La
respuestas a problemas del siglo XXI con fórmulas medievales tiene su lógica. El
capitalismo y su religión, la fe en el dios mercado, está obteniendo respuesta
en términos similares, fe en otras religiones, teístas como el islamismo, o
tribales, como los nacionalismos
Los tres grandes instrumentos con los que los dirigentes
de todos los tiempos han controlado sus civilizaciones, e intentado dominar a las vecinas, han sido:
el comercio, la fuerza, y la
religión. La mezcla adecuada de cada componente ha establecido la civilización
triunfante en cada momento y espacio
geográfico.
En el momento actual el espacio geográfico es
claro: el mundo, está algo menos claro la jefatura de la civilización
imperante: el capitalismo, si bien
existe un cierto consenso que la mayor parte del poder se sitúa en USA.
Un ciudadano y pensador del imperio, Galbrait,
reflexiono y saco sus conclusiones, a
mediados del siglo XX señaló que las
grandes corporaciones terminarían por desplazar a las pequeñas y a los negocios
de carácter familiar, y, como consecuencia, los modelos de competencia perfecta
no pueden ser aplicados en la economía. Que la avaricia ejercida sobre el sector
público ya contrastaba con la opulencia del sector privado, lo que demostraba que un país con una economía
en crecimiento, no evita que en su interior existan grandes desigualdades
sociales. Y finalmente, que las grandes corporaciones dominan el conjunto de la
economía, como resultado de su gran crecimiento y el nivel de sus operaciones, que les permite
controlar sus mercados, y en consecuencia terminarían por dirigir el imperio
(solo se equivocó al identificar las corporaciones dominantes con las
productivas, en vez de las financieras)
Muchas de las personas pertenecientes a las clases
más desfavorecidas, incluso colectivos y pueblos enteros, sufren los
excesos de los que detentan el poder y
viven en una situación, que el propio
Galbrait calificó como era de la incertidumbre. Incertidumbre no solo en el
bienestar de uno mismo y los más próximos, sino incluso de la propia
supervivencia. Perdida la posibilidad de respuesta del recurso al comercio,
incluso de la propia capacidad de trabajo, les resta para responder a la
opresión, el recurso a la violencia y la búsqueda de un futuro mejor a través
de los paraísos que prometen religiones distintas, sean estas teístas (en este
caso en otra vida,) o laicas, como los nacionalismos (más inmediatos, siempre
que sean los dirigentes de la propia tribu quienes pasen al mando).
En esa situación ayatolas, rabinos, sacerdotes y
líderes territoriales insisten en que la esperanza, que permite superar el
miedo a la incertidumbre, se transmite a través
de códigos como la moral, la raza, la pertenencia a un club de elegidos,
etc. en vez de a través de la ciencia y el conocimiento. Resultado: en pleno
siglo XXI muchos desencantados con el reparto de bienes, e incluso amplias
zonas del mundo, vuelven sus ojos a fórmulas de la era medieval. Al fin y al
cabo las diferencias entre algunos grandes especuladores y los dirigentes
absolutistas, que lo eran “por la gracia de Dios”, son difíciles de encontrar.
Isidoro Gracia
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