estoy hablando de la licencia para ejercer, que ha
sido concedida por el Estado y a él debe revertir para que la conceda a
quien corresponda, pero sin tener que pagar nada a cambio.
Un
veterinario o un médico establecen su clínica, si así lo desean y
pueden, cuando les parece. Pero un farmacéutico no puede hacerlo a causa
de un sistema feudal que pervive en nuestro país: preservar un número
de farmacias determinado para que resulte rentable a los farmacéuticos
estalecidos. Si papá ha sido farmacéutico le dejará local y licencia al
hijo o hija para que ejerza la profesión; si papá no es farmacéutico, el
hijo o hija será becari@ sin seguridad social, sin horario...
No pocos licenciados en medicina -todavía no especialistas- están
cubriendo puestos como médicos de familia por 6 euros la hora (véase el
ejemplo más patente en la Comunidad Valenciana). Estas prácticas, que no
tienen sentido ni desde el punto de vista económico ni desde la
dignidad humana, son permitidas y alentadas por el actual Gobierno, cuya
villanía ha superado ya todos los límites.
L. de Guereñu Polán.
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