domingo, 12 de mayo de 2013

Un partido distinto

Cuando yo empecé a militar en el Partido Socialista los partidos no estaban legalizados en España pero lo estarían pronto. Entonces tenía la idea de que el partido en el que acababa de entrar era muy distinto de los demás que existiesen y pudiesen existir, pues la derecha no estaba organizada en ninguno ya que estaba colaborando con el régimen declinante. La idea no era mía, sino que la había aprendido de viejos militantes e incluso leído en Juan José Morato y otros. Hay discursos parlamentarios de Julián Besteiro en los que insiste en la singularidad del Partido Socialista. Esto hacía que me enorgulleciese pertenecer al partido que abandonaría, sin saberlo entonces, veinte años más tarde.

Tenía mucho sentido (y lo sigue teniendo) que un partido como el socialista aspire a presentarse ante la sociedad como distinto, sin formar líneas paralelas con otros partidos, sobre todo los de derecha. Siempre me ha parecido un error de bulto que el PSOE y sus militantes se presenten como una organización más -aunque legalmente sea así- en relación al Partido Popular, por ejemplo. No: el Partido Popular casi no tiene historia, es el resultado del reagrupamiento de franquistas viejos, nostálgicos del franquismo y renegados del franquismo durante las últimas décadas. Con toda seguridad también hay demócratas en dicho partido pero sin la tradición, sin la hondura, sin las convicciones radicales que han caracterizado a la izquierda. 

No hay partido alguno en España -ni siquiera el PNV- que tenga la historia del PSOE. Ni las personalidades que militaron en sus filas, ni los acontecimientos que protagonizó (no siempre loables) ni la gran movilización que ha llevado a cabo en la sociedad española: primero en competencia con el republicanismo, luego en conjunción con él, más tarde con otras organizaciones del movimiento socialista; durante los años setenta y ochenta pasados casi en solitario. ¿Como estar en el Partido Socialista y no sentirse partícipe de algo distinto, singular, sin comparación con la militancia en otros partidos, sobre todo los de derecha? Estos partidos nunca han cuajado por largo tiempo: si exceptuamos al citado PNV, cuya amalgama es la singularidad de las provincias vascas y su reivindicación, solo la Lliga catalana tuvo algún recorrido. Los demás partidos de derecha se formaron para coyunturas concretas: la CEDA para combatir a la II República, CiU para cerrar el paso a la Esquerra que se recordaba de la época histórica, y así sucesivamente. 

La enorme cantidad de doctrina que se puede leer en las actas de los congresos del Partido Socialista no es comparable con la de ningún otro, incluídos los de izquierda. Cierto que mucha de esa doctrina se fue adaptando a circunstancias políticas que desdibujaron, poco o mucho, la acción del partido ante la sociedad, pero la capacidad de convocatoria, la movilización que el PSOE siempre ha concitado (desde hace algo más de un siglo por lo menos) no puede compararse con ninguna otra organización en España. Los errores cometidos desde los años noventa pasados -algunos de bulto e incluso de una gravedad imperdonable- han llevado a la convicción (entre la sociedad) de que el Partido Socialista es otro partido más de los existentes, como el Partido Popular solo que en otro espectro, representando otros intereses y modelos. Si el Partido Socialista fuese capaz de volver a presentarse ante el cuerpo social como una organización distinta a las demás, con sus señas de identidad nítidas y con propuestas imaginativas y verdaderamente progresistas, podría volver a ser lo que fue, pero para ello hace falta una mentalización colectiva que creo no se está dando, a no ser que yo me equivoque de cabo a rabo.

Los comportamientos éticos son lo primero, pero además la generosidad que hay que estar demostrando siempre ante los demás; la disciplina,que no tiene que estar reñida con la discusión franca sobre ideas y estrategias. Las ambiciones personales, que son algo humano, debieran combatirse como a uno de los peores males del Partido Socialista, y a partir de aquí, a medio plazo, presentarse ante la sociedad con una renovación tal que las nuevas generaciones confiasen en él y las viejas recobrasen las ilusiones perdidas.

L. de Guereñu Polán.

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