Debido a la sorpresa que ha provocado el resultado
electoral del 26J, me veo impelido a aportar mi humilde explicación al seísmo,
y nada mejor para ello que empezar con un símil futbolístico, tan presente en
estos días.
Uno puede ser muy bueno con la pelota, pero para
ganar no llega con la habilidad, hay que saber leer el partido, y eso es lo que
no supo hacer, envilecido por su ego, Pablo Iglesias.
Dicen algunos que los “viejos” son los que han
decidido la votación, sintiéndose agraviados por ello, pero sin pararse a
pensar en porque tienen razón, en que los momentos políticos, las ocasiones,
hay que aprovecharlas, ya que, sin ir más lejos, si el Brexit se decidiera hoy,
el resultado sería muy distinto.
En las pasadas elecciones hubo un voto de castigo
al Partido Popular, a la corrupción y a la austeridad, por parte de muchos
votantes del PP; y también de votantes socialistas al PSOE. Pero estos no eran
votantes de Podemos. Ese fue el inexplicable fallo de Iglesias, quizás porque
la realidad no es ciencia política, o porque se distorsiona cuando se ve desde
un plató de televisión. Se creyó que era un éxito personal, no entendió que
quienes habían decidido el resultado de diciembre eran los ciudadanos. Se creyó
la retórica de "el pueblo quiere...", cuando es muy difícil saber lo
que quiere el pueblo; y más si la campaña se hace desde un atril, desde una
tesis o mirando a cámara, sin pisar el rural, que es mucha España.
Esa fue la
ocasión de oro, que sí pareció ver Errejón, y que sí vio el PSOE, que es mucho
más que Sánchez; quienes, aun siendo una mala situación con complejos acuerdos,
sabían que no iban a tener otra oportunidad como esa. Sumando a Ciudadanos
garantizaban la división en la derecha, con un PP que habría pasado a la
oposición muy debilitado, y en el que se abriría una guerra interna que, como
mínimo, habría jubilado a la vieja guardia de los sobres. De esta manera se le
devolvía el caballo de Troya de la división a un PP que estaba utilizando los
medios de comunicación para idéntica táctica con la izquierda. ¿O es qué a
estas alturas seguimos sin entender que La
Sexta pertenece a Antena 3, en cuyo grupo están, entre otros, La Razón?
Eso tampoco
lo supo ver Iglesias, que estaba siendo utilizado por los “medios” de la
derecha, y si lo vio (en el 2012 llamaban al grupo mediático que los aupó casta
y mafiosos sicilianos), calculó mal, pues lo mismo fue usado para dividir a la
izquierda que para polarizar y atemorizar a los ciudadanos, según necesitara
Rajoy. Un ejemplo claro de esto fue la manipulación de las encuestas, que dieron
en todo momento un resultado exagerado para Podemos, cuando los datos de grupos
independientes no coincidían. Se buscó movilizar el voto de derechas con una
polarización tan de libro que hasta el propio Rajoy la descubría cuando hablaba
de buenos y "malos", tratando al electorado como a una masa de niños.
Y les funcionó. Los medios han jugado con Iglesias, quien mientras le sacó
partido les dejó hacer, pero cuyos elogios acabaron cegándolo.
Se creyó
también Iglesias que el voto socialista trasvasado era de él, y no comprendió
que los verdaderos socialistas nunca entendieron que no pactara con el PSOE
cuando pudo. Querían darle un aviso al Partido Socialista para que virara más a
la izquierda, pero nunca esperaron que se le negara el Gobierno. Quien iba a
decirle a más de uno que sería el PSOE, e incluso Ciudadanos, quienes más cerca
estuvieron de descabalgar a Rajoy.
Por tanto, lo único que ha conseguido Iglesias al obligar
a la ciudadanía a volver a votar, es que el voto de castigo, una vez hecho,
volviera a sus votantes naturales, perdiendo así una ocasión que habría
supuesto la aplicación de medidas sociales y el fin de la austeridad. De un PP
dividido y desgastado, acosado por la corrupción, hemos pasado a un PP fortalecido,
a un Ciudadanos debilitado que precisa volver a la derecha, a un Sánchez
cansado de pelear contra baronías y contra tirios y troyanos, a un PNV en
descenso necesitado de debilitar a Podemos. Todo por no saber leer el partido,
por asaltar el cielo, que está muy bien para los discursos pero es un problema
cuando te lo crees y dejas pasar las oportunidades. No alcanzamos el cielo sino
que saltamos por los aires.
Guillerme Pérez
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