El último informe del Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático avanza en certidumbres incompletas, pero
pone de manifiesto que el uso de la actual tecnología es, a la vez, núcleo del
problema y la solución.
Para
aproximarse por el ciudadano medio al debate sobre el “Cambio Climático”, con
un mínimo de racionalidad, es necesario tener alguna idea clara en algunas
cuestiones cuya veracidad o pertinencia están acreditadas.
Dos
hechos parecen estar acreditados: el aumento paulatino de la temperatura de la
atmósfera del planeta y el aumento acelerado en esa atmósfera del contenido del
carbono, tanto como dióxido de carbono (CO2) como en forma de metano (CH4), así
como del oxido nitroso; también parece acreditada la existencia de alguna
relación entre los dos hechos. A pesar de los esfuerzos del Panel de Expertos por cuantificar el papel de los océanos, o de
la variación de la radiación solar, está según su lenguaje: en un nivel de confianza bajo, incluso el
atemperamiento producido por las erupciones volcánicas se sitúa en el corto
plazo, después de las erupciones, está menos acreditado que la actividad humana
sea la causa única, o principal, del aumento de la temperatura; Toda la
actividad humana impacta en una pequeña fracción de un ciclo en el que está
implicado menos del 5% del carbono total existente en el planeta, lo que hace
situarlo: en un nivel de confianza medio.
A
pesar de las posibles dudas, las respuestas para evitar la contribución de los
humanos, a lo que el último informe del Panel califica de “radiamento positivo
global”, van en una dirección que la lógica reclamaría al margen de que
existiera, o no, lo que los ciudadanos de a pie llamamos simplemente
“calentamiento global”.
Es
pertinente y clara la necesidad de programas de ahorro energético, aun cuando
no existieran indicios del cambio climático, es una decisión de mera
supervivencia para las generaciones futuras.
También
está acreditado que sin el uso de tecnologías duras e intensivas en energía,
abonos y pesticidas, la capacidad de sostener el actual volumen de población
sobre el territorio habitable, en condiciones de bienestar, se reduciría
drásticamente. A la vista de la evolución de los problemas, también ya es
evidente que el uso de este tipo de tecnología es imprescindible para
garantizar agua potable. Pero el sentido común indica que los límites para el
uso de esas tecnologías hace tiempo que fueron sobrepasados, en amplias zonas del
planeta.
El
caso de Europa
Uno
de esos clubes de científicos, creados para proyectar el futuro, realizó un
informe sobre la población europea, que los recursos naturales del territorio
podrían mantener, en condiciones de desarrollo sostenible y bienestar, con el
mejor uso de las tecnologías blandas que se dominaban en el último tramo del
siglo XX; la conclusión fue que la población superviviente sería mucho menos de
la mitad de la entonces existente. Hay estudios que establecen el límite en la
cuarta parte.
Así
pues, parece acreditado que en Europa no podemos prescindir del uso de las
tecnologías duras e intensivas, en consecuencia, me guste poco o mucho,
soy ferviente partidario de su uso, al
menos que quien defienda algunas posiciones, mal denominadas ecologistas (el
hombre como especie forma parte de la ecología), me convenza de la bondad del
método que habría que utilizar para seleccionar los mas de 250 millones de
personas que sobran en la Unión Europea.
Consecuencia
de la escasez de recursos sobre territorio europeo, es que las decisiones,
normalmente impulsadas desde la UE para evitar situaciones irreversibles, sean
siempre limitativas. Pero o se consigue que USA, China y otros grandes
consumidores de recursos acepten la filosofía de conservación y reversibilidad,
o las previsiones cuasi apocalípticas del informe: incremento de temperatura,
perdida de las masas de hielo, subida catastrófica del nivel del mar,
desestabilización del clima, etc., serán, tal y como se indica, inexorables e
irreversibles.
A
modo de conclusión
No
servirá de mucho, cara a la supervivencia de la civilización, tal y como hoy la
entendemos, que Europa, USA y otras zonas desarrolladas exportemos a África, o
a otras zonas geográficas poco desarrolladas,
lo que nos molesta y sobra: las tecnologías menos eficientes y los
residuos que ellas generan. Al contrario, haríamos bien en pensar en compartir
las tecnologías, que han demostrado que pueden revertir algunos de los efectos
más dañinos y de las que disponemos en el mundo, quizá mal llamado,
desarrollado.
Isidoro
Gracia
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