miércoles, 1 de mayo de 2013

El problema de España

Imagen de un Gobierno indigno
No es la deuda para que el país recobre el crédito ante la economía internacional, que con ser un problema no es el más importante que tenemos; no son los partidos políticos, que son consustanciales a un sistema democrático; no son los sindicatos de trabajadores; ni el paro, que ha alcanzado cotas altísimas; no es la oposición, que puede haber pecado de falta de ideas; ni siquiera es la corrupción, que a la postre existe en todos los países, en todas las sociedades y ha existido en todos los tiempos. El verdadero problema de España, en mi opinión, es el Gobierno que los españoles hemos elegido, que ha mentido bellacamente al cuerpo social, se comporta de forma arrogante, imposibilita el acuerdo entre patronal y sindicatos poniéndose al lado de aquella, no combatiendo la corrupción, teniendo incluso corruptos en sus filas, disculpando el cobro de sueldos que no cotizan al fisco (cuando no negándolo) manteniendo en cargos de responsabilidad a ineptos o a indeseables, sometiéndose a los dictados del mercado internacional, cuyo principal portavoz en Europa es la primera ministra alemana Merkel.

Un país puede tener problemas estructurales y contar con un Gobierno que quiere combatirlos, tener paro y poner todo el esfuerzo en ayudar a dichos parados, tanto mediante políticas que contribuyan a la contratación como estableciendo el gasto en subsidios; un país puede tener graves problemas de corrupción y tener un Gobierno que se empeña en combatirla colaborando con la Justicia, poniéndose al frente de la lucha contra dicha corrupción, denunciando los casos que existan en su propio seno; un país puede tener cualquier problema pero ha de tener al frente a un Gobierno digno, cualidad que este no tiene. Y no la tiene porque está formado por individuos que no han sido puestos ahí para ocuparse de los asuntos públicos, sino para complacer a unas pocas familias detentadoras del dinero en España; por eso ha llevado a cabo una amnistía fiscal, por eso no ha denunciado el mayor caso de corrupción dentro de un partido político (Bárcenas-Gürtel), por eso ha defendido a personas que luego han tenido que ser apartadas de los cargos públicos que tenían (Camps, Fabra) por eso sigue manteniendo relaciones de privilegio con narcotraficantes y con el mundo del delito organizado.

Este no es un gobierno digno. Puede ser un gobierno que ha ganado las elecciones (se pueden ganar por méritos propios o por errores del contrario) puede que sea un gobierno legítimo, pero incluso así se puede deslegitimar con sus actos, con su falta de moral pública, con sus mentiras y burlas, con sus connivencias. ¿Como es posible bajar sistemáticamente, cada trimestre que pasa, el gasto social? ¿Como es posible afectar a la sanidad pública, a la enseñanza pública, al subsidio de desempleo, a los dependientes, a las becas de los estudiantes? ¿Como es posible subir impuestos de forma indiscriminada afectando así a las economías más modestas? ¿Como es posible decir una cosa hoy y hacer la contraria mañana? Un Gobierno que hace esto es un quiste en un cuerpo que necesita urgentemente se le extirpe. Pero en democracia solo hay dos formas para extirpar un cáncer: mediante unas elecciones que quizá no se adelanten, porque este Gobierno tiene el designio de seguir favoreciendo a esas pocas familias para las que está ahi, y mediante una formidable movilización popular que reclame su sustitución.

La segunda de las opciones va cuajando poco a poco, a veces con ánimos redoblados, en otras ocasiones con dudas razonables. Es lógico que los convocantes de manifestaciones y huelgas sean prudentes, porque un cuerpo social no actúa al mando de un resorte; es necesario que se den las condiciones objetivas y subjetivas para que las llamadas a la movilización tengan efectos positivos. En cuanto a la primera opción no cabe más que esperar a unas elecciones en las que los españoles actúen con mucha conciencia de la trascendencia que tiene su voto; no olviden las mentiras y las patrañas, las burlas y los abusos. Que cuando depositen su voto -si lo hacen- le den un carácter casi sagrado, trascendente, plenamente cívico y reivindicativo. 
L. de Guereñu Polán.

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