“El que consigue la soberanía con auxilios de los
grandes se mantiene con más dificultad que el que la consigue con el del pueblo,
porque se halla cercado de muchas gentes que se tienen por iguales con él”. Ganar
elecciones gracias a la ventaja de aportaciones anónimas, permite a los
donantes, normalmente gentes poderosas, no ser mandadas ni manejadas a discreción
del gobernante.
En el capítulo XIX la recomendación es: El Príncipe
debe evitar ser despreciado y aborrecido, y “Siempre que no se quitan a la
generalidad de los hombres su propiedad
ni honor viven ellos como si estuvieran contentos”. El paralelismo de lo
antes expresado con los desahucios, las participaciones preferentes y la pérdida
de la dignidad, derivada de la exclusión del trabajo que dignifica, salta a la
vista sin necesidad alguna de formación política profunda.
En otras obras, el mismo autor indica a donde
llevan algunas de las situaciones que hoy tienen paralelismo: “Cuando la masa
es corrompida en un Estado, las buenas leyes no sirven ya de nada, a no ser que
se confíe su ejecución a un hombre que pueda tener suficiente fuerza para
hacerlas observar”.
Esa misma tarde noche se entrevistó a Aznar, un personaje
narcisista clínico en palabras que escuché en una emisora a un ilustre psicólogo.
¿Y si algunos de los que detentan el poder también
leen a los clásicos?
Mayo de 2013
Isidoro Gracia
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