domingo, 20 de diciembre de 2015

GANÓ LA INDECENCIA





Bien es cierto que la mayoría de los españoles han votado a candidaturas distintas de las que dirige el actual Presidente del Gobierno, que con mucho acierto fue calificado por el Secretario de los socialistas de indecente: es difícil encontrar un caso de tanta corrupción, mentira y protección a los delincuentes en la historia reciente de España.

Pero unos cuantos millones de españoles se han inclinado por el Partido Popular: creo que si dichos votantes viviesen en los años treinta de siglo pasado, serían los que apoyasen el golpe de estado, formarían al lado del general Franco y se acomodarían a su régimen (con algunas excepciones, como es lógico esperar).

Pero lo cierto es que la división de la izquierda ha vuelto a dar la victoria al partido de la indecencia. Una izquierda que cada vez es menos lo que ha sido y cada vez es más un conjunto de personas e ideas volátiles y con poca consistencia. Fijémonos en lo difícil que es llegar a acuerdos con los seguidores del señor Iglesias, de Compromís, de Mareas, de Esquerra y de otros grupos que aquí forman coalición electoral con unos, allí con otros…

No descubro nada si digo que no es posible gobernar España –con cierta estabilidad- si no se ganan las elecciones en Cataluña y Madrid (podría añadirse el País Valenciano) y ahí el Partido Socialista hace tiempo que hace agua. Creo que también hay responsabilidades por parte del Secretario General, al no haber contribuido, con decisiones arbitrarias, a unir a los afiliados; me refiero a sus dedazos para poner en las candidaturas a personas que no han aportado nada (como nada aportó en su día el señor Garzón, excelente juez pero poco leal en otras lides).

Se van a decir muchas cosas en las próximas semanas, pero a la postre volvemos a lo de siempre: o un país lo gobierna la izquierda o lo gobierna la derecha. Cuando escribo esto todavía no sé si será posible que lo haga una o la otra con ciertas garantías. Pero sí quiero decir que, contra lo que se predica, a mí me gusta el bipartidismo, más o menos imperfecto, si esto es lo que quieren los electores, que es lo que han querido hasta ahora. El bipartidismo por sí mismo no es malo, lo que es malo es tener corruptos en el sistema, arribistas, malos gestores e irresponsables.

¿Se imaginan ustedes la libertad con la que los señores González y Zapatero nombraron a sus ministros y la falta de ella si el señor Sánchez pudiese formar Gobierno? Porque la “cosa” que es Podemos no es un partido, sino un conglomerado de ellos o de asambleas más o menos confusas. Exigencias absurdas, problemas de liderazgo, compromisos adquiridos con regímenes poco recomendables… y el tener que dar contento a toda la constelación que pulula en torno a esa organización/desorganización.

Pero aquí me interesa insistir en una idea que creo ha sido un espejismo durante los últimos años: creo que la crisis económica que ha padecido el mundo –sobre todo el desarrollado- no la ha sentido la mayor parte de la población, sino solo una parte y además pequeña en el conjunto. Para el caso de España tengo hechos mis cálculos en unos doce millones de españoles que, además, ya estaban mal antes de la crisis. Son los parados, los pensionistas, los autónomos, algunos pequeños empresarios, asalariados de la empresa privada… Pero el resto no ha sufrido la crisis porque las rentas en España, desde principios de los años noventa, han ido en aumento aunque se han ralentizado en los últimos años. Perder poder adquisitivo no es sufrir una crisis, sino privarse de un consumo tan holgado como el de hace dos o tres años. La crisis, pues, no ha sido razón suficiente para explicar que vuelva a ganar la derecha, sino que la izquierda (o la izquierda que representa el Partido Socialista) ha estado dormida, permitiendo que aparezca otra de perfiles difusos, populista y sin tradición.

Si gobierna la derecha en España, una vez más, tendrá que hacerlo pactando muchas cosas, pero teniendo a los grandes poderes económicos del mundo como testaferros. Si se plantease gobernar la izquierda (no contemplo otra posibilidad que con el Partido Socialista como hegemónico) las dificultades –internas y externas- serían tantas que quizá lo hagan imposible. Lo peor de todo (a falta de comentaristas más sesudos) a la postre, es que ha vuelto a ganar la indecencia. 

L. de Guereñu Polán.

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