domingo, 21 de diciembre de 2014

Ridículo de España en Cuba

España no ha jugado ni el más mínimo papel en el acuerdo de desbloqueo económico de la isla por parte de Estados Unidos. ¿Es esto de recibo? ¿Es razonable? A cualquiera que se sienta demócrata, español o cubano, le tiene que repugnar que esto haya sido así. ¿En quien estaba pensando el pulcro y atildado ministro Margallo durante estos años? No en los hijos y nietos de españoles, no en los descendientes de españoles desde generaciones, no en una comunidad que habla nuestra misma lengua y que durante siglos ha mantenido relaciones estrechas con España, incluídas aquellas etapas en las que la oligarquía española explotó las riquezas de la isla hasta convertirla en "la perla de las Antillas". El ministro Margallo habrá estado pensando en otras cosas, en ese millar de familias encumbradas cuyos intereses representa junto con un Gobierno en cuyas manos ha caído desgraciadamente España. 

Con la esencia de lo anterior está de acuerdo la revista "Estudios de política exterior". El Vaticano y Canadá sí han jugado un papel de mediadores en el proceso Cuba/Estados Unidos, pero España no, antigua potencia administradora de la isla. Como se abandonó a los saharauis a su suerte en 1975, así se ha abandonado a los cubanos ahora (y digo a los cubanos, no al régimen de la isla ni a sus dirigentes). El atildado y pulcro ministro Margallo, que estuvo en Cuba a finales de noviembre pasado, ni siquiera fue recibido por Raúl Castro como consecuencia, entre otras cosas, del discurso del ministro sobre la transición española, a la que puso de ejemplo para que la siguiesen los cubanos (¡semejante bellaquería!).

Hasta el franquista Fraga, cómplice de los crímenes de ese régimen, tuvo la visión de intentar salvar a algunos compatriotas de las cárceles cubanas, pero el señor Margallo es demasiado atildado, está demasiado ocupado en otras cosas como para pensar en aquellas. 

La Hacienda colonial cubana fue administrada por España durante el siglo XIX, de lo que se beneficiaban o no españoles y cubanos; el flujo financiero entre Cuba y España fue extraordinario, sobre todo hasta mediados de los años sesenta del citado siglo; las guerras de 1868 y 1895 vinieron a poner de manifiesto lo evidente: que la hora de la independencia había llegado y que negarlo era suicida, como algunos políticos de la Restauración comprendieron, entre otras cosas porque, como se ha demostrado por quienes más saben, el tesoro de Cuba era isostenible durante el último cuarto del XIX, lo que intentó arreglar el ministro Gamazo; hasta el Tratado de París, cuando el siglo finalizaba, en el que España -una indignidad más- no pudo evitar que la isla cayese en manos de norteamericanos ricos. Para ese momento España ya había asumido la deuda cubana. 

El papel que España jugó en el poblamiento blanco, después de que la población indígena desapareciese muy pronto como consecuencia de la sobreexplotación a que fue sometida, el papel del clero y de los comerciantes españoles, con sus luces y sus sombras ¿no han servido de nada para que España jugase un papel diligente, humanitario, cultural y económico con Cuba? El ministro Margallo, con el Gobierno del que forma parte, no pensaron en ello. Creyeron simplemente que una dictadura no merecía más atenciones, contrariamente a lo que hacen con China. 

El señor Margallo sonrie con frecuencia a preguntas de los periodistas con una autosuficiencia delatora que le pone al lado de los burócratas de poca monta. No tiene la dignidad de dimitir al comprobar que está rodeado, como el Presidente del Gobierno, de delincuentes por todas partes, en el Gobierno y en el partido que le sustenta. Prefiere sonreir antes que ocuparse de los graves problemas del pueblo cubano, a la postre, heredero de españoles en un riquísimo mestizaje cuyos frutos aún no se han agotado. 

L. de Guereñu Polán.

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