Si, los incendios
forestales del verano se apagan en invierno porque son las políticas
preventivas las que pueden llegar a erradicarlos o reducir drasticamente su número,
extensión y gravedad. Esta advertencia no es ninguna novedad pues se lleva
manifestando en Galicia por parte de mucha gente desde hace un montón de años.
Sin embargo van allá muchas décadas sufriendo esta lacra, y destinando
cuantiosos recursos cada año para hacerle frente pero sin resultados, de manera
que el problema se vuelve a presentar cada año, incluso con mayor virulencia y
riesgo para los bienes y las personas cada vez ¿Por qué? ¿Qué está
pasando? ¿No es hora de preguntarnos que
no estamos haciendo bien, y decirlo, para corregirlo de una vez?
Muchas decenas de miles
de hectáreas de monte arden cada año, con pérdidas económicas cuantiosas, daños
ecológicos irreversibles en muchos casos, e incluso vidas humanas. En 2012
ardía el Parque Natural de O Xurés, y se registraban incendios de gran
importancia en Os Ancares y O Courel. En Septiembre del 2013 ardía el
emblemático Monte Pindo con una superficie afectada de cerca de 2.000
hectáreas. Ese año, las llamas amenazaron el entorno urbano de Santiago de
Compostela y otras poblaciones.
El 13 de septiembre de
2013, L. de Guereñu Polán, publicaba en este mismo Foro Claridade un
interesantísimo artículo titulado ¿Existe Política forestal en Galicia? en el
que después de recordar las competencias de la Xunta de Galicia en esta
materia, señalaba que política forestal teóricamente si existe porque está
contemplada en la Ley 7/2012, pero en la práctica no porque aspectos básicos de
dicha ley no se cumplen.
Faltan, recuerda
Guereñu, medidas para el desarrollo del medio rural y la puesta en marcha de
modalidades de reorganización de las propiedades forestales con las dimensiones
necesarias para llevar a cabo una gestión forestal viable y sostenible, y el
fomento de iniciativas de gestión forestal conjunta. En la mencionada ley hay medidas
de “obligado cumplimiento” que tampoco se cumplen, por ejemplo las referidas al
tratamiento de las masas forestales quemadas y la repoblación de las zonas
afectadas. Los montes -públicos y privados- siguen sin limpiar de maleza y
hojarasca, y siguen sin estar ordenados, no hay una política para regenerar los
árboles autóctonos del monte gallego, más bien todo lo contrario en algunos
casos, etc.
Creo yo que falta
voluntad política para dar una solución satisfactoria el problema. En lugar de
eso se procura salir del paso cada año como se puede, pero vamos de mal en
peor. Es un problema de tal magnitud que merecería una especie de “acuerdo de
estado” con aspectos formales y de fondo para afrontarlo con responsabilidad y
eficacia. Entre los formales, la renuncia de todos los partidos políticos con
representación parlamentaria a utilizar los incendios forestales como recurso
para hacer política partidaria, y también un compromiso de total transparencia
informativa sobre los incendios habidos, sus causas, su alcance y consecuencia,
las medidas a poner en marcha cada año, los presupuestos, etc. Y también de
fondo: En colaboración con las universidades, expertos en la materia,
organismos internacionales, organizaciones profesionales agrarias y forestales,
etc. llevar a cabo todos los estudios necesarios para determinar las causas
reales de los incendios en Galicia y la recomendación de las medidas mas
eficaces para su erradicación o drástica reducción. También una colaboración
estrecha, leal y generosa entre las diversas administraciones públicas.
En lugar de ello, año
tras año, venimos asistiendo a una alarmante opacidad informativa por parte del
principal organismo responsable, la Xunta de Galicia. Con la extraña
complicidad de los medios de comunicación, el Presidente de la Xunta y los Conselleiros
directamente afectados insisten en que la práctica totalidad de los incendios
son intencionados y culpa de los pirómanos. Es evidente que así será en algunos
casos, pero no se puede mantener esta acusación año tras año sin más. Hay que
ir más allá. Recientemente pude ver en perspectiva los restos de uno de los
incendios habidos hace un par de años en Os Ancares, comprobando las decenas de
miles de pinos muy jóvenes calcinados en perfectas hileras simétricas, prueba
de que habían sido “implantados” pocos años antes no se si con el consentimiento y aprobación o no de
los vecinos, toda vez que aquella es zona tradicional de árboles autóctonos:
roble, castaño, abedul, cerezo, nogal, etc.
¿Como es que después de
tantos años, el Ministerio del Interior, la Guardia Civil, los Ayuntamientos y
la propia Justicia, siguen sin dar solución a los pirómanos? ¿Por qué? ¿Qué
pasa? ¿Cuántos y quienes son en cada municipio? Lo que no puede ser es que el
señor Presidente nos cuente este año lo mismo que el año pasado y los
anteriores. ¿Es que no se dan cuenta de que así no se puede seguir?
Nos estamos gastando
cada año cantidades ingentes de dinero en material para la lucha contra los
incendios forestales, también y de modo muy destacado en contratos con empresas
privadas para la descarga de agua desde aviones y helicópteros. Tengo la
impresión de que grandes negocios privados están surgiendo al amparo de unos
presupuestos públicos tan crecientes cada año como poco eficientes. Extraña
opacidad igualmente en todo lo relacionado con este tema con la que es preciso
terminar. Cuando el negocio está asociado al servicio se impone mucho más el
control y la transparencia informativa. Al fin y al cabo se trata no solo de
combatir los incendios cada año, sino de ir reduciendo progresivamente su número
y gravedad, aumentando para ello las políticas preventivas y en
consecuencia reduciendo y racionalizando
en lo posible otros gastos.
Porque, no lo
olvidemos, el problema es que pese a los crecientes esfuerzos que se vienen realizando
(ahora se ha incorporado el ejército), los resultados no son buenos, los montes se nos queman sin remedio, y así no
podemos seguir.
Xesús Mosquera Sueiro.-
5 de agosto de 2014
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