Tras
un cierto recorrido en campañas electorales, la ciudadanía observa con curiosidad como un candidato investido de máxima
condición institucional sobrepasa la cortesía inherente a su representación
para invadir el espacio más propio de hooligans
de gradas de fondo de un estadio. Los cortes de mangas, las butifarras, las palabras
gruesas invitando a un enfrentamiento frontal, o las descalificaciones agresivas de fuerzas
políticas distintas por el simple hecho de tener en sus filas ciudadanas y
ciudadanos en territorios distintos pero que representan sentimientos
importantes compartidos, no sujetos a fronteras, no deja de despertar un cierto
recelo ante el desdoblamiento del personaje, del tenor de Mr. Jekyll y Hide.
Podría anunciar un sombrío talante de
criba de desafectos o tibios.
Es
sintomático que alguien se embosque entre los cinco primeros puestos de una .lista
con similar ambigüedad y ánimo doloso al usado en la presente convocatoria. Desconcertante
para los no muy avisados. Formalmente
unas elecciones legislativas autonómicas.
Pero pocas palabras se dedican al grave problema social y económico del
territorio a gestionar. Sobresale el acento, a la vez, embozado y desembozado, de
presunto plebiscito, al que se somete algo de tono no menor, una propuesta
independentista, careciendo de unas reglas objetivas mínimas sobre que
sostenerse y atenerse.
El
candidato a President Sr. Más, y no parece osado aventurarlo, rehúye verse
envuelto en embarazosas explicaciones sobre la moralidad de su formación e
incluso aspectos que puedan concernirle personalmente, desde un cierto
anonimato en la lista. Se desmelena cada día un poco más en lo que se presume
una dramática fuga hacia adelante. Comprometiendo en ella según diversos
observadores, la imparcialidad de los medios públicos de comunicación y la de
las instituciones que el comprometió solemnemente salvaguardar. Pese a lo que no evita que
incluso algunos de sus compañeros de aventura comienzan a verle con cierto
recelo e incluso en privado cuestionan el acierto de haberse embarcado con él y
su pesado equipaje.
En
tanto se hace difícil oír dentro del ruido desatado, voces autorizadas,
especialmente a los candidatos, pronunciarse
sobre aspectos cardinales en un territorio donde se acumulan de forma
inquietante problemas económicos, sociales, de desempleo y cohesión vivencial, confiabilidad
de potenciales inversores, manejo de políticas productivas o de continuidad
empresarial en el territorio. A ello acompaña una ceguera contumaz ante
advertencias diversas y desde instancias muy distintas sobre la permanencia del
territorio desgajado en las instituciones que aparentan indispensables para
supervivir garantizando la calidad habida en el punto de partida. Y aun sin
negar la intencionalidad en los mensajes, lo temerario, es desconocer la veracidad y certeza de los
mismos.
Sorprende
para los que creemos firmemente en el "seny catalán”, ver en estas actitudes al Sr. Mas, que más allá de
candidato, es el President de la Generalitat. Quizás no anduviera descaminado
el aserto de D`Ors cuando sugería, “en cierta media el seny pueda ser anécdota
elevada a categoría”…O será que en estos tiempos corrosivos se haya diluido. Como la flema británica, tan deteriorada
por los hooligans y las singularidades de sus clases emergentes... Seguramente
tampoco Turguénev encontraría muchas
huellas del “alma rusa” que reflejaba en
sus novelas, en el país de Putin…
Catalunya es la manifestación aguda de un problema
común del Estado. Y es trascendente contar con ella en un proceso constituyente
que cierre el de 1978, y los flecos pendientes. Tiene un papel protagonista que
representar como lo tuvo hace treinta y ocho años. Una presencia que
difícilmente se alcanzará sin una intensa
capacidad de seducción por ambas partes. Un conflicto poliédrico, que conlleva
aspectos políticos, económicos, sentimentales, etc., no puede tener por toda
respuesta cerrazón y torpeza. En unas coordenadas muy alejadas del concepto actual
de lo que debe ser la convivencia de los territorios en el Estado.
Un camino a transitar lejos de las destemplanzas y
crispaciones a las que últimamente se apunta el Sr, Mas. Las que mucho más
acentuadas son oficio en un partido
que desde su mayoría absoluta aboca este
país a callejones de difícil salida, posiciones cada vez más comprometidas e
irracionales. El PP, quizás por hábito heredado de la peor derecha española, es
una fábrica de desencuentros. En los que se esmeró hasta la exasperación. Una
derecha cerril, enrocada en sus fantasmas, incapaz de modular una propuesta
inteligible. Capaz de llegar al agravio de presentar a Catalunya, un candidato
del perfil del Sr. Albiol.
La palabra la tiene Catalunya. Luego la política,
entendida como arte noble practicada por gente con altura de miras y sentido de
estado. Sabiendo que cualquier conflicto debe resolverse de forma leal y democrática.
Sin saltos al vacío. Y lo habido hasta
el momento advierte, la necesidad de habilitar y respetar el derecho a decidir.
Pautado y en un campo de juego previa y perfectamente
definido.
Antonio
Campos Romay
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