No ha pasado un solo día de civilización
en el que no se hayan incrementado las necesidades de minerales y ningún país
escapa de algún tipo de dependencia de ellos. El sector industrial minero es uno
de los más importantes del mundo: el valor mundial de la producción es de dos
billones de dólares anuales y según la OIT más de 100 millones de personas
dependen directamente para su subsistencia de la actividad minera.
En buena medida como respuesta al
creciente rechazo social en algunos países, producto entre otras causas de un cierto cinismo que
los anglosajones han sintetizado con la expresión “NIMBY” ( “not in my backyard”, no en el
patio de mi casa), se han introducido en el
sector minero internacional nuevos conceptos de importancia y
protagonismo crecientes: minería sostenible, minería responsable, minerías
secundarias.
También hay nuevos calificativos
para los minerales para los que ya no bastan las viejas clasificaciones. Ahora
es necesario añadir nuevos apellidos para definirlos con precisión: estratégicos,
críticos o conflictivos, y las decisiones de invertir o no en nuevos
yacimientos tienen que tomar también en
cuenta los entornos socio-económico y geoestratégico de cada mineral, las repercusiones
ambientales de su explotación y el aseguramiento de su abastecimiento.
Según
un Dictamen del Comité Económico y Social de la Unión Europea sobre la “Minería no energética en Europa” de 2009,
el 70 % de la industria europea depende de sustancias extraídas del subsuelo y
la mayoría de los metales raros y preciosos, imprescindibles para el desarrollo
de las tecnologías de una “economía verde”, proceden de fuera de Europa.
Dado el escaso
autoabastecimiento, la disponibilidad de las materias primas minerales para la economía europea está ligada a factores
geopolíticos tales como la estabilidad de los países productores, la
concentración de la producción en una única empresa o país, los problemas ambientales y sociales generados,
las distorsiones inducidas en los mercados, ... etc. La UE se enfrenta a serios problemas para asegurar el
abastecimiento de minerales a su industria cumpliendo, al mismo tiempo, sus
propias leyes y en sintonía con las actitudes públicas
de sus ciudadanos. El rechazo a la actividad minera por parte de la sociedad europea es considerable,
a pesar de que según la propia Agencia Europea del Medio-Ambiente apenas un 0,03 % del territorio europeo está
afectado por este sector, frente, por ejemplo, al 7 % que ocupan las ciudades e
infraestructuras; pero muy probablemente la industria europea dependerá de forma “ crítica “ de los
minerales que pueda extraer en su propio territorio por la fuerte competencia y
elevada demanda de países que, como
China, hasta ahora han sido los principales abastecedores de los mismos.
Además, resulta paradójico que
sin el acceso a algunas de las sustancias a cuya producción se atribuyen
apocalípticas consecuencias ambientales, la UE no logrará caminar con realismo hacia una industria sostenible.
Se aproximan
importantes cambios empezando, quizás, porque los acomodados ciudadanos de la
vieja Europa tendrán que abrir los ojos a la realidad de la dependencia de su
bienestar y progreso de las sustancias producidas en las minas, propias o
ajenas.
Alfonso S. Gracia Plaza
(Seminario sobre “Minería Activa”.
Universidad de Granada, julio de
2014)
No hay comentarios:
Publicar un comentario