En el año 1939 el general Franco hizó al periodista Manuel Aznar unas
declaraciones en las que distinguía dos tipos de delincuentes:
"criminales empedernidos, sin posible redención... y los capaces de
sincero arrepentimiento... En cuanto a los primeros no deben de retornar
a la sociedad...". Y para que no retornasen a la sociedad se les aplicó
el garrote vil, el fusilamiento, la tortura, el desprecio público a sus
familias y mil afrentas más sin garantías jurídicas, con juicios-farsa y
condenas a muerte arbitrarias. A los segundos se les aplicaron largos
encarcelamientos y el trabajo forzoso en minas, redes ferroviarias o la
construcción de la basílica del "Valle de los Caídos", que todavía se
yergue a pesar de una Ley de la Memoria Histórica que prohibe la
exhibición de símbolos de la dictadura.
Paul Preston ha señalado que el general Franco, "llevado por su talante
vengativo, mantuvo a España dividida entre los vendedores y los
vencidos". Sintió la necesidad de "depurar" a los republicanos, fuesen
estos socialistas del más variado signo, demócratas, liberales... Su
represión fue en extremo violenta y siguió al pie de la letra la
consigna del general Mola de que había que sembrar el terror, al dar
comienzo la guerra civil. El mismo Preston recoge la entrevista que el
periodista Jay Allen le hizo a Franco a finales de julio de 1936: Allen
le preguntó "¿significa esto que tendrá que fusilar a media España? a lo
que Franco respondió "a cualquier precio". Hay muchos testimonios sobre
la brutalidad y crueldad del general Franco y sus más acérrimos
colaboradores: uno es el caso del embajador italiano Roberto Cantalupo y
son conocidas las matanzas de Badajoz en agosto de 1936 (cometidas por
Yagüe y Castejón) y de Málaga en febrero de 1937. El objetivo -dice
Preston- era "aterrorizar de manera duradera" con sangrientas
depuraciones incluso mucho después de finalizada la guerra. Franco
declaró a James Miller, vicepresidente de United Press: "Tenemos en
nuestro archivo más de dos millones de nombres catalogados". La
violencia se institucionalizó muy pronto.
Fueron muchísimos los ejecutados de forma sumaria y como quiera que Franco ponía en los expedientes de los condenados "enterado", dio lugar al chiste macabro del capellán de Franco de que este ponía "enterrado": y es que muchas veces el expediente llegaba a Franco cuando el reo ya había sido asesinado. Con el hijo del general Miaja, republicano, Franco intervino varias veces para que fuese juzgado de nuevo hasta que la sentencia, que antes había sido exculpatoria, fuese de condena. Era un empeño especial el que ponía Franco en algunos casos. Al fin y al cabo él respondía solo "ante Dios y ante la Historia" y en las monedas aparecía la frase "Caudillo de España por la gracia de Dios".
Ya en la guerra -sigue hablando Paul Preston- los moros y los legionarios implantaron el terror allí donde llegaban, saqueando los pueblos capturados, violando a las mujeres, matando a sus prisioneros y mutilando sexualmente sus cuerpos. Franco había conocido estas prácticas en África y las consintió en España: en Marruecos la Legión había decapitado prisioneros y exhibido sus cabezas como trofeos. Pero toda esta brutalidad fue anulada de los archivos a partir de mediados de los años sesenta, cuando se podía presumir el fin del dictador. Antes, sin embargo, se había creado el Patronado para la Redención de Penas.
Fueron muchísimos los ejecutados de forma sumaria y como quiera que Franco ponía en los expedientes de los condenados "enterado", dio lugar al chiste macabro del capellán de Franco de que este ponía "enterrado": y es que muchas veces el expediente llegaba a Franco cuando el reo ya había sido asesinado. Con el hijo del general Miaja, republicano, Franco intervino varias veces para que fuese juzgado de nuevo hasta que la sentencia, que antes había sido exculpatoria, fuese de condena. Era un empeño especial el que ponía Franco en algunos casos. Al fin y al cabo él respondía solo "ante Dios y ante la Historia" y en las monedas aparecía la frase "Caudillo de España por la gracia de Dios".
Ya en la guerra -sigue hablando Paul Preston- los moros y los legionarios implantaron el terror allí donde llegaban, saqueando los pueblos capturados, violando a las mujeres, matando a sus prisioneros y mutilando sexualmente sus cuerpos. Franco había conocido estas prácticas en África y las consintió en España: en Marruecos la Legión había decapitado prisioneros y exhibido sus cabezas como trofeos. Pero toda esta brutalidad fue anulada de los archivos a partir de mediados de los años sesenta, cuando se podía presumir el fin del dictador. Antes, sin embargo, se había creado el Patronado para la Redención de Penas.
Creado en 1938, se encargó de que todo enemigo del régimen más o menos
declarado, que fuese capturado, cumpliese condena en prisión, fuese
humillado, obligado a trabajos forzosos y tratado como a un inferior.
Pero además de someter a los presos republicanos tenía una misión
propagandística: el Patronado cumplía la función de salvar de su error a
los enemigos del régimen franquista, de sus ideas marxistas o
democráticas. El número de reclusos "redimiendo penas" en 1942 era
23.610, mientras que un año más tarde 27.884. Los agentes franquistas
fueron capturando con el tiempo a más y más opositores al régimen, o
bien simplemente no simpatizantes con él. El Patronato arrancó a los
hijos de sus madres cuando los maridos estaban en prisión, los entregó
arbitrariamente a instituciones supuestamente de beneficencia y luego a
familias distintas a las que pertenecía el niño, generalmente militares
sin hijos. Especialmente dura fue la represión en Cataluña, sobre todo
por haber resistido hasta principios de 1939, lo que ha estudiado
Conxita Mir. Las mujeres no se libraron de "redimir sus penas" en
cárceles y en otros trabajos: fueron consideradas no solo marxistas,
rojas o asesinas, sino simples putas por defender la liberación de la
mujer o ideas distintas a las de los vencedores.
Preston habla del sufrimiento de los niños: "encerrados en cuartos
oscuros, obligados a comerse sus propios vómitos; mujeres jóvenes
violadas por sus guardianes; hijos arrancados a sus madres y dados en
adopción o criados en hospicios religiosos". El odio y la represión al
vencido no cesó en Franco durante los casi cuarenta años que duró su
régimen y mandato: "de todas partes del mundo llegó una oleada de
protestas -cuando Franco condenó a muerte a varios etarras y miembros
del FRAP- mayor aún que la que provocó el juicio de Grimau... Quince
gobiernos europeos llamaron a sus embajadores a consulta. En la mayoría
de los países... se produjeron manifestaciones y ataques a las embajadas
españolas. En las Naciones Unidas, el presidente de México, Luis
Echeverría, pidió la expulsión de España del organismo. El papa Pablo VI
pidió clemencia, como lo hicieron todos los obispos de España. Don Juan
de Borbón hizo otro tanto a través de su hijo... Peticiones similares
llovieron desde gobiernos de todo el mundo. Franco hizo caso omiso"·.
Confirmó cinco penas capitales y al amanecer del 27 de septiembre de
1975, los condenados murieron frente a un pelotón. Ni siquiera cuando
podía prever su muerte cercana se apiadó de sus presos. Su odio había
llegado casi al infinito.
L. de Guereñu Polán.
L. de Guereñu Polán.
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