miércoles, 3 de julio de 2013

El socialismo andaluz



Antigua calle de Linares
En el verano de 1887 Pablo Iglesias, acompañado de algunos correligionarios, tomaba el tren en Madrid con destino en Linares (Jaén). El viaje se hizo por Aranjuez, Alcázar de San Juan, Manzanares y, por fin, la villa andaluza. Se trataba de fundar la agrupación socialista de Linares, la primera de las andaluzas, para luego extenderse a Málaga y Alcalá de los Gazules.

El socialismo andaluz fue, en un principio, rural y de interior, donde las provincias de Córdoba y Jaén son pioneras. Los afiliados eran jornaleros del campo, trabajadores del olivar, pequeños artesanos, carreteros y cordeleros de las ciudades, algunos maestros y jóvenes que colaboraban con la Unión de Trabajadores del Campo, sobre todo implantada en las provincias citadas.

La implantación del socialismo en Andalucía fue rápida y fecunda, a partir muchas veces de militantes anarquistas que no tuvieron inconveniente en ver la misma lucha en sus ideas y las del socialismo marxista. En Jaén conseguirán los socialistas andaluces su primer alcalde, pero ya en el siglo XX, después de una década muy fructífera en afiliaciones y crecimiento, la que va de 1910 a 1920.

Había dado comienzo una gran conflictividad en el campo y en las ciudades como no se recordaba desde hacía tiempo: los anarquistas practicaban la acción directa, los socialistas, más numerosos en la región, eran partidarios de métodos más pacíficos y de negociación, pero las huelgas se multiplicaron en aquella década, al final de la cual, con menor intensidad que en Barcelona, se dio el fenómeno del pistolerismo: contratación de matones a sueldo por parte de la patronal para combatir la acción de los sindicalistas más significados.

El golpe de estado protagonizado por Primo de Rivera hizo descender el número de afiliados a la Unión General de Trabajadores, sindicato hermano del Partido Socialista, pues en muchos lugares no se vio con buenos ojos la relativa colaboración de Largo Caballero con el dictador. Lo cierto es que desde 1923 hasta la segunda República española los anarquistas sufrieron la persecución mucho más que los socialistas.

Contrariamente a lo que ocurrió en otras partes de España, en Andalucía hubo una viva resistencia al franquismo por parte de las agrupaciones socialistas, sobre todo en las ciudades más importantes. La represión se cebó en ellas. Las huelgas de los años cincuenta y sesenta reavivaron la movilización que sirvió de acicate para el crecimiento de ambas organizaciones al dar comienzo la década de los setenta del pasado siglo.

El resto es más conocido: las direcciones de Rodríguez de la Borbolla, de Sanjuán, de Chaves… En la década de los años ochenta pasados los socialistas andaluces protagonizaron no pocos conflictos internos que, sin embargo, no repercutieron gran cosa en sus resultados electorales, siempre como primera fuerza política en la región. En algunas localidades como Torredonjimeno se llegaron a obtener resultados del 70% de los votos escrutados. En aquellos conflictos internos tuvieron no poca responsabilidad los citados de la Borbolla, Chaves y Alfonso Guerra, no siempre en el mismo bando, a veces por simples diferencias y otras por concepciones partidarias más o menos jerárquicas.

Hoy el Partido Socialista en Andalucía es la segunda fuerza política, tras las últimas elecciones regionales, pero gobierna en coalición con Izquierda Unida, una experiencia que quizá debiera servir de laboratorio para una convergencia en el futuro, cuanto menos lejano mejor.

L. de Guereñu Polán. 

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