Solo
dos años después de derrocar al dictador Mubarak, un golpe de estado ha
derrocado al gobierno elegido democráticamente, y lo ha hecho con la
anuencia de la oposición laica, que ahora está presa del ejército al que
ha apoyado moralmente para una manifiesta ilegalidad, un acto de
fuerza.
Del gobierno conservador e islámico moderado del señor
Morsi no se podía esperar nada extraordinario. Solo dar satisfacción a
la población –no poca- que aspira a que el Corán siga siendo la
principal norma jurídica del país. La economía está en manos extranjeras
excepto la agricultura, que es la principal fuente de riqueza. Es
cierto que en la época de Nasser se hicieron grandes obras públicas para
que esa agricultura se modernizase, pero también hay muchos campesinos
que viven en la subsistencia. El turismo aporta una buena parte de la
renta nacional, pero los ingresos por este concepto han caído en los
últimos años con la inestabilidad política.
Los partidos
políticos no se pueden comparar con los europeos, por más que Egipto
haya sido occidentalizado fuertemente por el ejército durante décadas:
hay un Partido Socialista Liberal que es un cúmulo de contradicciones,
otro es el Partido Socialista Laboral, más afín a los partidos de
europeos de esta ideología, hay otros con denominaciones más o menos
definidas, pero quien ha ganado las elecciones hace un año y el que ha
demostrado mayor coherencia y cohesión es el Partido Nacional Demócrata
de los “Hermanos Musulmanes”.
Pero un factor a tener en cuenta
es la enorme atomización de intereses y étnica existente en el país: al
sur están los nubios, pero hay habitantes no integrados estrictamente
en el Estado, como los beduinos del desierto, hay judíos, cristianos, de
nacionalidades diversas y egipcios propiamente dichos. La particular
forma de colonización de Egipto, tras la larga ocupación y sometimiento
al Imperio Otomano, dejó las cosas sin aclarar. Las mismas fronteras de
Egipto, como muchas en África, son un artificio.
Los
occidentalistas movilizan a la población, pero cuando se producen
elecciones ganan los islamistas moderados (así mismo ocurrió en Argelia
hace décadas). Los demás partidos, completamente alejados de la
influencia en el complejo social del país, no son más que comparsas,
pero que dificultan la gobernabilidad. No es la primera vez que en el
norte de África el ejército interviene mediante un golpe de fuerza para
aparentar arreglar las cosas, pero no las arregla, sino que colma de
ilegitimidad al régimen que instaura. Ahora Egipto no tiene
Constitución, tiene un gobierno provisional, el ejército no ha sido
elegido por la población, aunque sí jaleado por una parte de ella y el
mundo se alarma por la posición geopolítica que Egipto ha jugado durante
casi un siglo en oriente próximo.
Las cosas están ahora en
Egipto peor que hace unos días, peor que hace unos meses; se ha
conculcado la ley, se ha violado el respeto al partido vencedor y
–aunque este no ha dado solución ni a uno solo de los problemas que
afectan al país- tiene tras de sí a los que le han votado, a los que no
renuncian al Corán, a los que ven en toda intervención del ejército la
mano de occidente, por muy ajeno que en este momento se encuentre este
de los acontecimientos internos. El propio expresidentes Morsi se educó
en Estados Unidos.
L. de Guereñu Polán.
Del gobierno conservador e islámico moderado del señor Morsi no se podía esperar nada extraordinario. Solo dar satisfacción a la población –no poca- que aspira a que el Corán siga siendo la principal norma jurídica del país. La economía está en manos extranjeras excepto la agricultura, que es la principal fuente de riqueza. Es cierto que en la época de Nasser se hicieron grandes obras públicas para que esa agricultura se modernizase, pero también hay muchos campesinos que viven en la subsistencia. El turismo aporta una buena parte de la renta nacional, pero los ingresos por este concepto han caído en los últimos años con la inestabilidad política.
Los partidos políticos no se pueden comparar con los europeos, por más que Egipto haya sido occidentalizado fuertemente por el ejército durante décadas: hay un Partido Socialista Liberal que es un cúmulo de contradicciones, otro es el Partido Socialista Laboral, más afín a los partidos de europeos de esta ideología, hay otros con denominaciones más o menos definidas, pero quien ha ganado las elecciones hace un año y el que ha demostrado mayor coherencia y cohesión es el Partido Nacional Demócrata de los “Hermanos Musulmanes”.
Pero un factor a tener en cuenta es la enorme atomización de intereses y étnica existente en el país: al sur están los nubios, pero hay habitantes no integrados estrictamente en el Estado, como los beduinos del desierto, hay judíos, cristianos, de nacionalidades diversas y egipcios propiamente dichos. La particular forma de colonización de Egipto, tras la larga ocupación y sometimiento al Imperio Otomano, dejó las cosas sin aclarar. Las mismas fronteras de Egipto, como muchas en África, son un artificio.
Los occidentalistas movilizan a la población, pero cuando se producen elecciones ganan los islamistas moderados (así mismo ocurrió en Argelia hace décadas). Los demás partidos, completamente alejados de la influencia en el complejo social del país, no son más que comparsas, pero que dificultan la gobernabilidad. No es la primera vez que en el norte de África el ejército interviene mediante un golpe de fuerza para aparentar arreglar las cosas, pero no las arregla, sino que colma de ilegitimidad al régimen que instaura. Ahora Egipto no tiene Constitución, tiene un gobierno provisional, el ejército no ha sido elegido por la población, aunque sí jaleado por una parte de ella y el mundo se alarma por la posición geopolítica que Egipto ha jugado durante casi un siglo en oriente próximo.
Las cosas están ahora en Egipto peor que hace unos días, peor que hace unos meses; se ha conculcado la ley, se ha violado el respeto al partido vencedor y –aunque este no ha dado solución ni a uno solo de los problemas que afectan al país- tiene tras de sí a los que le han votado, a los que no renuncian al Corán, a los que ven en toda intervención del ejército la mano de occidente, por muy ajeno que en este momento se encuentre este de los acontecimientos internos. El propio expresidentes Morsi se educó en Estados Unidos.
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