Los partidarios del cierre y desmantelamiento
deberían explicar una posición que no es posible sostener ni desde el punto de
vista económico, ni desde el medioambiental.
Al final de la década de los 80 del pasado siglo
tuve que visitar Suecia en un viaje oficial para estudiar decisiones
tecnológicas suecas, que podrían ser aplicables aquí en el sur de Europa,
hicimos parada en una pequeña villa en cuya proximidad (cerca, pero que muy
cerca, de viviendas) existía una factoría de pasta de celulosa y papel, ni las
aguas del rio cercano mostraban señal alguna de contaminación, ni en la
atmósfera se percibía gran olor desagradable, si un ligero aroma absolutamente
admisible. Como ya entonces había debate sobre la permanencia y efectos de la
factoría de Lourizán, me interesé en el tema, para descubrir que utilizaban una
tecnología que unos lustros después se comenzó a aplicar en Lourizán.
Yendo al fondo, en cifras redondas, los 350
trabajadores propios y los 150 auxiliares que trabajan habitualmente en la
planta inducen, al ser una industria de primera transformación, aproximadamente
otros 10 por cada puesto directo en el entorno próximo (Galicia), sin entrar en
los millones de € de actividades diversas generados (selvicultura, energía,
transporte terrestre, actividad portuaria, etc) la pregunta a responder es:
¿Qué decisión, por benéfica que sea su primera apariencia, justifica hoy un
claro riesgo para la estabilidad de 5.000 puestos de trabajo?
Parece más razonable trabajar en favorecer una
segunda transformación, fabricar papel de calidad (igual que hacia la planta
sueca), e incrementar así valor añadido y empleo en el entorno inmediato a la
planta. Además se evitarían, o al menos mejorarían, procesos de tratamiento de
residuos y energéticos.
Para hacerse una idea de la importancia de la
sugerencia, baste saber que de las 9 o 10 fases de un proceso estándar de
obtención de celulosa desde la madera, al menos
4 de ellas tienen
como objetivo asegurar que el proceso productivo se desarrolle en armonía con
el medio ambiente, el simple hecho de evitar o facilitar algunas de ellas (p/e
el desecado, el transporte y el rehidratado de la pasta) además de una
atractiva reducción de costes, favorece
y reduce las necesidades de tratamiento de efluentes y de recuperación de
energía.
La última frase del párrafo
anterior nos da píe para afrontar el tema medioambiental. La normativa europea
sobre emisiones atmosféricas, establece tres niveles de protección: Valor límite horario para la protección a la salud
humana (1 hora), Valor límite diario para la protección a la salud humana (1
día) y Valor límite para la protección de los ecosistema (1 año) y evolucionan
en incremento paulatino de las exigencias, sin otra tolerancia que los periodos
de aplicación. En el caso de los efluentes líquidos la administración
competente es la Comunidad Autónoma, en un marco más general europeo y estatal,
por lo que el nivel de exigencia sobre los vertidos depende de los propios
gallegos. En todo caso hoy ya hablamos siempre de mg/m3 o partes por millón, temperatura,
pH, color, etc, es decir de parámetros exigentes.
Aceptando que
en años anteriores los vertidos y emisiones impactaron en el entorno de Lourizán,
y que esos impactos aún no han sido corregidos en su totalidad, estudiemos las
alternativas:
1ª.- No se prorroga la concesión y se hace
necesario los procesos de desmantelamiento de las instalaciones,
descontaminación y recuperación de terrenos y fondos marinos. Costosos y con un
responsable teórico nada interesado en aportar nada, o lo mínimo posible.
2ª.- Se
prorroga la concesión y se liga a un programa de recuperación medioambiental
referenciado a la facturación y/o a la cuenta de resultados de la planta.
Pregunta del millón: ¿Cuál le parece a usted la
decisión que mejor le irá al medio ambiente?
Septiembre de 2015
Isidoro Gracia
1 comentario:
Guereñu dijo: cuando fui concejal defendí que el principal problema de ENCE era su ubicación, impidiendo el desarrollo urbano de Pontevedra y Marín. La contaminación, a principios de los años ochenta, tenía solución tecnológica, como así se ha ido haciendo. Ahora sigo diciendo lo mismo. No quiero el desmantelamiento de le empresa si, al mismo tiempo, no se garantizan los puestos de trabajo. Las instituciones que quiera cambiar el actual estatu quo deben contemplar el problema en su integridad: ecológico, urbanístico y social. Lo demás es egoísmo e irresponsabilidad.
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