La cumbre de Paris sobre el cambio climático genera
discursos e información en la que abundan muchas consignas y pocos datos,
resultado: medias verdades.
Tal y como hemos venido comentando desde hace años en este blog, los informes para la ONU del Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático, que sirven de base para la Conferencia,
cuando entran en datos, califican su certeza como de confianza baja, media o alta, en función de lo que los
científicos han podido, primero verificar con distintos métodos, y segundo el
grado de aceptación por la comunidad científica de las interpretaciones de su
análisis.
Dos
hechos parecen estar acreditados: el aumento paulatino de la temperatura de la
atmósfera del planeta y el aumento acelerado en esa atmósfera del contenido del
carbono, tanto como dióxido de carbono (CO2) como en forma de metano (CH4), así
como otros gases como los óxidos de nitrógeno (NOx); también parece acreditada
la existencia de alguna relación entre los dos hechos. A pesar de los esfuerzos
del Panel de Expertos por cuantificar el
papel de los océanos, o de la variación de la radiación solar, el papel de
ambos y decisivos parámetros está, según su lenguaje: en un nivel de confianza bajo, incluso el atemperamiento producido
por las erupciones volcánicas se sitúa en el corto plazo, después de las
erupciones. No está acreditado que la actividad humana sea la causa única, ni
siquiera la principal, del aumento de la temperatura. No puede ser de otra
manera ya que toda la actividad humana impacta en una pequeña fracción de un
ciclo en el que está implicado menos del 5% del carbono total existente en el
planeta, por ello, y a pesar de que los Organismos que les pagan lo sitúan en
primer plano, los expertos solo lo
colocan en un nivel de confianza medio.
A
pesar de las posibles dudas, las respuestas para evitar la contribución de los
humanos, a lo que el informe del Panel califica de “radiamento positivo global”,
van en una dirección que la lógica reclamaría al margen de que existiera, o no,
lo que los ciudadanos de a pie llamamos simplemente “calentamiento global”.
Desde hace ya tres décadas (Informe a la ONU, Nuestro Futuro Común,
1987) sabemos y aceptamos que con la mejor tecnología posible, y el uso de
todas las fuentes de energía no renovables disponibles, incluso con el apoyo de
algunas energías “renovables” (las comillas vienen al caso porque una de uso
más importante es la leña) no es posible cubrir las necesidades humanas para
toda la población, con un grado mínimo no solo de bienestar, sino incluso de
garantía de supervivencia, y no hablamos solo de las generaciones futuras sino
de las que hoy estamos sobre el planeta.
Así pues hace tiempo que los distintos gobiernos saben bien cuál es el
camino a seguir, la evolución radical del modelo energético: mejora de la
eficiencia energética (en especial con ahorro), sustitución paulatina de
combustibles fósiles (con reservas limitadas en el tiempo) por fuentes
renovables (inagotables) e incremento radical de las reservas de agua potable, y en último término cambio de
la cultura del consumo por otra de uso solo de lo sostenible. Respecto de las
fuentes nucleares, la de fisión tiene unas reservas mucho (muchísimo) más
limitadas que los hidrocarburos y la tecnología de fusión está aún en pañales.
Pero claro, las experiencias habidas indican que por muy concienciados
medioambientalmente que parezcan sus ciudadanos, no aguantan los apagones, ni
es posible alimentarlos sin el uso de tecnologías duras e intensivas en
energía, abonos y pesticidas; de que prescindan de los más de 700 millones de
coches particulares ni hablamos, y lo del coche eléctrico hoy es una tecnología
con una huella ecológica muy similar a la de sus primos a hidrocarburos.
Lo que nos lleva a que para lograr convencer a una mayoría para hacer
lo que hay que hacer, hace falta un argumento muy simple y de gran peso, aquí vienen
más que bien las consignas que se emiten desde la Conferencia de París sobre el
Cambio Climático, que existiendo como verdad plena, es más que dudoso se pueda
evitar con las medidas propuestas, desde premisas, informes y datos que los propios
científicos que las emiten califican en
un nivel de confianza bajo y como mucho en
un nivel de confianza medio.
A
modo de conclusión. La sociología y la historia nos muestran que para convencer
a la masa, egoísta por naturaleza hasta el límite de la estupidez que la sitúa
al borde de la extinción, para que acepte sacrificios, es necesario amenazar
con apocalipsis y penas infernales, las distintas religiones llevan haciéndolo desde
la prehistoria, o paraísos para elegidos, aquí a las religiones se suelen sumar
los distintos tribalismos e imperios (hoy las multinacionales son buenos
ejemplos, aun cuando alguno de sus paraísos son solo virtuales). Los dirigentes
mundiales parece que han encontrado, en el tema cambio climático, el mix apocalipsis
/ futuro de bienestar, adecuado para convencernos a todos de la necesidad de
los sacrificios que nos van a exigir, para seguir viviendo, unos más
confortablemente que otros.
Diciembre 2015
Isidoro
Gracia
No hay comentarios:
Publicar un comentario