sábado, 10 de octubre de 2015

Yámbulo y la CUP



Creo que fue Diodoro quien, en la antigüedad, describió unas islas cuyas características y localización atribuye a un mercader árabe llamado Yámbulo: las serpientes eran comestibles, los habitantes hablaban dos lenguas y, por consiguiente, podían mantener dos conversaciones al mismo tiempo y otras imaginaciones por el estilo. Hay otras muchas utopías en la antigüedad que luego se pusieron de moda durante el Renacimiento, inspirando a Tomás Moro.

Pero hay utopías que son útiles porque mantienen el ideal de una comunidad en la consecución de una sociedad justa e igualitaria, mientras que hay otras –lo he leído recientemente- que sirven solo a “la satisfacción de un complejo psicológico”: este es el caso de la CUP (y podría hacerse extensivo a ERC y al señor Mas, cuyo partido nunca fue independentista).

Los dirigentes de la CUP debieran saber que la población catalana –como la europea- no es anticapitalista por la sencilla razón de que se ha llegado a una estructura de clases en la que hay muchos propietarios. Ya me gustaría a mí que hubiese más anticapitalista de los que lo proclaman, que son pocos. Los resultados electorales últimos en Cataluña también revelan que su sociedad no es anticapitalista: ERC nunca lo fue, Convergencia está por el capitalismo más duro, lo mismo que Ciudadanos, y la socialdemocracia no hace ascos al capitalismo, como así mismo Podemos (“necesitamos a los ricos”).

También está bastante claro –aunque no se pueda decir la última palabra- que la mayoría de la población catalana no es independentista, no quiere dar saltos en el vacío y está acomodada a un sistema que tiene carencias evidentes, pero las cuales afectan solo a una minoría, pues la clase media no discute el capitalismo. También debieran saber los dirigentes de la CUP que la sociedad catalana no está por la desobediencia civil, pues correrían peligro muchos logros aún dentro del capitalismo. Además, los responsables públicos, si desobedecen las leyes, incurren en delitos graves por los que han de responder.

Creo que los dirigentes de la CUP –sus votantes son otra cosa- creen que es posible desobedecer leyes democráticamente aprobadas sin pagar consecuencia alguna. Es como el huelguista que quiere se le paguen las jornadas de huelga: si la patronal financia las huelgas, malo. Luego vendría el victimismo: “se nos persigue y reprime porque desobedecemos leyes injustas…”. Es curioso que algunos se erijan en decidir que leyes son justas y cuales injustas, aún sabiendo que estas existen y son las que perpetúan precisamente el capitalismo.

Los dirigentes de la CUP no deben saber que tienen votos prestados, se les ha subido el resultado electoral a la cabeza; no deben saber que mantener esa tensión entre el electorado es suicida, pues cuando dicho electorado vea que el maximalismo no lleva a ninguna parte, fijará su atención en otras opciones que tengan los pies en la tierra. Que yo sepa, los únicos que consiguieron llevar su utopía al poder (no a la realidad) fueron los comunistas del siglo XX, y ya sabemos en que tipo de dictaduras y crímenes acabó todo.

A mí me parece bien hacer profesión de fe anticapitalista, pero como un deseo que, hoy por hoy, es irrealizable. Los poderes económicos son demasiado fuertes y se encuentran asentados en todas las instituciones. La sociedad está desideologizada y son pocos los que consideran que las clases existen y que la oposición entre ellas es irreconciliable. Por eso el fracaso de los sindicatos (en toda Europa, ya que en el resto del mundo no existe un sindicalismo fecundo como el que existió aquí durante casi dos siglos).

Los dirigentes de la CUP tienen dos lenguas y mantienen dos conversaciones al mismo tiempo, contradictorias entre sí: no tiene sentido ser anticapitalista y nacionalista en un país como Cataluña (otra cosa sería el Congo de los años cincuenta pasados). Ser nacionalista es aspirar a mirarse el ombligo en un mundo cuya economía está globalizada, que no es utópica sino real y cruel, donde los grandes problemas de la humanidad (ecología, inmigración, tercer mundo, guerras, islamismo, globalización, corrupción empresarial y corporativa, populismos…) solo tienen arreglo (si es que lo tienen) con la colaboración entre pueblos, sin fronteras y sin perder el tiempo en procesos que tienen los días contados.

L. de Guereñu Polán.

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